ABRE LOS OJOS. 1997. 118´. Color.
Dirección: Alejandro Amenábar; Guión: Alejandro Amenábar y Mateo Gil; Dirección de fotografía: Hans Burmann; Montaje: María Elena Sáinz de Rozas; Música: Alejandro Amenábar y Mariano Marín; Dirección artística: Wolfgang Burmann; Producción: José Luis Cuerda y Fernando Bovaira, para Sogetel-Las Producciones del Escorpión- Les Films Alain Sarde-Lucky Red (España-Francia-Italia).
Intérpretes: Eduardo Noriega (César); Penélope Cruz (Sofía); Fele Martínez (Pelayo); Najwa Nimri (Nuria); Chete Lera (Antonio); Gérard Barray (Duvernois); Jorge De Juan, Miguel Palenzuela, Tristán Ulloa, Pedro Miguel Martínez, Ion Gabella, Joserra Cadiñanos, Jaro, Pepe Navarro.
Sinopsis: César, un joven rico y guapo, sufre un accidente que le desfigura el rostro, provocado por una de sus amantes.
Tras su impactante debut, Tesis, Alejandro Amenábar regresó a la dirección con un proyecto que seguía la misma línea de su ópera prima pero superaba a ésta en presupuesto y ambiciones. Abre los ojos fue un rotundo éxito, que confirmó el talento de su director e incluso fue objeto de un olvidable remake norteamericano, Vanilla sky.
En parte thriller hispánico con vocación de modernidad, y en parte adaptación en clave juvenil del mito de la bella y la bestia, el segundo film de Amenábar comienza con la que quizá sea la escena de mayor impacto de toda su carrera, la de Eduardo Noriega bajando de su automóvil y corriendo asustado a través de una sorprendentemente desierta Gran Vía madrileña, y se desarrolla, con ciertos altibajos, de una manera que en ocasiones atenta contra la lógica pero siempre con capacidad de mantener la tensión. En general, resulta arriesgado mezclar sueños y realidad de manera coherente, pero Amenábar hace gala de ingenio, cuela con estilo las trampas que almacena el guión coescrito con Mateo Gil, y consigue ir un paso más allá de lo logrado con su ópera prima. Una de las claves del éxito del film consiste en dirigirse al público juvenil, que entonces y ahora es el que llena las salas de cine, hablando su mismo lenguaje e, incluso, haciéndole creerse más inteligente de lo que en verdad era (y es). En 1997 no existían los móviles, Internet daba sus primeros pasos antes de que tipos como Mark Zuckerberg se hicieran de oro convirtiendo el mundo un lugar aún más jodido, y Amenábar hace uso de ese creciente interés por la tecnología para emplearlo en una trama que mezcla realidad, mundos oníricos, criogenización y reflexiones acerca de la vida, el amor y la amistad muy propias de veinteañeros, todo ello colocado en el cerebro de un joven que lo tiene todo y se convierte en su peor pesadilla por obra y gracia de una amante despechada. El juego entre lo real y lo soñado funciona muy bien a lo largo de las casi dos horas de metraje, y es cierto que el final es discutible mas, dados los derroteros por los que discurre la película, era muy difícil construir uno que no lo fuera.
Poseedora de una estética fría, pero adecuada para la narración, Abre los ojos supone un salto adelante en cuestiones técnicas respecto a Tesis: las cualidades allí apuntadas, una de las cuales es la capacidad del del director para (co)escribir buenas bandas sonoras, quedan mejor expuestas, y los defectos propios de una obra primeriza, mejor tapados. El montaje, fundamental en un film que juega mucho con la alternancia entre el sueño y la vigilia, me parece bastante logrado, y las escenas que necesitan de mayor capacidad visual, como la ya citada en la Gran Vía o la del clímax final en la azotea de un rascacielos, poseen la suficiente calidad.
El capítulo interpretativo es, sin lugar a dudas, uno de los grandes puntos flacos de la película, por no decir el mayor de todos ellos. Eduardo Noriega, elevado a la categoría de guaperas oficial gracias a Amenábar, nunca fue un buen actor y, aunque mejora su floja interpretación en Tesis, quizá gracias a que durante la mayor parte de las escenas aparece desfigurado o con máscara, no llega al aprobado. Lo mismo ocurre con Fele Martínez, otro miembro de la troupe Amenábar incapaz de ofrecer una interpretación convincente. Penélope Cruz, al menos, es una actriz; no tan buena como nos han hecho creer, pero con el suficiente talento como para superar a sus dos compañeros de reparto con la gorra. Los mejores del reparto son, sin duda, la insinuante y perversa Najwa Nimri, el aplicado Chete Lera y un Gérard Barray que, sin destacar en exceso, al menos cumple.
He leído que Amenábar opina que Abre los ojos es su peor película. Mal juez de su propia obra demuestra ser, porque no creo que después haya rodado nada mejor o, al menos, más fresco. De lo mejorcito que dio el cine español entre El día de la bestia y Barrio, dos de los grandes films rodados en la década de los 90 en nuestro país.