HAL. 2018. 91´. Color.
Dirección: Amy Scott; Guión: Amy Scott; Dirección de fotografía: Adam Michael Becker, Jonathon Narducci y Alexandre Naufel; Montaje: Sean Jarrett, Brian Morrow y Amy Scott; Música: Heather McIntosh; Producción: Christine Beebe, Lisa Janssen, Brian Morrow y Jonathan Lynch, para Sharp Pig-Saboteur Media (EE.UU.).
Intérpretes: Hal Ashby, Norman Jewison, Haskell Wexler, Jon Voight, Jane Fonda, Alexander Payne, Robert Towne, David O. Russell, Cat Stevens, Bud Cort, Adam McKay, Tony Bill, Louis Gossett Jr., Lisa Cholodenko, Judd Apatow, Jeff Bridges, Pablo Ferro, Caleb Deschanel, Lee Grant, Leigh McManus, Buddy Joe Hooker, Beau Briges, Allison Anders, Jeff Wexler, Rossanna Arquette, Lynn Stalmaster.
Sinopsis: Documental biográfico sobre el director Hal Ashby.
Amy Scott pasó del montaje a la dirección de largometrajes con Hal, un documental biográfico sobre un cineasta hoy bastante olvidado, pero que en los años 70 fue uno de los más importantes del cine estadounidense.
No es casualidad que el film comience y finalice en una sala de montaje, pues es el lugar que mejor conoce la directora, y también el centro neurálgico del universo cinematográfico del biografiado. Hal Ashby era un inadaptado profesional, que había pasado por docenas de trabajos y un par de matrimonios fallidos antes de partir hacia California con el mismo objetivo con el que, desde hace más de dos siglos, millones de personas han viajado hacia esas tierras: mejorar su fortuna. Ashby lo consiguió en la industria del cine, y en concreto en las salas de montaje: una dedicación de espíritu estajanovista acabó convirtiéndole en uno de los grandes maestros de esa importante disciplina, y ahí quedan sus trabajos a las órdenes de Norman Jewison para demostrarlo. El testimonio de este veterano director, que compartió años de éxitos, vivencias y películas con Ashby, es uno de los más sentidos del documental, pues más allá de sus afinidades políticas o profesionales, entre ambos había una profunda amistad. Jewison fue quien empujó a Ashby a cumplir su ambición de dirigir películas que fueran el espejo de su posicionamiento político progresista. Ese talante libertario y esas ideas avanzadas en cuestiones sociales fueron muy bien recibidas entre quienes se encontraban en pleno ascenso al poder en la industria de Hollywood, y por ello Ashby, que nunca tuvo buenas relaciones con la autoridad, consiguió levantar una serie de proyectos que aunaban calidad y compromiso. No fue, sin embargo, hasta Shampoo, la más floja de sus primeras obras, cuando Ashby consiguió su primer éxito de taquilla. Después, la gloria, primero con un film biográfico sobre Woody Guthrie, y más tarde con El regreso, un drama sobre los veteranos de Vietnam que se alzó con varios Oscars, y Bienvenido Mr. Chance, fábula político-moral que en muchos aspectos es la obra maestra de Ashby. Cuando la luz del Nuevo Hollywood se apagó, la carrera de este director, que ya arrastraba fama de conflictivo y de drogadicto, cayó en picado: la industria le dio la espalda, y sus películas de los años 80 son, excepto el documental de los Rolling Stones Let´s spend the night together, de una calidad muy inferior a la de sus mejores trabajos.
Queda claro que el objetivo de Amy Scott es el de reivindicar a un cineasta cuya obra ha caído en el olvido, y con el que siente una gran afinidad. Por ello, se suceden los testimonios laudatorios y se pasa más de puntillas sobre los aspectos más oscuros del personaje, así como por sus obras menos distinguidas. Aparece, eso sí, una de las hijas del cineasta para expresar que esa paz y ese amor que Hal Ashby reivindicaba, incluso al recibir el Oscar al mejor montaje por En el calor de la noche, pocas veces los halló en su vida personal. En el haber de la directora está el saber transmitir la historia con agilidad (en cuanto a montar un film con eficacia, es evidente que Amy Scott ha tenido un buen maestro) y el haber contado no sólo con multitud de colaboradores de Ashby, que aportan su documentada visión del personaje, sino también con una serie de autores contemporáneos que muestran la influencia que el más maldito, con permiso de Michael Cimino, de los directores del Nuevo Hollywood ha ejercido sobre sus respectivas obras. Reitero que el testimonio de Norman Jewison me parece el de más valor, porque reúne la triple condición de cineasta, mentor y amigo, pero también son muy interesantes las intervenciones de Jon Voight, Louis Gossett Jr. y, por la lucidez en el análisis, Alexander Payne. El valor añadido, y es mucho, lo aportan las declaraciones y escritos del propio Ashby que se recogen en la película.
Hal es un loable y conseguido intento por devolver a la actualidad a un director del que hoy pocos se acuerdan, pero que tuvo una década de esplendor creativo que dio varios notables frutos, y cuya trayectoria subraya la importancia que las salas de edición y la libertad del creador tienen en el cine.