THE EVIL OF FRANKENSTEIN. 1964. 85´. Color.
Dirección: Freddie Francis; Guión: John Elder (Anthony Hinds), basado en los personajes creados por Mary W. Shelley; Dirección de fotografía: John Wilcox; Montaje: James Needs; Música: Don Banks; Dirección artística: Don Mingaye; Producción: Anthony Hinds, para Hammer Films (Reino Unido)
Intérpretes: Peter Cushing (Barón Victor Frankenstein); Peter Woodthorpe (Zoltan); Duncan Lamont (Jefe de policía); Kiwi Kingston (Monstruo); Sandor Eles (Hans); Katy Wild (Mendiga); David Hutcheson (Burgomaestre); James Maxwell, Howard Goorney, Anthony Blackshaw, David Conville, Caron Gardner, Tony Arpino.
Sinopsis: Una década después de su precipitada huida, el barón Frankenstein vuelve a su ciudad natal, donde se reencontrará con su criatura.
La maldad de Frankenstein es la tercera película de la saga que la productora Hammer dedicó al científico creador de vida y al mítico monstruo surgidos de la imaginación de la escritora Mary W. Shelley, y la única de esas películas que no fue dirigida por Terence Fisher, por entonces más interesado en rodar historias originales que secuelas. Su testigo lo recogió Freddie Francis, otro de los cineastas emblemáticos de la Hammer, dirigiendo con corrección, pero dando lugar al que es considerado el film más flojo de la saga. Mi opinión es que se trata igualmente de una obra estimable.
Tal vez, la principal novedad de esta película respecto a sus dos precedentes sea que contradice a su título, pues en ella se sigue presentando al barón Frankenstein como a un científico brillante, y tan ciegamente obstinado en crear vida más allá de prejuicios morales como siempre, pero esa maldad a la que nos remite el título se encuentra mucho más en otros personajes que en el propio barón. Es cierto que lo primero que nos muestra la película es el robo de un cadáver, perpetrado por un esbirro a sueldo del doctor, pero el motivo último del retorno de éste a su ciudad natal, Karlstaad, no es otro que la intolerancia religiosa a cualquier avance científico que cuestione el férreo control que la Iglesia ejerce sobre la población. Una vez en el pueblo, el barón Frankenstein descubre indignado que las autoridades del mismo, encabezadas por el burgomaestre y el jefe de policía, han aprovechado su ausencia para adueñarse de las riquezas que el doctor guardaba en su castillo. Y, ya resucitada la criatura, la venganza en la que ésta es utilizada como instrumento no la maquina el barón, sino Zoltan, un hipnotizador que remite directamente al doctor Caligari y que almacena en su interior varios de los peores defectos que puede tener un individuo.
El guión no es nada del otro mundo, y hay que decir que, después de la brillante introducción, el interés del film decae hasta que se producen varios hechos clave: el reencuentro entre el barón y el monstruo, la resurrección de éste y el descubrimiento de que Zoltan, a diferencia del doctor, sí es capaz de controlar la mente de la criatura. A partir de ahí, la película no desmerece a las dirigidas por Fisher. Francis no es más que un cineasta aplicado, pero el estilo Hammer, basado en la intensidad cromática, las influencias del romanticismo más macabro, el aprovechamiento de unos decorados modestos y la concisión narrativas están ahí y son, de nuevo, plenamente disfrutables.
En el reparto, uno echa a faltar a Christopher Lee en el papel del monstruo, más por mitomanía que porque el personaje dé para mucho lucimiento interpretativo, y todo empieza y acaba en un Peter Cushing de nuevo en su salsa, capaz de dotar a su personaje de nuevos matices (el humor socarrón del que hace gala en su precipitada huida de la alcoba de la esposa del burgomaestre, por ejemplo) sin arrebatarle ninguno de sus valores tradicionales, como su férrea voluntad, su espíritu amoral o su capacidad para la ironía. Peter Woodthorpe interpreta al auténtico malvado de la película, y lo hace a buen nivel. El resto del elenco, desde Sandor Eles, que da vida al joven e inseparable ayudante del barón Frankenstein, hasta Katy Wild, la sordomuda que acoge a los científicos huidos, pasando por los actores que interpretan a las fuerzas vivas de Karlstaad, se mueven dentro de la corrección, sin estridencias.
¿La película más floja de la saga? Tal vez, pero no por ello deja de ser buena.