Cuando todo se confabula para irse a la mierda, es bueno que los puestos de responsabilidad los ocupen las personas idóneas. Esto ocurre pocas veces, pero sucedió, por fortuna, durante la crisis del euro, que no fue todavía peor porque al frente del Banco Central Europeo estaba Mario Draghi, un hombre que supo tomar las decisiones adecuadas en un momento clave y que ahora deja esa institución mucho mejor de lo que la encontró. Por desgracia, es infrecuente que los gestores públicos nos den motivos para el elogio, así que vaya el mío para un hombre que posee la rara virtud de la sensatez, e hizo gala de ella cuando todo el mundo, empezando por quienes dirigían el Bundesbank y el ministerio de Economía en Alemania, parecía habérsela fumado. Salvar el euro con una sola frase es quizá el mayor de sus méritos, pero no el único. Esperemos que su sucesora, que no reúne los requisitos exigibles para ocupar el puesto, no nos haga añorar a Draghi más de lo imprescindible.