Como barcelonés que siempre ha creído que el resto de Cataluña (me refiero en especial a las provincias norteñas, a excepción del Valle de Arán, y a las comarcas no costeras) es una maldición bíblica que nos ha caído a los capitalinos por algún pecado antiguo, no puedo sino mostrar mi absoluto apoyo a la creación de Tabarnia, legítimo acto de rebelión de un territorio oprimido por un expolio fiscal incuestionable, frecuentemente asaltado por tractoristas y demás elementos agropecuarios, y maltratado por una ley electoral injusta y por un sinfín de pueblerinos que, unidos a las menguantes hordas de guiris, impiden que los barceloneses nativos podamos comprar a gusto en la FNAC y El Corte Inglés. Es de esperar que el derecho de los tabarneses a decidir su propio futuro sea respetado desde ya mismo, y que un tsunami democrático se abra paso desde Lloret hasta Reus para reclamar la libertad de un pueblo colonizado. La fuerza de sus azadas y de su trapera policía invasora no logrará detenernos. Visca Tabàrnia lliure!