Hala, pues ya tenemos gobierno de coalición al canto, forjado en un día por los mismos que fueron incapaces de pactarlo en seis meses, y que se han dejado más de 1.300. 000 votos por el camino desde abril a octubre. Mi limitado intelecto no es capaz de comprender los motivos por los que largos meses de reproches mutuos han derivado en un sentido abrazo exprés a la luz de los focos. He de confesar que, en otro tiempo y en otro lugar, la formación de un gobierno de izquierdas en España me hubiera ilusionado bastante. Hoy, ilusión respecto a la política, no me queda ninguna, y además creo que la situación económica que se nos viene encima (la buena noticia de la semana es que Alemania ha esquivado la recesión, aunque sea por la mínima) requiere de un gobierno más sólido y preparado que el que previsiblemente vamos a tener. Por otro lado, intuyo que quienes vivimos en Cataluña y nos oponemos al independentismo seremos los principales damnificados de este preacuerdo, así que la sensación que a uno le queda después de todo es la de una inmensa tomadura de pelo, máxime cuando ese preacuerdo es una verdadera carta a los Reyes Magos que da muy pocas pistas respecto a cómo va a materializarse en medidas concretas, que es lo que de verdad importa.