TRUMAN. 2015. 106´. Color.
Dirección: Cesc Gay; Guión: Cesc Gay y Tomàs Aragay; Dirección de fotografía: Andreu Rebés; Montaje: Pablo Barbieri; Música: Nico Cota y Toti Soler; Diseño de producción: Irene Montcada Producción: Diego Dubcovski y Marta Esteban, para Kramer and Sigman Film- Trumanfilm- Impossible Films-BD Cine (España-Argentina).
Intérpretes: Ricardo Darín (Julián); Javier Cámara (Tomás); Dolores Fonzi (Paula); Troilo (Truman); Eduard Fernández (Luis); Alex Brendemühl (Veterinario); Pedro Casablanc (Médico); José Luis Gómez (Productor); Javier Gutiérrez (Asesor de la funeraria); Elvira Mínguez (Gloria); Oriol Pla (Nico); Nathalie Poza, Ágata Roca, Susi Sánchez, Francesc Orella, Silvia Abascal, Kira Miró, Lucie Desclozeaux, Lucas Hamming.
Sinopsis: Un español establecido en Canadá regresa a Madrid para visitar a su amigo Julián, enfermo de cáncer.
Después de la coral Una pistola en cada mano, el barcelonés Cesc Gay contó con dos de los actores principales de aquella película, Ricardo Darín y Javier Cámara, para interpretar a los dos personajes clave de Truman, drama intimista que aborda una cuestión complicada como el cáncer y que concedió a su director los mayores reconocimientos de su carrera.
La historia de un actor enfermo de cáncer, divorciado, que vive en un apartamento madrileño junto a su perro, Truman, y que ha decidido no continuar con un tratamiento que tampoco le ofrece demasiadas garantías de salvación, se presta a un indigesto despliegue lacrimógeno que obliga, tanto al guión como a los actores, a un significativo ejercicio de contención que, por suerte, encontramos en el libreto y en los intérpretes. Gay, guionista metido a director, muy buen dotado para la construcción de personajes y diálogos pero demasiado teatral en sus planteamientos estéticos, presenta un drama intenso, pero con concesiones. Le entiendo: nadie querría ver la historia de un hombre de mediana edad que se enfrenta a una muerte inminente con toda su crudeza. En consecuencia, el director nos presenta una versión dulcificada, aunque no directamente tramposa, de algo que en la realidad es más devastador, y también más mezquino. Todo es ideal, tal vez demasiado: la amistad entre los protagonistas, a los que separan muchos años y todo un océano de distancia, la relación entre Julián, su ex-mujer y su hijo universitario… por momentos, Truman es más lo que debería ser la realidad que lo que ésta en verdad es (pocas veces la gente es tan madura, tenga la edad que tenga, como los personajes de la película). y lo más creíble de todo es la relación de Julián con su perro… aunque opino que, en la realidad, esa clase de entendimiento profundo persona-mascota sólo se da cuando el ser humano es un solitario irredento, algo que Julián sólo es hasta cierto punto. Hay varias escenas brillantes: la aparición de la mezquindad, de esos amigos o conocidos que nos evitan cuando olemos a muerto, el retrato de la manera tan aséptica y profesional en la que se desarrolla el macabro negocio funerario, o varias situaciones en las que el personaje de Julián debe encarar el doloroso trance de intentar que todo quede como a él le gustaría cuando ya no esté, como la visita al veterinario. En otras situaciones, veo una madurez demasiado forzada que apenas el personaje de Paula consigue alterar.
Como ya he señalado, los aspectos técnicos se resienten de la teatralidad del conjunto, y se quedan sólo en lo funcional, siendo lo mejor de los elementos no puramente dramáticos la bella música de Toti Soler que ilustra los títulos de crédito iniciales. Truman basa todo su atractivo en los campos literario e interpretativo: el primero de ellos alterna escenas conmovedoras con otras que se antojan forzadas: el segundo es excelente, casi sin matices. Ricardo Darín es un actor magnífico, capaz de salvar papeles mal construidos y de enaltecer los buenos, como el de Julián. Javier Cámara, intérprete al que a veces no consigo cogerle el punto, demuestra aquí ser un gran actor dramático (en mi opinión, el terreno donde el riojano da lo mejor de sí). Dolores Fonzi, uno de los rostros conocidos del cine y la televisión en Argentina, camina a veces en el límite de la sobreactuación pero consigue insuflarle arrebato a la película, y las breves apariciones de grandes de la interpretación como Eduard Fernández o José Luis Gómez no hacen más que confirmar la elevada talla actoral de la película. Incluso la labor del perro que da vida a Truman es de lo más convincente.
Por momentos conmovedora y por momentos artificialmente embellecida, Truman nos enfrenta al dolor de la pérdida, ya sea de la vida propia o de la de un ser querido, de un modo elegante, en el que aún queda un pequeño margen para el humor. Lo de que el ateo deje de serlo a las puertas de la muerte es un topicazo, pero por lo demás Truman, sin ser una obra maestra, sí es un film más que digno, realzado por la presencia de grandes actores.