MASTERSON OF KANSAS. 1954. 70´. Color.
Dirección: William Castle; Guión: Douglas Heyes; Director de fotografía: Henry Freulich; Montaje: Henry Batista; Música: Mischa Bakaleinikoff; Dirección artística: Paul Palmentola; Producción: Sam Katzman, para Columbia Pictures (EE.UU).
Intérpretes: George Montgomery (Bat Masterson); Nancy Gates (Amy Merrick); James Griffith (Doc Holliday); William Henry (Charlie Fry); Bruce Cowling (Wyatt Earp); Jean Willes (Dallas); John Maxwell (Amos Merrick); David Bruce (Clay Bennett); Benny Rubin, Gregg Barton, Donald Murphy, Gregg Martell, Sandy Sanders, Jay Silverheels.
Sinopsis: Bat Masterson, sheriff de Dodge City, y Doc Holliday, jugador y pistolero, deben aparcar sus diferencias y unir sus fuerzas para socorrer a un inocente que ha sido condenado a muerte.
1954 fue, sin duda, el año más prolífico para el conocido director de películas de serie B William Castle, pues durante ese año filmó la friolera de ocho largometrajes, casi todos westerns, género en el que este cineasta se especializó en aquellos años. Masterson de Kansas es uno de esos films, ideados para las sesiones dobles de los cines, que tuvo más reconocimiento que otros de semejante calibre, seguramente porque su guión incorporaba a tres mitos del Oeste: Wyatt Earp, Doc Holliday y el menos conocido de todos, Bat Masterson, que aquí es el protagonista de la función.
Desde el movido inicio, con la persecución a una diligencia por parte de un numeroso grupo de jinetes indios, el espectador tiene claro que aquí nadie pretendía hacer arte, sino elaborar un producto de evasión, un puro entretenimiento para el espectador medio. Lo bueno es que eso se consigue con creces, y que la falta de pretensiones no es sinónimo de descuido en la realización o de ausencia de un guión con cara y ojos. Es cierto que en Masterson de Kansas poco hay de original, pero no por ello su argumento es sólo digerible por cerebros simples. Para empezar, la película presenta a los indios como defensores de una causa justa, la de mantener con vida a Amos Merrick, un hombre de principios que ha logrado un acuerdo de paz con los nativos a cambio de cederles unas tierras que los ganaderos de la zona ansían poseer. Sin embargo, Merrick es acusado de asesinato, motivo por el cual Bat Masterson, sheriff de Dodge City y amigo de Wyatt Earp, decide intervenir en el asunto por creer en la inocencia de Merrick, pese a que su prioridad es batirse en duelo con Doc Holliday, el famoso jugador y pistolero, quien hace caso omiso a la advertencia de Masterson de que pagaría con su vida un eventual regreso a Dodge City. La acusación y el juicio contra Masterson marcan una tregua en la enemistad de ambos hombres. Dicha tregua es producto de las gestiones del mejor amigo de ambos, Wyatt Earp, y también de los sentimientos amorosos que despierta en Masterson y Holliday la joven hija de Merrick.
Todo esto lo apaña, con no poco dominio del medio, William Castle en 70 minutos contados. Apenas hay tiempos muertos, y siempre se va al grano, lo que es fundamental en el caso de una película de esta naturaleza. Las escenas en exteriores son, básicamente, persecuciones y tiroteos rodados con intachable corrección. Todos los tópicos del western están en Masterson de Kansas (los dos hombres unidos pese a sus diferencias por una causa justa y enamorados de la misma mujer, los ganaderos y terratenientes sin escrúpulos, la rectitud de los servidores de la ley, la cantante de cabaret, los tiroteos contra bandadas de enemigos en los que los héroes acaban con los maleantes y siguen llevando la camisa impoluta…), pero ninguno de ellos chirría en exceso, gracias en parte a que el libreto de Douglas Heyes deja espacio para algunos diálogos ingeniosos y sabe combinar todos esos tópicos con gracia. La puesta en escena no merece más que un aprobado, pero la película no hace trampas en la manera de conseguir lo que busca. Me gusta, por ejemplo, cómo se muestra el carácter irreflexivo de las personas, y la facilidad con que son manipuladas para proceder al linchamiento de un hombre que ha sido condenado merced a un falso testimonio, pues ni siquiera se hallaba cerca del lugar del crimen. También aprecio que la subtrama romántica se exponga, como todas las demás, únicamente lo imprescindible. Y me gusta la manera en la que Castle filma el tiroteo final, con Earp, Hollyday y Masterson caminando al unísono sobre el suelo polvoriento de Dodge City. Por muy de serie B que sea, un western precisa de épica.
El reparto no es demasiado distinguido, pero cumple. George Montgomery, actor visto en docenas de películas del Oeste, no es muy expresivo que digamos, y la parquedad de su personaje parece más fruto de sus limitaciones que de las exigencias del libreto. En cambio, James Griffith nos presenta a un convincente Doc Holliday, sin duda el personaje con más gancho de cuantos aparecen en pantalla. Nancy Gates, actriz hiperactiva por aquella época, demuestra buen nivel, lo mismo que Jean Willes en el papel de Dallas, la cantante de cabaret. William Henry, el malvado de la función, cumple a secas, e igual comentario, siendo algo más generosos, merece la labor de Bruce Cowling, actor de breve carrera, como Wyatt Earp.
Un buen western para pasar el rato, con todas las virtudes y todos los defectos que de esa frase cabe extraer. Un producto bien manufacturado, en todo caso, que agrada por su ausencia de pretensiones, por su concisión y por su corrección estilística.