CLOSE ENCOUNTERS OF THE THIRD KIND. 1977. 134´. Color.
Dirección: Steven Spielberg; Guión: Steven Spielberg; Dirección de fotografía: Vilmos Zsigmond; Montaje: Michael Kahn; Dirección artística: Dan Lomino; Música: John Williams; Diseño de producción: Joe Alves; Producción: Julia Phillips y Michael Phillips, para Columbia Pictures-EMI Films (EE.UU.).
Intérpretes: Richard Dreyfuss (Roy Neary); Melinda Dillon (Jillian Guiler); François Truffaut (Lacombe); Teri Garr (Ronnie Neary); Bob Balaban (David Laughlin); Warren Kemmerling (Wild Bill); Roberts Blossom (Granjero); Cary Guffey (Barry Guiler); J. Patrick McNamara, Philip Dodds, Shawn Bishop, Adrienne Campbell, Justin Dreyfuss, Lance Henriksen, Merrill Connally, George DiCenzo, Mary Gafrey, Josef Sommer, Carl Weathers.
Sinopsis: En un pequeño pueblo de Indiana, varias personas avistan lo que parecen ser naves extraterrestres.
Después de regalarle a la industria hollywoodiense el invento del taquillazo veraniego con la que, para muchos, sigue siendo su mejor película, Tiburón, el todavía veinteañero Steven Spielberg dejó una nueva muestra de sus notables cualidades con Encuentros en la tercera fase, película de ciencia-ficción que aborda el tema del contacto con civilizaciones extraterrestres desde una óptica distinta a la habitual en el cine estadounidense. La apuesta de Spielberg volvió a ser triunfal, confirmándole como uno de los más talentosos miembros del nuevo Hollywood y, sin duda, como el más rentable para la industria de todos ellos.
Por momentos, Encuentros en la tercera fase es una de las obras más logradas de un cineasta cuyo objetivo primordial siempre ha sido ofrecer entretenimiento de calidad para toda la familia. Diría que las primeras escenas, con el aquelarre de científicos y soldados en los desiertos mexicano y mongol, resultan algo confusas, pero en cuanto la acción se traslada a la pequeña localidad de Muncie, en Indiana, aparecen las mejores características de Spielberg, las que hicieron vibrar al público con Tiburón: su sentido del espectáculo, su capacidad para crear y administrar la tensión, su bien explotada cinefilia y su talento para excitar la imaginación del espectador y conseguir que lo que éste vislumbre sea mucho más de lo que efectivamente está viendo. Las escenas nocturnas de las sucesivas apariciones de las naves extraterrestres son magistrales, en su concepción y en su resultado final en pantalla. Sin embargo, creo que Spielberg siempre fue mucho mejor director que guionista, y aunque hay que anotar que diversas partes de la película se atribuyen a la pluma de diversos escritores no acreditados, he de decir que eso se nota: puestas las cartas sobre la mesa, y anticipado un final que se presume espectacular, el film flojea al mostrar el derrumbe de la vida familiar del protagonista. Cierto es que la familia rota, y los efectos que esto crea en quienes sufren esa ruptura, es uno de los temas recurrentes en el cine de Spielberg, pero no me parece que aquí el director esté demasiado inspirado a la hora de abordarlo: se toma excesivo tiempo en mostrar el sentido de la locura de Roy Neary (que no es otra cosa que una abducción), y por el camino hay demasiados niños, demasiados gritos y demasiadas lágrimas para mi gusto. El final, aunque dilatado en exceso, sí es tan espectacular y tan artísticamente logrado como se nos ha hecho creer al principio. No es poca virtud, generar altas expectativas y conseguir satisfacerlas.
Encuentros en la tercera fase se diferencia de la inmensa mayoría de películas sobre extraterrestres rodadas hasta entonces en que muestra un contacto amistoso con una civilización de inteligencia superior a la nuestra. Que eso suceda cuando entre los abducidos hay un número importante de soldados yanquis tiene su mérito, aunque hay que decir que. si ese encuentro se produjera en la Carcaluña actual, lo más probable es que la consecuencia fuera la aniquilación definitiva de la especie humana, o bien una vertiginosa huida sin retorno de los alienígenas, que en tal caso me darían tanta envidia como Roy Neary a Lacombe. En todo caso, la visión humanista del director me cansa menos que otras veces, si bien por momentos asoma esa blandenguería que me hace soportar mal varias de las películas de Spielberg. La gracia es que aquí todo sentido, y todo está rodado con mucho ídem. La oscarizada fotografía de Vilmos Zsigmond (quien, según la leyenda, tuvo serias diferencias con su jefe durante el rodaje, hasta el punto de llegar a pedirle que dejara dirigir a Truffaut, que sin duda lo haría mejor que él) es magistral, y lo mismo cabe decir de la banda sonora de un John Williams que aquí sólo saca a relucir su wagnerianismo no siempre bien entendido en muy contadas ocasiones. Spielberg, aunque sin duda dispuso de mucho más presupuesto, utiliza la misma baza que en Tiburón, y reserva para el final un despliegue de efectos especiales que, cuatro décadas después del estreno de la película, siguen siendo muy convincentes.
Pese a que el guión intenta que su labor no quede oscurecida entre ovnis y luces cegadoras que llegan del cielo, no creo que ésta sea una gran película en lo que al capítulo interpretativo se refiere. Richard Dreyfuss ha estado mejor otras veces (sin ir más lejos, en su primera colaboración con Spielberg), y a mi entender se muestra más diestro a la hora de mostrar la obcecación de su personaje que en hacérnosla entender. Melinda Dillon, actriz de carrera irregular, me parece de lo mejor de la función, porque a una buena actriz como Teri Garr se la desaprovecha entre berridos y sollozos. A François Truffaut lo veo a veces algo perdido entre tanta nave alienígena, pero no desentona, y creo que el mejor de los secundarios es Bob Balaban. Por otra parte, decir que en esta película Spielberg hace un uso bastante continuado de la figura del niño repelente, una de sus peores características como cineasta.
Encuentros en la tercera fase me parece una película muy cercana a la obra maestra cuando en la pantalla aparecen ovnis. En las escenas en que esto no sucede, hay demasiados altibajos como para elevar esta obra a los altares.