Un día laborable cualquiera. Ocho de la mañana en la Plaça de les Glòries Catalanes, también conocida como Plaza del Perpetuo Socavón. Un taxista se salta un semáforo y está a punto de llevarse puesto a un hombre de apariencia magrebí que cruzaba la calle en ese momento. El peatón, guiado por el cabreo y el susto, golpea con fuerza el vehículo. Se inicia una discusión entre el taxista, que por su aspecto parece ser oriundo de algún país caribeño, y el viandante. Se recriminan mutuamente el escaso respeto por las señales de tráfico y por los medios de trabajo ajenos. No hay hostias, ni nada. A escasos metros de mis mosqueados conciudadanos, empiezo a aburrirme. El taxista zanja la discusión con un estridente “moro de mierda”. Ya puedo continuar mi camino. Yeah, man, I love this town.