MADEO. 2009. 125´Color.
Dirección: Bong Joon Ho; Guión: Park Eun-Kyo y Bong Joon Ho; Director de fotografía: Hong Kyung-Pyo; Montaje: Moon Sae-Kyong; Música: Lee Byung-Woo; Diseño de producción: Ryu Seong-Hie; Vestuario: Choi Se-Yeon; Producción: Park Tae-Joon, Seo Woo-Sik y Moon Yang-Kwon, para CJ Entertainment-Barunson E & A (Corea del Sur).
Intérpretes: Kim Hye-Ja (Madre); Won Bin (Do-Joon); Goo Jin (Jin Tae); Yoon Jae-Moon (Yeon-Ju); Jeon Mi-Seon (Mi-Sun); Song Sae-Beauk (Detective); Chun Woo-Gee (Mi-Na); Yum Ou-Hyung (Abogado); Moon Hee-Ra (Ah-Jeong): Kim Gin-Goo, Lee Mi-Do, Jung Young-Ki, Ko Kyu-Phill.
Sinopsis: La madre de un joven con una deficiencia mental lucha con denuedo para demostrar la inocencia de su hijo, acusado de asesinato.
Una década antes de que se convirtiera en el director de moda a escala mundial, la cinefilia ya era consciente de que el de Bong Joon Ho era un nombre a subrayar en las libretas de quienes continúan reivindicando el cine de calidad. Si una película ha contribuido a la consagración internacional del hoy oscarizado cineasta, ésta es, sin duda, Mother, que fue alabada en multitud de festivales alrededor del mundo y tuvo una carrera internacional muy destacable, siendo pocos los que no apreciaron las virtudes de este drama criminal que aborda cuestiones sociales controvertidas sin hacer gala de la empalagosa moralina pijoprogre que no deja de extender su nefasta influencia en el arte de nuestro tiempo.
Hay películas que basan su éxito en lo lineal, en un viaje con el que los creadores del film pretenden transportar a los espectadores hacia algún lugar concreto, muy alejado de aquel desde donde se inició la travesía; otras, en cambio, funcionan como círculo. Mother pertenece, con absoluta seguridad, al segundo grupo. Incluso para quienes se enfrenten a su visionado con una absoluta ignorancia respecto a la obra de Bong Joon Ho, bastan unos pocos fotogramas para comprobar que estamos frente a un realizador de buenas maneras técnicas y dotado de una inteligencia difícil de hallar en tiempos mediocres. De hecho, esa primera escena, en la que una mujer madura, sola en el campo, ejecuta una extraña coreografía, puede dar la sensación de capricho, o incluso de no venir a cuento… de no ser porque, sin palabras, nos está explicando las dos horas de metraje que veremos a continuación. A eso se le llama talento.
Lo que vemos es, en esencia, el drama de una madre soltera instalada en la cincuentena cuando su único hijo, un joven con discapacidad mental, es acusado del asesinato de una joven a la que siguió después de salir, medio borracho, de un bar de su localidad. Antes de llegar a este punto, el director juega al engaño, porque en la primera descripción de los personajes de madre e hijo y, sobre todo, en la narración del incidente que éste protagoniza, junto a su amigo Jin Tae, enfrentándose a los clientes de un club de golf, no faltan los toques de comedia. Después de eso, el director aún hace gala a cuentagotas de un sentido del humor pelín bizarro, pero las maneras del drama que se desencadena siguen los cánones clásicos: un acusado al que el sistema, por impericia o por pereza, condena de antemano, y una madre que mueve cielo y tierra para defender la inocencia de su hijo, un ser corto de entendederas, pero noble. Con semejante argumento, la distancia entre Mother y el sinfín de telefilmes de sobremesa que se mueven bajo premisas narrativas similares podría ser corta pero, como dije antes, aquí hay talento. La película, más gris que tenebrosa en lo cromático (como la vida misma), va enseñando poco a poco sus cartas y sólo hace trampas en un aspecto, aunque fundamental: salta a la vista que la policía surcoreana y su manera de resolver los homicidios no son del agrado del director, que en este punto sigue las huellas de Alfred Hitchcock, pero a veces uno muere por lo que mata y es precisamente el esclarecimiento del crimen la parte más endeble del film a nivel narrativo, o más bien la única que deja cabos sueltos. El perdón llega cuando comprobamos que la cosa va de cerrar un círculo perfecto, a la par que subversivo; como ocurre a veces, el fin justifica los medios. A esas alturas, ya sabemos que la hiperprotección de la madre para con su hijo roza lo malsano, que éste es un ser disperso y bobalicón (de ahí que Jin Tae, un individuo mucho más despierto y resuelto, y también la primera persona de quien la madre sospecha como verdadera autora del crimen, crea en la inocencia de su extraño amigo), que la fallecida no era ni de lejos una colegiala angelical y que al sistema le importa más tener un culpable que encontrar al auténtico, así que el culmen de la trama criminal no debería sorprendernos. Cierto, Bong Joon Ho hace una trampa, personificada en la figura del chatarrero, pero esa trampa es la que le sirve para llevar de la mano al espectador hacia ese sombrío lugar que anunciaba desde el principio.
Técnicamente, hay momentos magistrales, como toda la escena en la que la madre allana el domicilio de Jin Tae en busca de pruebas que incriminen al joven en el asesinato, o la forma en que se nos muestra el cadáver de la muchacha. Abundan los primeros planos, en especial de esa madre obcecada en sacar a su hijo de la prisión, y la cámara se mueve con mucho estilo intentando evitar los lugares comunes; a modo de ejemplo, hay que señalar que en la película se producen dos asesinatos, que en ningún momento vemos a la segunda de esas víctimas mientras se produce el crimen, y que a la primera sólo la vemos lo imprescindible. Una vez más, la carta de la contención es la ganadora. La fotografía, de Hong Kyung-Pyo, es brillante, y la música, del para mí desconocido compositor Lee Byung-Woo, sigue una buena línea general en la que lo más sobresaliente es, con todo, el trabajo de montaje.
En el plano actoral, hay que hablar de Kim Hye-Ya, una intérprete que se ha prodigado poquísimo en las pantallas y que ofrece un trabajo de una calidad mayúscula durante todo el film, que descansa por entero sobre sus hombros, con momentos sublimes, como el cambio en su rostro cuando conoce lo que de verdad ocurrió en la escena del crimen, o su aspecto abrumado cuando su hijo recuerda un traumático suceso de su infancia. Una de las grandes interpretaciones femeninas de los últimos tiempos, sin exagerar. Won Bin hace una interpretación correcta de uno de esos papeles que tanto gustan a los actores y que tantos premios suelen reportarles, pero es el joven Goo Jin quien termina siendo el intérprete que mejor réplica da a la protagonista. El resto del reparto está bastante bien, lo que significa, entre otras cosas, que Bong Joon Ho es también un notable director de actores.
Escribí que Mother es sombría y subversiva. También es una gran película, que nos habla de los desastres que puede ocasionar una cualidad tan generalmente alabada como la tenacidad, según quién y para qué ésta se utilice. En este, Bong Joon Ho tiene la osadía de apartarse de las corrientes de pensamiento imperantes, y la maestría de hacerlo con un envoltorio cinematográfico casi inmaculado.