MEARI TO MAJO NO HANA. 2017. 102´. Color.
Dirección: Hiromasa Yonebayashi; Guión: Hiromasa Yonebayashi y Riko Sakaguchi, basado en la novela de Mary Stewart The little broomstick; Dirección de fotografía: Toru Fukushi; Montaje: Toshihiko Kojima; Música: Takatsugu Muramatsu; Dirección artística: Tomoya Imai y Tomotaka Kubo; Producción: Tetsu Shinagawa, para Studio Ponoc (Japón).
Intérpretes: Hana Sugisaki (Voz de Mary); Ryunosuke Kamiki (Voz de Peter); Yuki Amami (Voz de Madam Mumblechook); Fumiyo Kohinata (Voz del Doctor Dee); Hikari Mitsushima (Voz de la bruja pelirroja); Jiro Sato (Voz de Flanagan); Kenichi Endo (Voz de Zebedee); Eri Watanabe (Voz de Miss Banks); Shinobu Otake (Voz de la tía-abuela Charlotte).
Sinopsis: Una niña, que se aburre en una casa de campo perteneciente a su familia, descubre por casualidad unas misteriosas flores en el bosque que le abren el camino a un mundo desconocido.
Mary y la flor de la bruja fue la primera película creada por el Studio Ponoc, compañía fundada por ex-empleados del Studio Ghibli con la intención de recoger el testigo dejado por la legendaria factoría de animación japonesa. El encargado de dirigir este debut cinematográfico fue Hiromasa Yonebayashi, que años atrás había sido el responsable de Arrietty y el mundo de los diminutos, en mi opinión uno de los mejores filmes de Ghibli que no llevan la firma de Hayao Miyazaki. Si a esto añadimos que el guión está coescrito por Riko Sakaguchi, que firmó el libreto de la excelente El cuento de la princesa Kaguya, es evidente que el primer film de Ponoc despertó grandes expectativas que se vieron, en parte, frustradas, pues la película es buena, pero no pasa de ahí. Por ello, esta reseña se centrará en los aspectos que alejan a Mary y la flor de la bruja de la excelencia habitual en esta clase de obras.
Como en Arrietty, Yonebayashi recurre a una novela infantil occidental protagonizada por una niña, pero con resultados inferiores. Diría que uno de los motivos es la propia novela, pues la parte literaria de la película da la impresión de ser un Harry Potter de marca blanca. Servidor, que se confiesa bastante refractario a la magia, o a eso que comúnmente se asocia a tal nombre, conserva pese a ello un cierto (o notorio, según sus aburridos detractores) espíritu infantil que le hace susceptible de ser hechizado por esta clase de películas… siempre que no participen, como es el caso, de la idea de que los niños se lo tragan todo. Una cosa es que la película esté destinada principalmente al público infantil, lo cual es del todo lícito, y otra ofrecer una historia que, en lo que se refiere a la coherencia narrativa, no resiste un escrutinio crítico mínimamente detallado. Demasiadas cosas en el film suceden porque sí. Al margen de esto, la verdad es que la película, después de un brillante prólogo, pierde mucho fuelle y, en su parte central, llega a aburrir. Mary, la protagonista, es una niña que, de tan ingenua, resulta plana, y el sustentar todo el peso de la obra sobre sus hombros me parece un error de cálculo. Puede que a los secundarios les falte complejidad, pero opino que la narración saldría ganando si se les diera más peso, porque la verdad es que el film remonta, y bastante, en la parte final, en la que Mary es más una pieza del engranaje que el eje sobre el que todo él se vertebra.
Una vez anotadas las carencias narrativas que encuentro en el film de Yonebayashi, he de añadir que la animación y la música, dos elementos que engrandecen con suma frecuencia los films de Ghibli, aquí rayan a un nivel más mundano, y mejor, como toda la película, en las escenas que suceden en el aire o en la universidad mágica a la que llega Mary tras encontrar las flores, que en las terrestres, que dejan la sensación de que estamos ante algo que ya hemos visto otras veces (en el mencionado film anterior de Yonebayashi, sin ir más lejos) con resultados más distinguidos. La banda sonora no pasa de correcta, lo cual sería menos relevante si la estructura narrativa fuese más sólida.
En lo referente al mensaje, la película, como los clásicos films de terror y ciencia-ficción, nos dice que hay ciertas cosas que es mejor no tocar, ante el riesgo de que caigan en manos equivocadas. En el fondo, se nos habla de la clonación, pero tampoco queda demasiado claro si, más allá de su querencia por transformar a animales y personas en seres de formas extrañas, Madam Mumblechook y el Doctor Dee (en una propuesta de esta índole no puede faltar un científico loco) planean utilizar los ilimitados poderes que otorgan las flores mágicas para fines realmente destructivos. Ambos personajes, hasta la parte final, se perciben como más peculiares que malvados, y quizá un mayor punto de crueldad en ellos haría más creíble el conjunto.
Hana Sugisaki cumple con su función de hacer que Mary sea la personificación de la inocencia infantil, pero opino que el actor que más destaca es Fumiyo Kohinata, todo un veterano del audiovisual nipón que da voz al Doctor Dee. Yuki Amami es una buena Madam Mumblechook, y las voces de Ryunosuke Kamiki y Shinobu Otake no consiguen dar un mayor empaque a unos personajes bastante planos.
En definitiva, Mary y la flor de la bruja es un film que se queda lejos de las obras mayores de Ghibli por su endeblez narrativa y porque sus elementos técnicos tampoco rayan al nivel excelso característico del sello. La sombra de Miyazaki es muy alargada, y aquí se intenta emular su universo, pero sin que aparezcan huellas de la inspiración del maestro. En Ponoc hay talento (sólo hay que ver el prólogo de esta película para comprobarlo), pero necesitan mejores historias, y desde luego más tiempo, para poder desarrollarlo con plenitud.