GREGORIO MORÁN. El maestro en el erial. Tusquets. 541 páginas.
Este libro son dos libros, aunque conectados entre sí: por un lado, es una documentada biografía de uno de los más brillantes pensadores españoles de todos los tiempos, José Ortega y Gasset; por otro, un estudio de la cultura española surgida de los vencedores de la Guerra Civil, desde el final de ésta hasta la muerte del creador de la Revista de Occidente, ocurrida en 1955. Ambos libros son interesantes: Ortega es un personaje controvertido, cuya valía intelectual pocos discuten, pero que por sus hechos biográficos y el contenido de su obra no es objeto de reivindicación por ninguna de las fuerzas que hoy forman el pensamiento único por estos lares: ni la derecha heredera del franquismo, ni la izquierda (o lo que queda de ella), ni los nacionalismos se sienten cómodos con Ortega, e imagino que por ello, y por la endémica miopía intelectual española, el filósofo madrileño se ha convertido en un autor más conocido que leído. Precisamente, el libro de Morán se centra en cómo Ortega pasó de ser la prima donna de la cultura española y maestro de intelectuales desde los años veinte hasta la sublevación franquista, a ser un exiliado interior condenado al ostracismo y distanciado de la juventud. Él, que siempre quiso estar en el primer plano de la cultura y de la política, y que sólo respecto a uno de los regímenes políticos que le tocó vivir (la Restauración borbónica) mantuvo una posición inmutable (de rechazo, en este caso), se vio reducido a estatua viviente en los últimos años de su existencia. Morán tira de correspondencia y de hemeroteca, no se priva de criticar a los albaceas y compiladores de la obra orteguiana por su incapacidad y oscurantismo, y desenmascara, con estilo a veces mordaz y huyendo de la hagiografía, tanto a un intelectual tan brillante como cobarde en su peripecia vital, como a la sociedad de los vencedores, responsables de los años más negros que se vivieron en España durante el siglo pasado. Muy interesantes resultan los extractos periodísticos que en la época publicaban en generosas dosis los popes de la intelectualidad fascista (Tovar, Laín Entralgo, Ridruejo, Aranguren y otros de cuyo nombre mejor no acordarse), algunos de ellos convertidos después en demócratas de toda la vida gracias a la intensa labor de los profesionales del lavado y planchado de reputaciones, así como los apuntes sobre la sociedad catalana (barcelonesa, para ser exactos) de aquellos años sobre los que hoy reina una interesada amnesia, cuando no la más burda falsificación de los hechos de sus protagonistas. Sólo por ello ya merece la pena leer el libro, en el que su autor demuestra tener un conocimiento nada superficial de la obra de Ortega y Gasset. Morán no es, ni pretende ser, objetivo en sus valoraciones, pero pocas cosas buenas pueden decirse (porque pocas hubo) de la cultura de un país y de una época dominados por el sable y el crucifijo, de un rincón de Europa que vivió completamente al margen de la libertad, del progreso o de la justicia. No hay que olvidar que la Guerra Civil se llevó (a la tumba o al exilio) a gran parte de los mejores representantes de la cultura española en sus diferentes ámbitos, y que aquí, poco de valor quedó. Entre ese poco, un Ortega que regresó del exilio en 1945, fue en primera instancia ensalzado por un régimen cuyo ascenso había apoyado (si bien no de un modo explícito) para más tarde ser relegado al estatus de reliquia intelectual molesta, precisamente por uno de sus hechos más dignos, el no renunciar a su ateísmo pese a vivir en un entorno inquisitorial y asfixiante. Buen libro para conocer al biografiado, para no olvidar la vida y milagros de los que ganaron la guerra (que tanto mandan todavía) y para estimular al personal a hacer algo tan enriquecedor como leer a José Ortega y Gasset.