20 FEET FROM STARDOM. 2013. 87´. Color.
Dirección: Morgan Neville; Guión: Morgan Neville; Dirección de fotografía: Nicola Marsh y Graham Willoughby; Montaje: Doug Blush (Supervisión); Música: Miscelánea. Canciones de Ray Charles, Ike Turner, Lou Reed, Talking Heads, Joe Cocker, David Bowie, Sting, The Rolling Stones, etc.; Producción: Gil Friesen, Caitrin Rogers y Michael K. Ross, para Gil Friesen Productions-Tremolo Productions (EE.UU.).
Intérpretes: Darlene Love, Lisa Fischer, Merry Clayton, Judith Hill, Claudia Lennear, Tata Vega, Patti Austin, Stephanie Stevvi Alexander, Jo Lawry, Gloria A. Jones, Mable John, David Lasley, Lou Adler, Julia Waters, Maxine Waters, Oren Waters, Bruce Springsteen, Bette Midler, Mick Jagger, Sting, Chris Botti, Stevie Wonder, Sheryl Crow, Janice Pendarvis, Sharon Robinson.
Sinopsis: Documental que narra la trayectoria de algunas de las coristas con mayor incidencia en la historia del pop y el rock.
Morgan Neville ha dedicado gran parte de su carrera cinematográfica a la producción y realización de documentales, muchos de ellos encuadrados en el ámbito musical. De todos sus trabajos, seguramente el más conocido y reconocido es A 20 pasos de la fama, un film que se centra en uno de los colectivos más minusvalorados del gremio de la música, las coristas. Los astros confluyeron, y Neville obtuvo el Oscar al mejor documental por esta película, que supuso el reconocimiento para un grupo de mujeres cuyos nombres no resultan familiares para el gran público.
Aunque desde los mismos comienzos de la música pop muchas voces conocidas se hicieron acompañar de otras, casi siempre femeninas, con el fin de darle un envoltorio de lujo a sus canciones, es cierto que ese microcosmos se alteró sobremanera con la aparición de varias mujeres de raza negra, todas ellas educadas musicalmente en el gospel, que aprovecharon el creciente empuje del soul y del rhythm & blues para posicionarse en lo más alto del escalafón de su gremio. La invasión británica también fue una gran noticia, pues muchas estrellas llegadas de Inglaterra como Elton John, Joe Cocker, David Bowie o los Rolling Stones admiraban sus excelentes voces y las incluyeron en sus grabaciones y conciertos. En buena lógica, el siguiente paso para mujeres como Merry Clayton, Darlene Love, Tata Vega o Claudia Lennear era alcanzar la fama lograda por cantantes como Aretha Franklin, Diana Ross o Dionne Warwick, pero por unos u otros motivos, y en ellos se explaya la película, ninguna de ellas llegó a ser una estrella de la música. Un nutrido grupo de celebridades se presta a loar las cualidades de estas vocalistas, al tiempo que desgrana las razones por las que, según su parecer, las puertas de la fama no se abrieron para ellas cuando se decidieron a alcanzar el centro del escenario. Al margen de que a algunas de ellas, como a las pertenecientes a la familia Waters, no les apetecía acarrear con el cúmulo de exigencias que arrastra consigo el estrellato, esas razones se resumen en una: ya en la edad dorada del pop, tener una gran voz no era sinónimo de éxito, pues para llegar a lo más alto de las listas deben juntarse multitud de factores, muchas veces ajenos a los propios artistas. El listado de cantantes y músicos de extraordinario talento que jamás cosecharon un significativo éxito discográfico es casi tan extenso como el de mediocridades que se pasean en limusina pese a poseer las mismas cualidades musicales que un gorrino. En estilos musicales más minoritarios es mucho más difícil que el talento pase desapercibido, pero la industria del pop es como la de la moda, pero con coartada musical.
A Neville se le nota para bien el oficio: sabe combinar de forma certera las imágenes del esplendor pretérito con los ajados rostros de las protagonistas, de cuya expresividad extrae mucho partido, en el presente. Alterna sus testimonios con los de las celebridades en un notable trabajo de montaje, que quiere dejar siempre claras las intenciones laudatorias y reivindicativas de los artífices de la película. Los momentos de mayor intensidad dramática, como dos protagonizados por Darlene Love (el efecto que produjo en ella escuchar una de sus viejas canciones en la radio de la casa que estaba limpiando y su tardío ingreso en el Rock and Roll Hall of Fame), están distribuidos de una forma que acentúa el respeto que siente el director hacia esas mujeres que tocan la gloria y hacen que los demás también lo hagan gracias a su voz. Porque pueden haber sido marginadas por la industria, cada vez más entregada a la búsqueda de marionetas atractivas cuyo talento musical es un elemento secundario, o no haber dado con buenos compositores o arreglistas, o haber tomado decisiones erróneas, o haber considerado que la presión de la fama era demasiado para ellas, o simplemente haber tenido mala suerte, pero todas estas mujeres poseen un don digno del homenaje que Morgan Neville les brinda.