ALMOST FAMOUS. 2000. 122´. Color.
Dirección: Cameron Crowe; Guión: Cameron Crowe; Director de fotografía: John Toll; Montaje: Joe Hutshing y Saar Klein; Música: Nancy Wilson; Dirección artística: Clay A. Griffith, Clayton Hartley y Virginia Randolph-Weaver; Producción: Ian Bryce, Lisa Stewart y Cameron Crowe, para Vinyl Films-Dreamworks Pictures-Columbia Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Patrick Fugit (William Miller); Frances McDormand (Elaine Miller); Billy Crudup (Russell Hammond); Kate Hudson (Penny Lane); Jason Lee (Jeff Bebe); Philip Seymour Hoffman (Lester Bangs); Zooey Deschanel (Anita Miller); Michael Angarano (Joven William); Anna Paquin (Polexia); Fairuza Balk (Sapphire); Noah Taylor (Dick Roswell); John Fedevich (Ed Vallencourt); Mark Kozelek, Liz Stauber, Jimmy Fallon, Olivia Rosewood, Bijou Phillips, Terry Chen, Pauley Perrette, Peter Frampton, Eric Stonestreet, Kevin Sussman.
Sinopsis: Un quinceañero amante del rock es requerido por una revista musical para hacer un reportaje sobre un grupo de moda. Acabará por unirse a otra banda en su gira por los Estados Unidos.
El éxito de Jerry Maguire empujó a Cameron Crowe a abordar un proyecto personal, de notorios tintes autobiográficos, sobre sus inicios como crítico musical allá por los primeros años de la década de los 70, en plena época dorada del rock. El regreso de Crowe a su primera juventud le granjeó buenas críticas, pues no en vano muchos, entre los que me incluyo, consideran que Casi famosos es la película más redonda de este irregular cineasta.
El film es la historia de un quinceañero, de gran inteligencia y convertido en el tesoro de una madre hiperprotectora que es además maestra, metido en plena vorágine de sexo, drogas y rock & roll. En una época en la que la música, y en especial el rock, disfrutaba de una relevancia cultural que hoy en día nos resulta impensable, William Miller se dedica a escribir críticas de sus discos favoritos, con la buena fortuna de que algunos de esos textos llaman la atención de Lester Bangs, todo un pope de la prensa musical, y de una de las publicaciones de referencia, Creem. Por obra y gracia de un puñado de jóvenes adictas al rock (y a los músicos que lo tocaban), lo que en principio iba a ser una entrevista frustrada a Black Sabbath se convierte en una inmersión en el universo de una banda en pleno ascenso, Stillwater, que de un día para otro considera al joven William su periodista de cabecera y se lo lleva con ellos de gira, en una experiencia que cambiará la vida del muchacho y despertará el interés de la revista musical más importante del momento, Rolling Stone. Se trata de un típico film iniciático, que destaca por su tono marcadamente nostálgico y por retratar desde dentro un ambiente, el de las postrimerías de la gran explosión de talento que vivió la música popular desde finales de la década de los 50, que por fuerza ha de interesar a todo melómano que se precie.
Tenemos al joven que despierta a la vida, a sus raíces, simbolizadas en su madre, que por suerte es retratada de un modo muy distinto al estereotipo de mujer posesiva y corta de entendederas, al ídolo (Russell, el guitarrista de Stillwater), a la chica (Penny Lane, algo más que una simple groupie) y a la voz de la sabiduría, personificada en Lester Bangs. Sobre las relaciones de todos ellos con el protagonista se articula este film ágil, muy bien escrito y, como por otra parte era casi un mandato bíblico, dueño de un banda sonora que es una maravilla en sí misma. Crowe consigue que el espectador se imbuya de esa atmósfera que él conoció de primera mano y es capaz de mostrar la complejidad de unos personajes que participan del tópico (en ellos suele haber mucho de verdad), pero van bastante más allá de él. Aún no se había llegado a la época en la que los viejos rockeros rememoraban sus antiguos desmanes en forma de autobiografía, y por ello lo que cuenta Crowe era bastante novedoso, y rezuma autenticidad. Como ocurre en toda la obra de este director, el film peca de blando, sobre todo en su tramo final, pero rezuma autenticidad y mejora al resto en lo que a la construcción de personajes y al desarrollo de la narración se refiere. Dentro de lo que es una evocación amable, Crowe también refleja la cara oscura del rock: la mercantilización, los hinchados egos de los músicos, nublados por la adulación y las drogas, la forma que los artistas tienen de utilizar a quienes en el fondo consideran sus súbditos, ya sean éstos periodistas o mujeres, su permeabilidad ante los manejos de los buitres que se lucran gracias al talento ajeno o el desmedido narcisismo de todo el conjunto. En la gloria estaba el embrión de las futuras miserias, nos dice Crowe con conocimineto de causa y la perspectiva que da el tiempo. En este aspecto, la escena del avión, en la que todo el mundo se sincera creyendo que está a punto de morir, es antológica, por ingeniosa y por divertida. Lástima que el edulcorado final rompa una magia que el film posee casi desde el primer fotograma.
Cameron Crowe no es un cineasta especialmente imaginativo en el aspecto visual, pero sí un cinéfilo aplicado y con oficio que conoce bien algunos de los trucos más válidos para ilustrar con acierto una historia siempre interesante porque, como dijo alguien, los músicos son personas como los demás pero con vidas mucho más apasionantes. La presencia de John Toll, que venía de hacer un trabajo majestuoso a las órdenes de Terrence Malick en La delgada línea roja, es el gran plus de la película a nivel técnico, al margen de su excelente montaje.
El título de la película se puede utilizar, no sin cierta ironía, para hablar de la carrera de muchos de sus principales intérpretes. No es el caso, desde luego, de dos monstruos que elevan el nivel de cualquier película en la que participan, como son Frances McDormand y el añorado Philip Seymour Hoffman. Ambos están, una vez más, sobresalientes. Patrick Fugit, que ha desarrollado una discreta carrera, posee expresividad, pero se le ve falto de tablas en algunos de los momentos más emocionalmente fuertes. Billy Crudup, un buen actor aquí en el papel de un guitarrista que por momentos parece haber perdido el sentido de la realidad, es de los que merece una nota más alta, junto a un Jason Lee al que el papel de vocalista más bien descerebrado le viene muy bien para sus capacidades. Kate Hudson, actriz de indudable encanto, no acaba de sacarle todo el jugo a un personaje que oscila entre lo despreocupado y lo melodramático, y, pese a que su labor hay que calificarla como buena, no mejora el trabajo de otras actrices del elenco como Fairuza Balk o Anna Paquin.
Lo dicho, la mejor película de Cameron Crowe, por la veracidad que desprende y la nostálgica gracia con la que está narrada. Un homenaje a una música y a una época inolvidables, que nos recuerda la importancia que tiempo atrás tuvo el rock & roll… y también los motivos por los que con el tiempo dejó de tenerla.