Les pongo en situación: llega este simpático bloguero a un local de esos en los que se agolpan los amantes de las apps, de los gigas y de gastarse un dineral en gilipolleces, con su teléfono-antigualla en estado catatónico y ocurre lo siguiente:
ALFREDO: Buenos días. Se me ha estropeado, creo que del todo, el móvil y quería comprar uno nuevo que sea sencillo, pequeño y barato.
VENDEDOR (Podría llamarse Washington Darwin, pero es sólo una hipótesis): Pequeño no va a poder ser, si lo que quiere es un smartphone.
A: ¿Mande?
V: Un teléfono que le permita tener whattsapp.
A. Ah. Pues dame el más pequeño que tengas de esos.
V: Es que el tamaño mínimo de los que hacen ahora es de cinco pulgadas.
A: Mal empezamos. Pues dame uno de 32 y le llamaré tele.
El vendedor, que no parece congeniar con mi lado cómico, me enseña un catálogo de modelos y precios. Señalo el más barato y digo sin titubear:
A: Quiero este. Pónmelo en funcionamiento y eso, que yo de estas cosas ni entiendo, ni quiero.
V (Mientras hace sus labores de puesta en marcha de ese mamotreto que apenas cabe en bolsillo alguno) Tiene instalados Facebook e Instagram de serie.
A: Pues ya puestos, desinstálalos tú mismo.
V (Noto cómo el que se empieza a desprogramar es él) ¿Quiere ir mirando fundas en lo que yo termino la instalación?
A: Para qué, si no pienso ponerle ninguna.
V: Listo. Ahora dispone de muchos más gigas para almacenar fotos.
A: Yo no hago fotos.
Pagué el importe del artilugio y dejé la tienda atravesando una nube de humo grisáceo. ¿Tendrá Movistar exorcistas en nómina?
Grande, Alfredo (JM)
Gracias. De alguna forma tenía que expresar la pena que me causa comprarme un móvil nuevo.
Lo de grande no iba por el aparato, sino por ti.
De no ser porque ya me lo creo, diría que al final me lo voy a creer…