Anoche asistí a mi tercer y último concierto de la edición 2011 del Festival de Jazz de Barcelona. Tercer concierto y tercer escenario, en esta ocasión el del teatro Coliseum, lugar que no pisaba desde que era un cine, en el que el gallinero lo es de veras y la visibilidad y la acústica me dejaron satisfecho. De camino al teatro, pensé en cuánto han cambiado las cosas en esta ciudad: ahora la derecha ya no necesita bombardear la zona para llegar al poder. Una vez instalado en mi asiento, tocaba centrarse en la música.
Es difícil reunir tanto talento sobre un escenario en el que únicamente hay dos personas. Qué decir de Brad Mehldau, seguramente el mejor pianista de los últimos veinte años, y quizá la persona que me ha hecho pasar más veces por una taquilla para ver y oír sus conciertos. Músico sutil, elegante y virtuoso, dotado de una profundidad discursiva que convierte su introvertida sensibilidad en algo auténtico, y de una cultura musical enciclopédica, Mehldau es todo un creador de belleza. Joshua Redman, hijo del talentoso saxofonista Dewey Redman, destacó desde sus inicios como un músico excelente, alabado por muchos (entre los que me cuento) por su tremenda técnica, y criticado por otros (como pasó durante muchos años con otro saxofonista portentoso, el tristemente fallecido Michael Brecker) por su falta de discurso. En mi opinión, Redman es, junto a Branford Marsalis, el mejor saxofonista de la escena jazzística actual, y ha conseguido algo muy difícil: que su carrera no decaiga pese a haberla iniciado con unos discos (Joshua Redman, Wish) de impresión. Uno de los grandes méritos del saxo tenor y soprano estadounidense fue contratar, hace unos tres lustros, a un tal Brad Mehldau como pianista de su banda. Dos viejos conocidos, virtuosos además, que se reúnen para girar por el mundo y tocar música a dúo… y se dejan caer por Barcelona un lunes por la noche.
Tras un primer tema casi de tanteo, el concierto empezó a volar alto con la interpretación, con Redman al saxo soprano (instrumento con el que, en mi opinión, estuvo más brillante que al tenor, y ya es decir), del tema de Mehldau To hold on or to let go. El tono general del concierto tuvo más del intimismo del pianista que del estilo más extrovertido y exhuberante de Redman (formato obliga), pero el nivel de calidad no decayó en ningún momento, y algunos temas (Monk´s dream, el Dream Brother de Jeff Buckley) fueron atronadora y merecidamente ovacionados por un público hechizado por dos artistas fuera de serie. En total, más de dos horas de música extraordinaria que, para mí, supusieron el perfecto final para una nueva edición del Festival de La Mejor Música Para Disfrutar En Directo de mi ciudad.
Versión (Budapest, 2010) del tema más conocido de Nirvana:
En Munich, hace menos de veinte días, ofrecieron esta interpretación de una balada intemporal que también sonó anoche en Barcelona: