Tras unas semanas de inopia lúdica, ayer volví a visitar la que tal vez sea mi cervecería favorita, situada en la calle Espronceda, esquina Meridiana. Local pequeño pero bien diseñado y muy acogedor, está regentado por un matrimonio que sabe lo que tiene entre manos y cuida a la clientela, y posee un repertorio cervecero importante, en especial respecto a las marcas punteras de Alemania y Bélgica. Las tapas son de buena calidad (sin duda superiores a las de cualquier otro espacio especializado en cervezas de importación que uno conozca) y los precios, dado lo que se ofrece, son más un estímulo que un freno a la hora de acudir al lugar.
Uno de las características que más valoro de El Món de la Cervesa es que, si te recomiendan algo, puedes seguir la recomendación con toda confianza. Anoche, sin ir más lejos, pedí una de esas cervezas blancas suaves y refrescantes que tanto me gusta tomar, en especial en verano, y, gracias a que uno tiene la buena costumbre de dejarse aconsejar por los que saben, pude probar la cerveza que puede verse en la foto, o séase, La Trappe Puur, cerveza holandesa, ecológica, de alta fermentación y sin filtrar, con menos del 5% de graduación alcohólica, que es todo un acierto digno de formar parte de la carta de cualquier cervecería que se precie, y de las mejores neveras cerveceras, entre las que, modestia aparte, está la mía. Si además se acompaña de unas almendras saladas, de una bomba que está en las antípodas de la habitual masa recalentada y hecha con material de derribo que se suele encontrar por ahí, de la excelente ensaladilla de mortadela alemana que es uno de mis imprescindibles del local, y de una tertulia a la altura de todo eso, pues uno hasta se olvida de que viene de pasar medio día infausto.
Hala, a cervecear se ha dicho.