La absolución de Francisco Camps y sus compinches de la Hermandad del Traje Gratis me produce asco, si bien no es más que una nueva palada de arena en la fosa de un país podrido. El hecho de que el veredicto haya sido dictado por un jurado popular (nunca mejor dicho), ratifica que esta institución no funciona en España, y debería suprimirse. Hasta los menos avispados sospechábamos que Camps y su banda iban a irse de rositas, a pasear libremente por unas calles en las que, por desgracia, nadie les escupirá a la cara. Aún así, el hecho produce asco, casi tanto como oír decir a Maricospi que se ha hecho justicia, y que el PSOE debería pedir disculpas. En un mundo mejor, ella debería pedir socorro.
Uno de los cabecillas de la trama Gürtel se hacía llamar Don Vito. Sólo por eso merecería ir a la cárcel. A mí, en cambio, me gustaría ser Bonasera y que, en casos como éste, uno pudiera acudir a un Don Corleone de carne y hueso para pedirle que se hiciera justicia. Y que la petición fuera atendida. Pero estas cosas no ocurren en el mundo real. Aquí, sólo queda aguantar el vómito y seguir hasta que todo explote.