CAT BALLOU. 1965. 96´. Color.
Dirección: Elliot Silverstein; Guión: Walter Newman y Frank R. Pierson, basado en la novela de Roy Chanslor The ballad of Cat Ballou; Dirección de fotografía: Jack Marta; Montaje: Charles Nelson; Música: Frank DeVol; Decorados: Richard Mansfield; Dirección artística: Malcolm Brown; Producción: Harold Hecht, para Columbia Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Jane Fonda (Cat Ballou); Lee Marvin (Kid Shelleen/Strawn); Michael Callan (Clay Boone); Dwayne Hickman (Jed); Nat King Cole (Sunrise Kid); Stubby Kaye (Sam the Shade); Tom Nardini (Jackson); John Marley (Frankie Ballou); Reginald Denny (Sir Harry Percival); Jay C. Flippen (Sheriff Cardigan); Arthur Hunnicutt (Butch Cassidy); Bruce Cabot, Burt Mustin, Paul Gilbert, Dorothy Claire.
Sinopsis: Cat Ballou, una joven que ha estudiado para ser maestra de escuela, llega al Oeste para reencontrarse con su padre. Allí descubre que los poderosos del lugar han contratado a un pistolero para que elimine a su padre y así poder quedarse con sus tierras.
Mientras en Europa hacía furor el spaghetti western, la década de los 60 marcó el declive del cine del Oeste en las preferencias de los espectadores estadounidenses. Esto contribuyó a que se iniciara una revisión del género en clave crepuscular, pero también hizo que se produjeran una serie de comedias ambientadas en el Salvaje Oeste, de entre las cuales destaca La ingenua explosiva, debut en el largometraje de Elliot Silverstein, director curtido en el medio televisivo. Mezcla de comedia, musical y western, Cat Ballou fue un éxito en su país de origen.
La aparición en la primera escena de dos cantantes (uno de los cuales es nada menos que Nat King Cole) que, siguiendo la tradición de los juglares, explican la historia de una joven que ha de ser ajusticiada en unas pocas horas, marca el tono de la película, jocoso y distendido. Esa joven, Catherine Ballou, llega al Oeste siendo una tímida joven pulcramente educada y, tras el asesinato de su padre por parte de un despiadado pistolero, termina por convertirse en la cabecilla de una singular banda de forajidos. En el fondo, se trata de la eterna historia de venganza, con la única salvedad del protagonismo femenino, pero el guión opta siempre por buscar la comicidad, huir del exceso de pretensiones y entretener al personal de la mejor manera posible. Lo mejor es que la metamorfosis de la protagonista, que desde un prisma realista se antoja poco creíble, está explicada con gracia. Aunque el guión no rehúya los lugares comunes (peleas de saloon, forajidos con buen fondo enfrentados a otros de espíritu inmisericorde), su apuesta por la ligereza es la adecuada. No estamos ante una gran comedia, pero sí ante una historia simpática que conquista al espectador por su agilidad narrativa, por su manera de jugar con los estereotipos del género sin llegar a ser directamente una parodia del mismo, y por su jovialidad.
Artesano todoterreno, Silverstein se ciñe a la propuesta sin intentar llevarla por otros derroteros y filmando de manera convincente, con abundancia de planos cortos y de escenas de interior y poco aprovechamiento de la espectacularidad de los paisajes naturales. El montaje está muy logrado, y en la música de Frank De Vol se dan la mano el tono ligero y las influencias de un Ennio Morricone cuyo talento ya había atravesado el Atlántico. Destacar el contraste entre el brillo y la oscuridad en las apariciones de Strawn, que marcan las mayores similitudes de la película con los westerns clásicos, el trabajo de los especialistas, de cuya dirección se encarga el legendario Yakima Cannutt, y todas las escenas que transcurren en el ferrocarril, pues son de lo mejor de la película.
Ya había interpretado algunos papeles dignos de mención, pero el personaje de Cat Ballou significó el espaldarazo definitivo para la carrera de Jane Fonda, que poco bueno dio de sí más allá de sus primeros años. De familia le venía lo de brillar en westerns, y Fonda cumple con creces dando vida a un personaje cuya transformación es lo que da sentido a la película. Con todo, si ésta es recordada es, sobre todo, por la actuación de un Lee Marvin que obtuvo gracias a su doble papel ese Oscar que ya merecía de sobras, y que muestra todos sus registros: el borrachuzo simpático, el asesino inclemente y el actor de sobrado talento. Al lado de Marvin, el resto flojea, en especial un Michael Callan blando y un Dwayne Hickman que tampoco es que fuera un actor excelso. La pareja de vocalistas, formada por Stubby Kaye y Nat King Cole, demuestra gracia y talento, y entre los secundarios destaca la labor de John Marley, como el obstinado padre de la protagonista, y de un Jay C. Flippen muy eficaz como sheriff vendido.
Salvo en lo que respecta a Lee Marvin, no puede decirse que Cat Ballou sea nada del otro mundo, pero funciona como western cómico y basa buena parte de su encanto en la ausencia de pretenciosidad.