MISS SLOANE. 2016. 132´. Color.
Dirección: John Madden; Guión: Jonathan Perera; Dirección de fotografía: Sebastian Blenkov; Montaje: Alexander Berner; Música: Max Richter; Diseño de producción: Matthew Davies; Dirección artística: Mark Steel; Producción: Ariel Zeitoun, Kris Thykie y Ben Browning, para FilmNation Entertainment-Archery Pictures-Transfilm-France 2 Cinéma (EE. UU.-Francia).
Intérpretes: Jessica Chastain (Elizabeth Sloane); Mark Strong (Rodolfo Schmidt); Gugu Mbatha-Raw (Esme Manucharian); Michael Stuhlbarg (Pat Connors); John Lithgow (Senador Sperling); Sam Waterston (George Dupont); David Wilson Barnes (Daniel Posner); Alison Pill (Jane Molloy); Jake Lacy (Forde); Lucy Owen (Cynthia Green); Ennis Esmer (Brian); Chuck Shamata (Bill Sandford); Dylan Baker, Aaron Hale, Douglas Smith, Noah Robbins, Al Mukadam, Grace Lynn Kung, Raoul Bhaneja, Zach Smadu.
Sinopsis: Una poderosa ejecutiva de una empresa lobbística decide abandonarla y dirigir una campaña promovida para aprobar una ley que restringe la venta de armas.
Si bien es cierto que hace dos décadas obtuvo innumerables reconocimentos por su película Shakespeare enamorado, la carrera como cineasta del británico John Madden es bastante irregular y carente de obras de verdadero fuste. Su última película estrenada, El caso Sloane, es lo que más se acerca a un film redondo que jamás haya hecho Madden, pero su acogida popular fue más bien tibia y su cosecha de galardones, casi inexistente.
Muchas películas se han rodado, a partir de los contestatarios años 60, en las que se pone el foco sobre la corrupción existente en la Administración estadounidense. En pleno apogeo del descrédito generalizado de la clase política, El caso Sloane aborda uno de los aspectos que más han influido en ese estado de ánimo colectivo: la enorme influencia de los lobbies, cuyo sentido de la ética es inexistente, sobre los legisladores. El protagonismo recae en Elizabeth Sloane, una alta ejecutiva tan inteligente como fría que trabaja para una de las principales empresas dedicadas al innoble arte de corromper el sistema. Sin embargo, cuando la corporación para la que trabaja se pone al servicio de la industria armamentística, que busca neutralizar un proyecto de ley ideado para restringir la venta de armas de fuego, Elizabeth decide cambiar de bando y trabajar para quienes buscan que esa ley sea aprobada. Para ello, se lleva a buena parte de su equipo y organiza una campaña mediática que degenera en una espiral de juego sucio entre los defensores y los detractores del proyecto de ley que, finalmente, lleva a Elizabeth a declarar ante una comisión del Senado para hacer frente a acusaciones de malas prácticas.
Una de las grandes bazas de El caso Sloane es su guión, escrito por un Jonathan Perera que, por momentos, parece un Aaron Sorkin en estado de gracia. El problema es que Perera acaba gustándose demasiado a sí mismo y se saca de la manga un giro final que, sin dejar de ser ingenioso, resta verosimilitud a una película que ya era grande antes del último truco y que, con él, lo es algo menos. Perera construye una compleja trama en torno a una protagonista que es bella, inteligente, brillante… y una psicópata de manual, capaz de destrozar a quien haga falta para obtener sus fines y a la que, pese a que ocasionalmente recurre a prostitutos para satisfacer sus necesidades sexuales, lo que de verdad excita es el poder. Perera y Madden aciertan al exponer que el cambio de bando de Elizabeth se debe más a su desmedido ego (al comprobar lo burda que es la estrategia con la que el lobby de las armas pretende aumentar su predicamento entre el público femenino, cuyo apoyo le resulta imprescindible, Sloane sabe que el reto a su altura no es apoyar a los más poderosos sino, por una vez, combatirlos) que a razones personales, aunque las haya. También es de alabar que la película deje claro que, en un mundo podrido y sin ética, que diría Makinavaja, las buenas causas necesitan, para prosperar, que algunos hijos de puta las apoyen, empleando los mismos métodos que los seres de esa especie suelen utilizar casi siempre para perjudicarlas. No obstante, la película se toma demasiadas molestias durante el metraje en mostrar que la psicópata que la protagoniza (adversarios y subordinados comentan sin prejuicios la ausencia de feminidad en Elizabeth Sloane: ciertamente, ella es un verdadero macho Alfa, aunque tenga vagina) no es integral, sino que puede ser también vulnerable y no estar exenta de principios, como para que resulte creíble que todo lo que hemos visto sea fruto de un plan diseñado al milímetro.
John Madden no es un artista, ni tampoco un autor, pero sí un cineasta competente, que sabe ilustrar una buena historia sin estridencias ni excesivo afán de protagonismo. En general, el envoltorio técnico de la película es más que correcto: los thrillers judiciales acostumbran a ser planos y mucho más satisfactorios para el intelecto que para la vista, pero Madden, que es consciente de que no va a inventar la sopa de ajo, y su notable equipo de colaboradores saben transmitir la fuerza de una historia que, de eso, va bastante sobrada, sin que su trabajo interfiera en la recepción de ésta por parte del espectador.
La otra gran baza de la película es su reparto o, mejor dicho, la impresionante interpretación de esa actriz mayúscula llamada Jessica Chastain. La perfección no existe, pero lo que ella hace en esta película se le acerca bastante. Protagonista absoluta (es difícil encontrar un fotograma en el que ella no aparezca), la actriz californiana hace un verdadero tour de force acompañada de un puñado de excelentes actores, como los veteranos John Lithgow y Sam Waterston, o con intérpretes de acreditada valía como Mark Strong y Michael Stuhlbarg. Otros actores, como Gugu Mbatha-Raw o Jake Lacy, están a un nivel más discreto, por debajo del que muestran, por ejemplo, David Wilson Barnes o Alison Pill.
El caso Sloane es un ejercicio de buen cine al que quizá le sobre el último regate. Con todo, posee un guión brillante, unos diálogos cargados de inteligencia y mala baba y un trabajo actoral de categoría. Mucho talento para mostrar las cloacas del poder en la que es la mejor película dirigida por John Madden.