Pocas cosas a destacar en la gala de los Goya, más allá de mis simpatías hacia la película ganadora y hacia quienes se acordaron del juez Garzón, apartado de la carrera judicial por enfrentarse a los ladrones de Gürtel y, sobre todo, por haber intentado que se haga justicia con las víctimas del franquismo. Eso sí, lo de contratar extras para que vitorearan a nuestras glamourosas estrellas a la entrada de la ceremonia, y de paso ahorrarse los abucheos de los activistas de Anonymous, habrá sin duda contribuido a mejorar la economía de unas cuantas familias, pero constituye una escena digna de uno de los mejores directores españoles de todos los tiempos: Luis García Berlanga.