ON HER MAJESTY´S SECRET SERVICE. 1969. 140´. Color.
Dirección: Peter Hunt; Guión: Richard Maibaum, basado en la novela de Ian Fleming; Director de fotografía: Michael Reed; Montaje: John Glen; Música: John Barry; Diseño de producción: Syd Cain; Dirección artística: Bob Laing; Producción: Harry Saltzman y Albert R. Broccoli, para Eon Productions-United Artists (Reino Unido).
Intérpretes: George Lazenby (James Bond); Diana Rigg (Tracy); Telly Savalas (Blofeld); Gabriele Ferzetti (Draco); Ilse Steppat (Irma Bunt); Lois Maxwell (Moneypenny); George Baker (Sir Hillary Bray); Bernard Lee (M); Bernard Horsfall (Campbell); Desmond Llewelyn (Q); Virginia North (Olympe); Yuri Borienko, Geoffrey Cheshire, Irvin Allen, Angela Scoular, Catherine Schell, Joanna Lumley.
Sinopsis: El agente secreto James Bond debe hacer frente a una organización criminal que tiene preparado un ataque bacteriológico que puede afectar a millones de personas de todo el planeta.
007: Al servicio secreto de su Majestad es uno de los títulos malditos de la saga Bond. El cambio de protagonista, con la sustitución del carismático Sean Connery por el desconocido actor australiano George Lazenby, no gustó al público, que dio la espalda a una película que pasa por ser una de las mejores a nivel narrativo de toda la saga, pero cuyo fracaso provocó la contratación de Roger Moore para interpretar al icónico agente secreto en las siguientes entregas.
La película supuso el salto a la dirección para Peter Hunt, que se había encargado del montaje en varios de los films protagonizados con anterioridad por el espía más conocido del cine. En mi opinión, el trabajo de Hunt no desmerece en lo más mínimo al realizado por los cineastas que le precedieron, pues la película ofrece toda la espectacularidad que se espera de un film de la saga Bond, pero no se queda ahí: con el cambio de protagonista, los productores quisieron introducir una serie de novedades, que no gustaron al público pero aportan a la película un sello especial: vemos al Bond seductor, intrépido y aficionado al lujo que conocemos, pero también le encontramos taciturno a veces, culto (véase la alusión a Paris y Helena de Troya) y enamorado. Con todo ello se consiguió una mayor fidelidad a la novela de Ian Fleming, siendo digno de análisis que Bond, que no utiliza aquí ninguno de sus famosos gadgets, se alíe con un mafioso (quien, además, es el padre de su amada) para acabar con la organización criminal que planea dominar el mundo a través de la guerra bacteriológica. El dilatado metraje no constituye para mí un obstáculo para el disfrute, pues permite, como se ha dicho, aunar escenas en las que se subrayan los rasgos más característicos del protagonista con otras en las que se nos muestra una nueva mirada sobre Bond, antes de culminar en un extenso tour de force ambientado en los Alpes suizos que es puro espectáculo. Es cierto que el malvado de la función tarda en aparecer, pero luce cuando lo hace de la misma forma que algunos de los antagonistas más célebres de la saga. Por lo demás, la fotografía es magnífica, el montaje consigue unir con buen estilo la pura acción con los momentos más intimistas, y los apuntes humorísticos son dignos de resaltarse, en especial la frase del protagonista cuando, culminado el vibrante prólogo, comprueba que su encanto no termina de estar del todo pulido («esto no le pasaba al otro tipo…»).
Existe otro factor que confirma a 007: Al servicio secreto de su Majestad como una de las mejores películas de la saga Bond, y no es otro que el fenomenal trabajo de John Barry, que añade a su mítico catálogo Bond nuevas gemas, entre las que destaca la balada We have all the time in the world, que en la película interpreta Louis Armstrong.
George Lazenby ni siquiera era un actor profesional cuando se puso el esmoquin de James Bond, y por ello el fracaso comercial de la película suele achacarse a su presencia, pero su trabajo no es en absoluto malo, por mucho que no llegue a tener el carisma de Sean Connery. Tanto en la parte física como en la más puramente interpretativa, Lazenby no desentona. A su lado, Diana Rigg da vida a una de las mejores chicas Bond de la historia, con un papel más complejo y elaborado que el de mero objeto decorativo tan habitual en la saga, y Telly Savalas es, como ya escribí anteriormente, un malvado que aporta un plus de calidad a la película. Si a esto sumamos el buen hacer de Gabriele Ferzetti, Ilse Steppat, George Baker y una sentimental Lois Maxwell en el papel de Moneypenny, queda claro que, en el apartado interpretativo, estamos ante una película notable.
007: Al servicio secreto de su Majestad es, quizá, el único film protagonizado por James Bond que ha ganado con el tiempo. Sin ser, ni de lejos, un experto o un entusiasta de la saga, me permito afirmar que estamos ante una de los mejores películas de acción realizadas en los años 60.