LOVING. 2016. 116´. Color.
Dirección: Jeff Nichols; Guión: Jeff Nichols, basado parcialmente en el documental The Loving History, de Nancy Buirski; Dirección de fotografía: Adam Stone; Montaje: Julie Monroe; Dirección artística: Jonathan Guggenheim; Música: David Wingo; Diseño de producción: Chad Keith; Producción: Nancy Buirski, Ged Doherty, Colin Firth, Peter Saraf, Sarah Green y Marc Turtletaub, para Raindogs Films-Big Beach Films (EE.UU.).
Intérpretes: Joel Edgerton (Richard Loving); Ruth Negga (Mildred Loving); Marton Csokas (Sheriff Brooks); Terri Abney (Garnet); Alano Miller (Raymond); Nick Kroll (Bernie Cohen); Jon Bass (Phil Hirschkop); Bill Camp (Frank Beazley); Michael Shannon (Grey Villet); David Jensen (Juez Bazile); Sharon Blackwood (Mrs. Loving); Christopher Mann (Theoliver); Will Dalton, Mike Shiflett, Winter-Lee Holland, Robert Haulbrook, Matt Malloy.
Sinopsis: En el estado de Virginia, a finales de los años 50, el matrimonio interracial estaba prohibido, al igual que sucedía en el resto de los estados sureños. Richard Loving, un obrero blanco, decide casarse con Mildred, una mujer negra a la que ama y ha dejado embarazada, y con ello afloran todos los prejuicios sociales existentes.
Jeff Nichols dio un nuevo giro a su trayectoria cinematográfica con Loving, el segundo de los largometrajes que estrenó en 2016 tras Midnight special. Loving es un drama racial, basado en hechos reales, con el que su director retrata unos hechos antiguos desde un punto de vista contemporáneo y se enmarca dentro del grupo de los films premiables en una época tan dada a la revisión crítica del pasado con la vara de medir de la corrección política. Siendo una buena película, Loving se queda a medio camino en sus pretensiones artísticas.
Me parece justo empezar diciendo que, en general, abomino de las historias que miran al pasado desde la condescendencia, como si nos dijeran «qué injustos los hombres de antes, y qué justos nosotros los hombres de ahora», porque opino que, salvo honrosas excepciones, el ser humano es, en todas las épocas y lugares, todo lo necio y mezquino que puede, variando apenas el contexto. Loving es una de esas historias, aunque no de las peores, porque Jeff Nichols es un buen cineasta, capaz de dotar de un sello personal a su obra, más allá de las modas imperantes. Le ayuda el hecho de que lo que se denuncia, la aberración que suponen los (todavía hoy) muy extendidos prejuicios acerca del matrimonio interracial (los míos, que conste, se dirigen contra el matrimonio en general), sólo puede justificarse desde el prisma de una mente enferma. Dicho esto, presentar una película cuyo mensaje sólo puede provocar adhesión es meterse en un terreno espinoso, cuyas dificultades Nichols es capaz de sortear sólo a veces, pues el resabiado espectador de hoy acostumbra a tener una razonable desconfianza hacia las historias de santos y demonios. Con todo, el principal problema de Loving es su falta de ritmo, la carencia de una mayor agilidad narrativa para explicar una historia cuyo final, no lo olvidemos, todo el que se acerca a esta película ya conoce. A Nichols parece interesarle sobre todo mostrar el drama de una pareja ideal cuando ésta no se ajusta a los cánones socialmente establecidos. Richard y Mildred son personas sencillas, que se aman, desean vivir una vida tranquila y decente y deben sortear un sinfín de obstáculos por el hecho de pertenecer a razas distintas. Lo hacen sin maldad pero con tozudez, y Nichols muestra ese comportamiento de manera tan concienzuda que por momentos eso impide que la película avance. Puestos ya en situación, la entrada en escena de los letrados de los Derechos Civiles, que desencadena el final de la historia, se me antoja demasiado tardía: para entonces, el sí, pero ya se ha instalado en la mente del espectador de manera definitiva.
Los colaboradores habituales de ese cineasta sobrio y de buen estilo que es Jeff Nichols vuelven a rayar a buena altura, con nota superior una vez más para un Adam Stone capaz de captar la belleza de los parajes rurales y contraponerlos al mucho más gris entorno urbano. La recreación de la época es muy realista, lejos de la idealización con la que Hollywood suele mirar la conocida como Década Eisenhower. Nichols, que ha afirmado en más de una ocasión que el miedo es el motor de sus historias, aborda aquí, aunque con menos profundidad psicológica que en sus mejores obras, el pánico a perder lo que más quieres a causa de la oposición social.
Encabezan el reparto Joel Edgerton, muy adecuado en el rol de un trabajador de pocas palabras y férreas convicciones, y la gran revelación del film, una Ruth Negga que hasta el momento había destacado en papeles televisivos y que aprovecha para reivindicarse como una de las actrices a tener en cuenta en este cine norteamericano cada vez más multirracial. Marton Csokas consigue que el racista sheriff al que interpreta dé tanto miedo como debería, y los trabajos de Bill Camp, Terri Abney y Sharon Blackwood me parecen remarcables, así como la breve aparición del actor-fetiche de Jeff Nichols, Michael Shannon. Por contra, la labor de Nik Kroll y Jon Bass, los actores que interpretan a los jóvenes abogados pro-derechos civiles, no pasa de correcta.
Loving es una buena película, pero creo que el arte de Jeff Nichols brilla más en obras de mayor complejidad, tanto en la estructura como en la narrativa. Es algo más que un film bienintencionado, pero marca un cierto estancamiento en la carrera de un director capaz de mayores logros.