WITHNAIL AND I. 1987. 105´. Color.
Dirección: Bruce Robinson; Guión: Bruce Robinson ; Director de fotografía: Peter Hannan; Montaje: Alan Strachan; Música: David Dundas y Rick Wentworth; Dirección artística: Henry Harris; Diseño de producción: Michael Pickwoad; Producción: Paul Heller y David Wimbury, para Hand Made Films, Cineplex-Odeon Films (Reino Unido).
Intérpretes: Richard E. Grant (Withnail); Paul McGann (Marwood); Richard Griffiths (Tío Monty); Ralph Brown (Danny); Michael Elphick (Jake); Michael Wardle (Isaac Parkin); Daragh O´Malley (Irlandés); Noel Johnson, Irene Sutcliffe, Eddie Tagoe.
Sinopsis: Dos actores en paro, que viven en un suburbio londinense, son invitados por el tío de uno de ellos a pasar unos días en una casa de campo.
La muy guadianesca carrera como director de largometrajes de Bruce Robinson tuvo un destacado comienzo con Withnail y yo, tragicomedia independiente que está considerada como uno de los films más destacados producidos en el Reino Unido en la segunda mitad de los 80. En su momento, la película no fue demasiado conocida fuera de las islas, pero con el tiempo ha adquirido la envidiada condición de obra de culto.
Robinson nos muestra el reverso del glamouroso swinging London: sus protagonistas son dos actores politoxicómanos y fracasados que viven en un cuchitril que parece sacado de una de las grandes comedias televisivas británicas de los 80: The young ones. La acción se sitúa en 1969, cuando las mentes más lúcidas de la juventud ya empezaban a ver que el mundo no iba a cambiar (al menos, no como ellos querían), y la fiesta de amor y libertad, que parecía interminable, tocaba a su fin. La pareja protagonista vive entre cuelgues y sablazos hasta que Monty, el excéntrico tío de Withnail, les deja las llaves de su casa de campo para que pasen unos días en ella. El lugar, con todo, dista mucho de ser idílico: no hay luz ni agua corriente, hace un frío de mil demonios, llueve todo el tiempo y los nativos son más bien poco amigables. Lejos de su entorno, los dos actores han de buscarse la vida de un modo distinto al habitual.
Robinson elabora un guión a veces repetitivo en cuanto a las situaciones, pero dotado de mucha inteligencia y humor negro. El tono, de hecho, oscila entre el sarcasmo y la nostalgia de un modo nada artificioso, lo que sin duda constituye uno de los grandes aciertos de la película. Tampoco la visión que se ofrece de la homosexualidad se aproxima a los tópicos, pues los protagonistas tienen un sentido de la estética muy discutible, y su higiene y sus costumbres acerca de la limpieza del hogar son muchísimo peores. El esteta y refinado Monty, en contraste, es todo un bon vivant, pero también un acosador en toda regla, como comprobará Marwood en la casa de campo.
En contra de lo que muchos piensan, independiente no tiene por qué ser sinónimo de cutre. Lo es el modo de vida de los protagonistas, pero jamás la forma en la que Robinson lo filma. Las exigencias estéticas de cualquier cinéfilo avezado se ven colmadas, pues la fotografía es de gran calidad, tanto en las escenas rodadas en exteriores como en las que transcurren en el cochambroso piso londinense de Withnail y Marwood, pero sobre todo en las que se enmarcan en la casa de campo. La música, como cabría de esperar de una obra cuyo productor ejecutivo es George Harrison, tiene mucha importancia en la trama, y consigue llamar para bien la atención del espectador, tanto en lo que se refiere a la banda sonora original como a la presencia de hitos del rock de, por ejemplo, Jimi Hendrix, cuyas canciones ocupan un espacio principal.
En la profesión de actor, muchos son los llamados y pocos los elegidos. Por lo general, el cine nos habla de los que sí lo consiguen: Marwood quizá lo haga, pero es evidente que Withnail, un ser de buena familia pero del todo decadente, es la viva imagen del fracaso. Hasta su agente, que es todo un espécimen y vive en un cuelgue permanente, parece adaptarse mejor a eso que llaman vida real.
Las interpretaciones son de alto nivel. Richard E. Grant, actor de extensa carrera y calidad contrastada, está inmenso encarnando a un personaje que, como a todo experto en audiciones, le debía de resultar muy familiar. Paul McGann, otro intérprete cuyo rostro hemos visto muchas veces, no se queda atrás, y el trabajo de Richard Griffiths como el atildado y baboso tío Monty es soberbio. Ralph Brown, el cuarto en discordia, completa de forma espléndida un reparto que no pudo estar mejor escogido.
Withnail y yo es cine independiente de lo más reivindicable, sin atisbos de pretenciosidad y con una estética cuidada en su descuido. Quienes la han elevado a la categoría de película de culto, no andan desencaminados.