I AM THOR. 2015. 82´. Color.
Dirección: Ryan Wise; Guión: Ryan Wise; Dirección de fotografía: Ryan Wise; Montaje: Ryan Wise; Música: Christopher Ward (Original)/Thor (Canciones); Producción: Alan Higbee y Ryan Wise, para Blue Lame 61 Productions (EE.UU.).
Intérpretes: Jon Mikl Thor, Rusty Hamilton, Mike Favata, Steve Price, John Holmstrom, Keith Zazzi, Michael Pilmer, Lou Ferrigno, Ben Perman, John Fasano, Katherine Elo, John Hartman, Ed Prescott.
Sinopsis: Biografía de Jon Mikl Thor, culturista y cantante de hard rock.
Curtido en la realización de series televisivas, el director Ryan Wise se adentró en el terreno del documental musical para narrar la trayectoria de uno de los personajes más peculiares (y eso es mucho decir) del rock duro: Jon Mikl Thor, un hercúleo vocalista de origen canadiense en cuya carrera hay muchas más sombras que luces. La película ha circulado casi en exclusiva por los certámenes dedicados al género al que pertenece, pero constituye un impagable documento sobre el lado menos glamouroso del rock and roll.
En síntesis, el film cuenta la historia de alguien que ha empleado tanto esfuerzo como poca traza en la búsqueda del éxito. Personaje a la vez entrañable y patético, Thor, o más bien dicho su incapacidad para alcanzar el estrellato, es la suma de una falta de consciencia de las propias limitaciones y de un cúmulo de decisiones erróneas propias de alguien que vive en su propio mundo y cuyo contacto con la realidad es más bien difuso. La película sigue el habitual orden cronológico, y hasta que se sitúa en el primer regreso de Thor a los escenarios la narración es bastante sintética, incluso atropellada por momentos. No obstante, permite que el espectador acceda a la mente de esta especie de Ed Wood del rock & roll que ya desde pequeño soñó con convertirse en un superhéroe y creó un personaje, a medio camino entre la mitología nórdica y el culturismo kitsch, que se ha mantenido ajeno a los cambios vividos en las varias décadas transcurridas desde su irrupción, más allá de que el hipermusculado cuerpo primigenio haya degenerado en un superhéroe fondón, ya autoparódico a primera vista.
Primero forzudo de feria, más tarde protagonista de espectáculos cuasipornográficos, Jon Mikl Thor creyó, iniciada la segunda mitad de la década de los 70, que el rock sería la plataforma desde la que su personaje obtendría la ansiada fama. De acuerdo a su relato, el infortunio y el contacto con algunas de las distintas especies de chupasangres que pueblan el negocio musical impidieron su éxito masivo. Esta creencia derivó en una desmedida ansia por controlar cualquier aspecto de su carrera que, vista en retrospectiva, tuvo consecuencias más bien funestas para el protagonista de esta película, y para todos los que han acompañado, ya sea por lealtad o por pura compasión mal entendida, a Thor en su alocada carrera hacia el estrellato. El biografiado no tiene en cuenta que sus muy limitadas cualidades como vocalista y compositor (en su larga carrera, Thor no ha producido nada que se parezca a una canción perdurable), sus psicotrónicos videoclips y el hecho de que siempre haya optado por incluir en sus espectáculos elementos no menos descacharrantes tomados de sus vidas profesionales anteriores han impedido que alguna vez el público entendido pudiera tomarle en serio como músico. Servidor habla con conocimiento de causa, pues un amigo compró el vinilo del Live in Detroit y tuvo el detalle de grabármelo en cassette: para un adolescente fanático del heavy metal, era un disco que se dejaba escuchar, pero que musicalmente hablando no tenía nada que lo distinguiera de los cientos de grupos que buscaban su lugar en el sol en el universo metalero de la época; puestos a escuchar heavy inflado de testosterona, Manowar eran mejores (y, comparados con Thor, un modelo de clase y saber estar).
El siguiente paso de Jon Mikl Thor, ya que las puertas del estrellato rockero eran infranqueables para él, fue probar suerte en el cine. El resultado: unas cuantas películas de terror de esas que veías con tus colegas para reírte de lo malas que eran. Quizá si el canadiense hubiera optado por la acción musculosa, tan en boga en los 80 y que llevó a la fama a un puñado de forzudos incapaces de actuar, el destino de Thor hubiese sido otro, pero la cuestión es que el cine tampoco le dio lo que buscaba. Ello le provocó una crisis nerviosa de grandes proporciones (o un arranque de lucidez, vaya usted a saber) que se tradujo en un retiro de más de diez años junto a su esposa, Rusty Hamilton. Pero el gusanillo seguía picando, y Thor decidió regresar a los escenarios.
Ryan Wise narra la historia de este curioso personaje desde la óptica del fan, pero sin caer en la idolatría: muestra la infinita paciencia de la que hacen gala quienes siguen a Thor (por otro lado, una buena persona), o como éste es incapaz de asimilar su realidad, y también enseña la buena acogida que su espectáculo tuvo en varios grandes festivales escandinavos o la exquisitez con la que Thor ha tratado siempre a su público. Graves dolencias, hoteles de mala muerte y confesiones en las que la ciega esperanza se mezcla con el inconfundible olor de la derrota conforman el marco de este notable documental, que reclama a gritos una versión más extensa. Mención especial para Mike Favata y Steve Price, batería y guitarrista de Thor, dos auténticos obreros del rock cuyos testimonios rezuman honestidad. En conjunto, una pequeña joya del documental musical, artesana en la forma pero de contenido mucho más atractivo para el espectador que muchos de los films autorizados con los que las estrellas suelen dorarse la píldora a sí mismas.