TOWER BLOCK. 2012. 83´. Color.
Dirección: Ronnie Thompson y James Nunn; Guión: James Moran; Director de fotografía: Ben Moulden; Montaje: Kate Coggins; Música: Owen Morris; Dirección artística: Dave Tincombe; Diseño de producción: Kajsa Soderlund; Producción: Suki Dulai, Ronnie Thompson, James Harris y Mark Lane, para Tea Shop & Film Company-Creativity Media (Reino Unido).
Intérpretes: Sheridan Smith (Becky); Ralph Brown (Neville); Russell Tovey (Paul); Jack O´Connell (Kurtis); Jill Baker (Violet); Julie Graham (Carol); Christopher Fulford (Kevin); Kane Robinson (Mark); Nabil Elouahabi (Gary); Harry McEntire, Montserrat Lombard, Ralph Laurila, Michael Legge, Tony Jayawardena, Jamie Thomas King, Steven Cree, James Weber Brown.
Sinopsis: Los últimos habitantes de un bloque de viviendas en proceso de derribo son asesinados por un pistolero anónimo.
Francotirador supuso el debut en el largometraje para dos jóvenes cineastas británicos, James Nunn y Ronnie Thompson. La película fue muy bien acogida en el festival de Sitges, y tuvo una destacable carrera internacional, llegando a audiencias en principio vetadas para un thriller de bajo presupuesto, no estadounidense y dirigido por dos novatos, pese a que las críticas recibidas no fueron, en su mayoría, demasiado entusiastas.
Unos rótulos explicativos de lo que son los bloques, construcciones pensadas para ofrecer viviendas más o menos dignas a personas de baja extracción social, y convertidas con el paso del tiempo en nidos de delincuentes y deshechos de la sociedad de consumo, y un frenético prólogo que culmina en la paliza mortal que dos matones infligen a un adolescente, nos ponen en situación. Pese a que el homicidio tuvo lugar en el único rellano de todo el bloque que continuaba habitado, y a que incluso una vecina intentó evitar el delito, recibiendo ella también diversos golpes, la policía se encuentra con lo de siempre: nadie vio ni oyó nada, nadie denuncia, el asesinato quedará impune. Tres meses después, un francotirador empieza a hacer puntería con los vecinos del bloque, quienes, incomunicados y presa del miedo, intentan sobrevivir a la cacería.
Thriller adrenalínico y, a la vez, cuento moral, Francotirador funciona muy bien en el primero de esos aspectos, pues consigue crear una atmósfera opresiva en un escenario gris y ya de por sí tétrico, muy londinense pero, a la vez, extrapolable a cualquier ciudad occidental de gran o mediano tamaño. Allí viven una joven recién separada, una madre soltera nada modélica, un veterano de guerra y su esposa, un muchacho alcohólico, una madre y su hijo enganchado a los videojuegos y un grupo de pequeños narcotraficantes comandado por un hooligan que extorsiona a sus vecinos a cambio de protección. En ese microcosmos coinciden la decencia y el matonismo, pero ante todo prima la ley del silencio, incluso cuando muere un inocente. Becky, la protagonista, fue la única que hizo algo por salvar a la víctima, pero negó saber nada del asunto ante la policía. Su prometedor ligue de una noche es el primero en caer asesinado por las balas de un personaje que ha planificado su acción para que no quede ni un solo habitante del bloque con vida. La cámara, según el esquema de Nunn y Thompson, se mueve nerviosa a través del largo pasillo, de las precarias viviendas y de los rostros de unos personajes que saben que su vida puede acabar en cuestión de segundos. Ritmo excelente, buen montaje, música electrónica y vigor extremo en una puesta en escena inspirada.
Como cuento moral, en Francotirador se alternan virtudes y flaquezas, y ello porque el guión, que parte de una premisa más que interesante, se diluye en una parte final que cae en lo previsible y chirría en un aspecto tan fundamental como la identidad del asesino, elemento que resta verosimilitud a una historia cuyas virtudes iniciales no llegan, sin embargo, a desaprovecharse del todo. Se incide en la problemática de la basura blanca, se toca el muy actual tema de la gentrificación (de hecho, lo primero que piensan los vecinos es que, al ser los últimos habitantes del bloque por realojar, el asesino puede estar enviado por la inmobiliaria que desea sacárselos de encima) y se tiene el acierto de no caer en el buenismo: las desgracias de los personajes no son, precisamente, fruto de la casualidad. Si son víctimas, lo son, en primer lugar, de sí mismos.
No me parece que el apartado interpretativo sea especialmente brillante, lo cual es casi una novedad en una película británica. El trabajo de Sheridan Smith, en el papel de una oficinista convertida, por el peso de las circunstancias, en una especie de superheroína, me parece correcto, pero no más. Creo que la película acierta al mostrar que muchos de los matones de barrio no tienen media hostia expuestos a situaciones de verdadero peligro, y que la gente común puede mostrar más fortaleza y claridad mental en esos momentos, pero el personaje de Becky cae en el estereotipo moderno, y la actriz que lo interpreta no aporta mucho más a lo escrito por James Moran. Mi favorito del reparto es Jack O´Connell, muy bien en el papel de hooligan del ghetto, aunque no tengo muy claro si el muchacho actúa demasiado. Si lo hace, lo hace muy bien, que conste. Del resto, bien Russell Tovey, Jill Baker, Julie Graham y Ralph Brown. Otros, como Loui Batley o Christopher Fulford, me parecen intérpretes más flojos.
Francotirador es un film vibrante, que entretiene desde el primer minuto y, dentro de su irregularidad, tiene el don de no limitarse a ser un rutinario thriller de acción justiciera. Sus directores tienen cosas por pulir, pero no son torpes a la hora de contar historias capaces de llegar al gran público y, a la vez, de no conseguirlo ofreciéndole un producto espectacular, pero vacío.