Intuía que, al final del sinfín de resoluciones y recursos, Alberto Contador iba a ser sancionado por dopaje. Quizá por las sucesivas dilaciones en el anuncio del fallo, o por la endeblez de la defensa inicial (el ya famoso solomillo) del ciclista madrileño. Sea como fuere, lo cierto es que en España el dopaje en el deporte se persigue tirando a poco (véanse las operaciones Puerto o Galgo), y eso, la equiparación entre quienes juegan limpio y quienes no lo hacen, mengua la credibilidad de todos los deportistas sospechosos de consumir sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento, sean culpables o no. Antes que culpar al juzgador, el deporte español en pleno debería preguntarse si dedica los medios y esfuerzos necesarios para luchar contra el dopaje. La culpa no siempre es del árbitro.