ERIC CLAPTON: LIFE IN 12 BARS. 2017. 135´. Color.
Dirección: Lili Fini Zanuck; Guión: Stephen Scooter Weintraub y Larry Yelen; Montaje: Chris King; Música: Gustavo Santaolalla. Canciones de Eric Clapton; Producción: John Battsek, Lili Fini Zanuck, Stephen Scooter Weintraub y Larry Yelen, para Passion Films-The Zanuck Company (Reino Unido-EE.UU.).
Intérpretes: Eric Clapton, Pattie Boyd, Charlotte Martin, Chris Dreja, John Mayall, Steve Winwood, Jim McCarty, Ahmet Ertegun, Jamie Oldaker, Ben Palmer, Mike Vernon, Bobby Whitlock, Roger Waters, Cathy James, Richard Goldstein.
Sinopsis: Repaso a la trayectoria musical y vital del guitarrista inglés Eric Clapton.
Aunque es mucho más conocida por su labor como productora, Lili Fini Zanuck contó con la colaboración de Eric Clapton para la creación de la banda sonora de su debut en la dirección, Hasta el límite. Muchos años después, Zanuck fue la encargada de dirigir A life in 12 bars, el documental biográfico oficial del aclamado guitarrista británico. O eso es lo que se pretende, porque, como se explicará más adelante, dudo mucho que, en el aspecto musical, esta película dé una información completa de la trayectoria artística de Clapton.
Quienes hemos leído las memorias de uno de los más célebres héroes de la guitarra de la historia del rock ya conocemos la complicada trayectoria vital del biografiado: una infancia marcada por el abandono materno (a los 9 años, el joven Eric supo que quienes creía que eran sus padres eran en realidad sus abuelos), el reencuentro posterior con su progenitora, que siempre le rechazó, su obsesivo amor por Pattie Boyd, esposa de su mejor amigo, el guitarrista de los Beatles George Harrison, su largo período de adicción al alcohol y las drogas, su rehabilitación, la muerte de su hijo Connor y, ya casi instalado en la vejez, la estabilidad sentimental y familiar que siempre soñó. La película se centra, de un modo a todas luces excesivo, en estas cuestiones. Pero, incluso aquí, hay cosas que chirrían: sabemos, y así se nos cuenta, que a Clapton le afectó mucho la muerte de su admirado amigo Jimi Hendrix, pero nada se dice de cuál fue su reacción ante el fallecimiento de Harrison. Tampoco abunda la información sobre el fallido matrimonio entre el autor de Layla y la mujer que inspiró esa mítica canción. En una película de dos horas y cuarto, más centrada en la faceta personal que en la musical, estas omisiones no dejan de llamar la atención.
Lo más discutible, con todo, es la visión que se da de la labor de Clapton como artista. La información sobre sus años de aprendizaje, la omnipresente influencia del blues, su temprano éxito junto a los Yardbirds, el aprendizaje de lo auténtico junto a John Mayall, el gran salto a la fama que supuso Cream o la breve trayectoria de Blind Faith y Derek & The Dominoes es bastante extensa, cosa comprensible porque mucho de lo mejor que ha hecho Clapton como músico lo encontramos en sus primeros diez años de carrera. Lo que no es de recibo es que el recorrido por la carrera en solitario de Slowhand hasta llegar al éxito mundial que supuso Unplugged se limite a la exposición de las portadas de los discos y a mostrar que, en ese largo período, Clapton era un borracho y un cocainómano que decía muchas tonterías, incluso en sus presentaciones en vivo, muchas veces caóticas a causa de las adicciones. Personalmente, no creo que al público de la película le aporte mucho ver a Clapton esnifar polvo blanco, en comparación con lo que aporta escuchar Cocaine. De acuerdo, Steve Winwood sale un poquito, igual que B.B. King (en imágenes de archivo) o John Mayall, pero ¿dónde están J.J. Cale, Ginger Baker, Jack Bruce, Nathan East…? Después de Unplugged, la nada, a excepción de las alusiones al Crossroads Guitar Festival, evento organizado por Clapton con fines benéficos. Ni una palabra sobre el disco junto a B.B. King, al dedicado a uno de sus mitos de siempre, Robert Johnson, o los reencuentros con Cale, Winwood o Cream. Lo mismo con los conciertos en el Royal Albert Hall. Que en un documental sobre Eric Clapton falte música y sobre inclinación al melodrama, me parece un claro error de enfoque por parte de sus creadores, biografiado incluido.
La factura es excelente, lo cual no sorprende porque los medios abundan. No obstante, el montaje es caprichoso, con saltos en el tiempo de justificación dudosa y un uso no menos arbitrario de la abundantísima documentación recopilada. Da la impresión de que Zanuck se ha visto sobrepasada por la ingente cantidad de material puesto a su disposición, y que en su propuesta pesa demasiado el mito. A life in 12 bars es, pese a todo, interesante, porque la vida de ese hombre introvertido siempre unido a una guitarra (del cambio de Gibson a Fender, ni flores) lo es, pero da la impresión de que, sobre todo en el aspecto musical, esta película se queda lejos de ser un documental de obligada referencia sobre Eric Clapton.