A DANGEROUS METHOD. 2011. 100´. Color.
Dirección : David Cronenberg; Guión: Christopher Hampton, según su obra de teatro The talking cure, basada en el libro de John Kerr A most dangerous method. Director de fotografía : Peter Suschitzky; Montaje : Ronald Sanders; Diseño de producción: James McAteer; Música: Howard Shore. Vestuario: Denise Cronenberg. Producción: Jeremy Thomas, para Recorded Pictures Company- Lago Films (Canadá).
Intérpretes: Keira Knightley (Sabine Spielrein); Michael Fassbender (Carl G. Jung); Viggo Mortensen (Sigmund Freud); Vincent Cassel (Otto Gross); Sarah Gadon (Emma Jung); André Hennicke, Arndt Schwering-Sohnrey, Mignon Remé.
Sinopsis: El joven psiquiatra Carl Jung, discípulo y admirador de Sigmund Freud, conoce a éste a través de una paciente, Sabine Spielrein, que padece brotes psicóticos a causa de sus traumas infantiles y que, tras su mejoría, demuestra notables aptitudes para el psicoanálisis y se convierte en la amante de Jung.
Dicen que la nueva película de David Cronenberg es la menos cronenberguiana de toda su filmografía. Discrepo. La más clásica, la más académica, desde luego, pero tanto en la estética como en la temática la huella del director canadiense es fácilmente reconocible en muchos momentos del film. Cronenberg es un director frío, que filma con precisión casi quirúrgica y hace escasas, y cada vez menores, concesiones al efectismo. Un cineasta que hace películas desde y para el cerebro, y que más de una vez ha declarado que le encanta sumergirse en las ciénagas de la mente humana. Por tanto, era fácil que se sintiera empujado a llevar al cine una obra teatral de Christopher Hampton que habla de la relación casi paternofilial entre los dos tótems del psicoanálisis, Sigmund Freud y Carl Jung.
Uno de los grandes méritos de esta película es que, si al entrar a verla uno desconoce que es una adaptación cinematográfica de una obra teatral, puede que no lo note durante todo el metraje. La obra está ahí, y se trata de un texto muy rico y sugerente, pero la puesta en escena esquiva con gran destreza el peligro del teatro filmado. El eje central de la película es el personaje de Jung, al principio un feliz hombre casado, de situación económica muy holgada y que idolatra a Freud. Pero todo cambia cuando en su vida aparecen tres personajes: su joven paciente Sabine Spielrein, el propio Freud en carne y hueso, y el bohemio Otto Gross. La primera le confirma la capacidad sanadora del método psicoanalítico, posee una gran inteligencia y le atrae sexualmente, pese (o gracias a) sus tendencias masoquistas. Freud es el patriarca, firme en sus convicciones, consciente de la importancia de su trabajo, la figura paterna a la que primero se adora y después se rechaza. Y Gross, personaje de aparición tan breve como destacable, es el detonante de muchas de las cosas que ocurrirán después, empezando por la relación amoroso-sexual entre Jung y Sabine. A través de su interacción con estos tres personajes, el psiquiatra suizo va pasando de su «filisteísmo burgués» y de su ciega obedencia al padre-mentor, a saltarse las barreras de la ética profesional y de la moral de la época, y sobre todo a ser capaz de hacer valer sus propias ideas. La película nos narra, pues, el tránsito del Jung cordero al Jung león, dicho en términos nietzscheanos, aquí utilizados en clave más literaria que filosófica. Y lo hace con extrema contención, entrando en la ciénaga pero sin retozar nunca en ella. Cronenberg siempre ha sido un cineasta que prefiere sugerir antes que mostrar, y esa tendencia suya también se va acrecentando a medida que pasan los años y se suceden las películas. En clave narrativa, ésta no presenta fisuras, ni contiene capítulos prescindibles. Se aportan sugerencias interesantes sobre los verdaderos motivos de la ruptura entre Freud y Jung, incluyendo los prejuicios de clase y la cuestión racial. Se explica de manera sencilla y creíble cómo alguien puede obtener placer mediante el castigo físico, y los diálogos son científicamente interesantes sin caer en la pedantería o la redundancia.
El trabajo de Shore y Suschitzky, colaboradores de Cronenberg desde hace décadas, es, como casi siempre, sobresaliente. En cuanto a los actores, considero que la interpretación de Michael Fassbender es muy buena, y que se confirma que el encuentro Mortensen-Cronenberg está siendo muy afortunado para las carreras de ambos. Keira Knightley está cerca de arruinar las primeras escenas del film con su sobreactuación, pero, sin llegar a entusiasmar, se agradece ver cómo su interpretación se recompone a medida que lo hace su personaje. Mención especial para Vincent Cassel, excelente en un papel corto pero tan importante como agradecido.
En suma, un film muy interesante, altamente recomendable para aquellos que estén interesados en el psicoanálisis, y en general para quienes creen que el cine es algo más que explosiones, sentimentalismo barato y palomitas a cubos.