RED DRAGON. 2002. 124´. Color.
Dirección: Brett Ratner; Guión: Ted Tally, basado en la novela de Thomas Harris; Dirección de fotografía: Dante Spinotti; Montaje: Mark Helfrich; Música: Danny Elfman; Diseño de producción: Kristi Zea; Dirección artística: Hosam Ibrahim y Steve Saklad; Producción: Dino De Laurentiis y Martha De Laurentiis, para Dino De Laurentiis Company- Universal Pictures-Metro Goldwyn Mayer (EE.UU.)
Intérpretes: Anthony Hopkins (Hannibal Lecter); Edward Norton (Will Graham); Ralph Fiennes (Francis Dolarhyde); Harvey Keitel (Jack Crawford); Emily Watson (Reba); Mary-Louise Graham (Molly Graham); Philip Seymour Hoffman (Freddy Lounds); Anthony Heald (Dr. Chilton); Frank Whaley (Ralph Mandy); Ken Leung, Frankie Faison, Tyler Patrick Jones, Lalo Schifrin, John Rubinstein, Mary Anne McGarry, Bill Duke, William Lucking, Gianni Russo.
Sinopsis: Will Graham, un ex-agente del FBI que consiguió la detención de Hannibal Lecter, es requerido por sus antiguos jefes para que colabore en la captura de un asesino que ha matado a dos familias.
Después del estreno de Hannibal, película de resultados artísticos más bien decepcionantes, el productor Dino De Laurentiis decidió doblar la apuesta y sacar adelante una adaptación cinematográfica del que, cronológicamente, es el primer libro de la trilogía que el novelista Thomas Harris dedicó a un personaje que se ha convertido en un icono popular: Hannibal Lecter, el refinado y culto psicópata antropófago. El dragón rojo no supuso el primer paso por el cine de la novela de idéntico nombre, que ya había sido llevada a la gran pantalla por Michael Mann, a mediados de los 80, en la notable Hunter. La critica consideró que la nueva entrega de la saga Lecter resistía bien las comparaciones con el film de Mann, así como con el dirigido por Ridley Scott, pero que en todo caso era inferior a El silencio de los corderos, la película cuyo éxito explica la existencia de la saga. Comparto este parecer, aunque opino que El dragón rojo es bastante superior a Hannibal.
Para llevar a cabo la adaptación, el veterano productor contrató a Brett Ratner, un director de esos que gustan a la industria: pulcro, rápido, impersonal y fácil de manejar. Su currículum se circunscribía hasta la fecha a la realización de un sinfín de videoclips para una serie de cantantes con más tirón que talento, y a haber dirigido las dos primeras entregas de una saga que ha cambiado la historia del cine: Hora punta. Semejante trayectoria invitaba al cinéfilo a caer en una profunda depresión tras el visionado de la película, pero lo cierto es que el trabajo de Ratner, sin ser distinguido, tampoco es desdeñable, y no peor que el desarrollado por Ridley Scott en la entrega precedente. El regreso de Ted Tally, el guionista de El silencio de los corderos, es una buena noticia, porque con él reaparecen algunos de los detalles que encumbraron a la mencionada película y la competencia para trasladar al espectador el truculento universo de Thomas Harris está más que demostrada. El film se inicia de un modo vibrante, con el encuentro entre el agente del FBI Will Graham y el doctor Hannbal Lecter, un encuentro que finaliza con derramamiento de sangre… y con la detención del salvaje de maneras aristocráticas más famoso que (no) existe. Años después, Graham, que vive retirado y se dedica a reparar barcos en Florida, recibe la visita de Jack Crawford, su antiguo jefe, y es invitado a colaborar en la investigación iniciada para detener a un peligroso asesino en serie que ha terminado con la vida de dos familias enteras. Como es de suponer, el avance en las pesquisas llevará al reencuentro entre Graham y Lecter.
El film posee atmósfera, un buen manejo de la intriga, una solvencia técnica que no admite dudas y un crescendo narrativo muy bien llevado, pero es preciso señalar que estamos ante una de esas películas destrozadas por su final. Si El dragón rojo concluyera con el incendio en la casa de Francis Dolarhyde (evocador apellido, no cabe duda) estaríamos hablando, según mi parecer, de una película notable, en la que los tópicos no molestan, las escenas compartidas por Graham y Lecter poseen un enorme magnetismo y las andanzas del psicópata (cuya identidad nos es desvelada muy pronto), que dan pie a una subtrama romántica con reminiscencias a Frankenstein y a una negra andanada contra la prensa sensacionalista, consiguen llamar la atención del público. Ocurre, sin embargo, que se introduce un giro final tan forzado como innecesario que, más que redondear, lastra. En una película en la que el horror se insinúa más que se muestra, quien acaba siendo asesinada es la coherencia narrativa. Y es una lástima, porque hasta entonces, repito, la cosa iba bastante bien.
Otro aspecto negativo a mencionar es que se desaprovecha bastante a Danny Elfman, un compositor talentoso aquí limitado a faenas de aliño. Ratner juega muchas veces la carta del efectismo visual, pero demostrando oficio y sin llegar al abuso barato, y el trabajo de Dante Spinotti, perfecto en la captación de un universo que es esencialmente tenebroso, es una de las grandes bazas de una película que, en lo visual, jamás flojea.
Que Anthony Hopkins se encuentra muy cómodo en la piel de Hannibal Lecter es algo que el espectador puede percibir en cada una de sus apariciones en escena. Con actores de su calibre, y personajes tan cinematográficamente interesantes, las cosas son más fáciles para un director, máxime si quien debe dar la réplica a la estrella es un actor de primera fila como Edward Norton, aquí en un papel más físico y menos matizado de los que acostumbra a interpretar, pero al mismo nivel sobresaliente de siempre. Ralph Fiennes, que es un gran actor, alterna momentos de notable brillantez con otros en los que da la sensación de no acabar de hallar el tono de su personaje, y acaba cayendo en el tópico. Bien Harvey Keitel, que sustituye a Scott Glenn en el rol de Jack Crawford, y soberbia Emma Watson como mujer doblemente ciega, por su propia falta de visión y por la obnubilación mental que le causa el amor. Philip Seymour Hoffman, otro maestro de la interpretación, da vida a un periodista de la peor calaña, y lo hace muy bien, aunque deja traslucir que para él se trata de un proyecto meramente alimenticio, y Mary-Louise Parker está simplemente correcta como esposa de Graham. A modo de curiosidad, mencionar la fugaz aparición de Lalo Schifrin como director de orquesta.
Podríamos estar hablando de un excelente thriller de no ser por su desmedido afán de rizar el rizo, pero lo cierto es que El dragón rojo es una muestra de que, cuando hay talento, no todas las secuelas han de ser un bodrio.