PATERSON. 2016. 116´. Color.
Dirección: Jim Jarmusch; Guión: Jim Jarmusch; Dirección de fotografía: Frederick Elmes; Montaje: Affonso Gonçalves; Música: Sqürl; Diseño de producción: Mark Friedberg; Dirección artística: Kim Jennings; Producción: Carter Logan y Joshua Astrachan, para KS International-Amazon Studios- Inkjet Productions (EE.UU-Francia-Bélgica).
Intérpretes: Adam Driver (Paterson); Golshifteh Farahani (Laura); Nellie (Marvin); Barry Shabaka Henley (Doc); Chasten Harmon (Marie); William Jackson Harper (Everett); Rizwan Manji (Donny); Sterling Jerins (Joven poetisa); Masatoshi Nagase (Poeta japonés); Method Man, Kara Hayward, Jared Gilman, Kacey Cockett, Trevor Parham, Troy Parham.
Sinopsis: Paterson es un joven conductor de autobús que vive y trabaja en una pequeña ciudad de la que toma su nombre de pila. Vive con Laura y un perro llamado Marvin, y su pasión es escribir versos.
Paterson es, por ahora, la última obra de ficción estrenada por Jim Jarmusch, un cineasta que, pese a haber pulido su estilo con el paso de los años, no ha perdido su espíritu independiente. El film, que fue visto por primera vez en Europa dentro de la programación del Festival de Cannes, se ha convertido en el mejor valorado de su director en lo que llevamos de siglo, obteniendo una aprobación casi unánime por parte de aficionados y profesionales.
La película, que destaca por su tono amable, gira alrededor de un protagonista masculino que constituye en sí mismo un fenómeno paranormal (y aún más paracinematográfico), pues se trata de un hombre adulto que está satisfecho con su existencia. Vive en una casa modesta junto a su pareja, una joven bella y soñadora, conduce un autobús que recorre la pequeña ciudad de Nueva Jersey con la que comparte nombre y, en sus ratos libres, escribe poemas (influidos por la obra de William Carlos Williams, un notable poeta oriundo de la misma localidad), pasea a su perro y se toma una cerveza en el bar de siempre. Paterson es, en el sentido machadiano del término, un hombre bueno, tolerante y tranquilo, pero no estúpido, que recibe de los demás el mismo trato cortés y amable que él profesa a toda persona con la que se cruza en su rutina diaria. Su vida es sencilla, pero canaliza todos sus sueños y ambiciones a través de la poesía. Su compañera no deja de alabar la calidad de sus poemas (obra de Ron Padgett), que Paterson escribe a mano en un cuaderno, pero él se resiste a publicarlos porque, a diferencia de ella, no busca el éxito en el sentido material o popular: tiene todo el que desea, y escribe por puro placer.
Viendo Paterson, me ha venido a la cabeza el título de una película que no he visto: La vida es un largo río tranquilo. Jarmusch, que sigue fiel a su temperamento minimalista, presenta una obra que es rompedora precisamente por su nula voluntad de serlo, por su deseo de mostrar la normalidad tal y como debería ser, incluyendo algunos apuntes de cómo es en realidad para no caer en el indigesto buenismo que arruina tantas propuestas de este estilo. El director acierta al mostrar a Paterson no como la norma, sino como la excepción, rodeada de peligros que se materializan en el incidente del bar y en la destrucción de su cuaderno de poesías, única circunstancia que consigue sumirle en la desazón. Él disfruta conduciendo su autobús, pensando en sus versos y escuchando algunas de las conversaciones de los pasajeros, pero habla cada día con un compañero cuya vida es bastante más complicada que la suya; es feliz junto a Laura, su musa, pero conoce, en sus encuentros diarios en el bar con Everett, la desgracia del amor no correspondido; soporta con estoicismo los sueños de grandeza de su compañera, ya sean a través de la decoración, de la cocina (a veces, con resultados desastrosos) o de la música, porque sabe muy bien que hay que tener deseos e inquietudes para no pasar por la vida como un anodino autómata, y se niega a tener teléfono móvil porque, en efecto, sin ellos vivíamos mejor. La puesta en escena está muy cuidada, en lo que se refiere a la fotografía, a la música y a un montaje que consigue que la película discurra con la placidez buscada.
Encabeza el reparto un Adam Driver que, pese a su juventud, ya ha trabajado a las órdenes de algunos de los cineastas estadounidenses más relevantes y es capaz de transmitir la bonhomía de su personaje haciéndole parecer tranquilo, pero no idiota. La iraní Golshifteh Farahani, que interpreta a Laura, en algunas escenas (y me refiero sobre todo al tramo final de la película) no consigue desprenderse del todo de la naturaleza empalagosa de la mujer a la que da vida, pese a su indiscutible encanto. Barry Shabaka Henley, como el viejo barman, Chasten Harmon y William Jackson Harper, como la pareja imposible, recitan sus papeles con buen estilo, y es de agradecer la aparición, en forma de premio para el protagonista, de un viejo conocido de Jarmusch, Masatoshi Nagase.
Paterson es un film de denuncia, aunque aparente una cosa bien distinta: con elegancia, su director nos dice que tal vez el mundo sería más habitable si todos fuéramos menos codiciosos, menos egoístas y menos cabrones. Y lo hace a través del buen cine. La poesía recitada suele funcionar mal en la gran pantalla, pero un inspirado Jarmusch, que demuestra ser capaz de evolucionar sin traicionarse, sabe encajar bien los versos de Ron Padgett y mostrar la génesis de un poema sin resultar pedante.