Como era de esperar, el nuevo líder del Partido Popular será Pablo Casado, un hombre con estudios. Su designación, que le convierte en el candidato a ser abducido por Ciudadanos en lo que a la hegemonía del centro-derecha se refiere, obedece a dos factores fundamentales: la capacidad de la ex-vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, para granjearse enemistades (por ejemplo, la de uno de los pocos hombres de verdadera talla política en el partido, el antiguo ministro de Asuntos Exteriores José Manuel García Margallo) y a que la reacción lógica ante un fuerte revés, como puede ser la pérdida del gobierno de la nación, suele ser la de volver la vista atrás en busca de épocas más gloriosas. Eso es lo que representa Pablo Casado, un hombre joven sólo en apariencia, cuya elección supone el regreso al aznarismo, etapa funesta en la historia reciente de España en la que se cocinaron todas las mierdas que nos estamos comiendo varios lustros después.