MARTIN AMIS, La casa de los encuentros. Anagrama, 255 páginas.
Que los horrores de la Unión Soviética estalinista son una de las obsesiones de Martin Amis es algo sabido. Ha dedicado a ello parte de su obra ensayística, y también esta novela, la historia de dos hermanos de ideales y caracteres contrapuestos, enamorados de la misma mujer, que van a parar al Gulag como castigo por unas faltas ridículas, y de cómo sus años en ese infierno les marcan para siempre.
A priori, los elementos utilizados (un triángulo amoroso en una época convulsa y siniestra) lo tienen todo para acabar tejiendo una gran novela. La casa de los encuentros, sin embargo, no lo es. Demasiada literatura. Amis, que desde luego nunca ha estado en nada parecido a un Gulag, no nos ofrece, en la recreación de los horrores de las dictaduras o de la vida cotidiana en el infierno del campo de concentración, nada que no nos haya conmovido antes en Solzhenitsin, Grossman o Primo Levi. Más que describir el horror, Amis hace literatura sobre él. Buena literatura en forma de larga epístola, pero eso no es bastante. Tampoco el conradiano viaje del protagonista alcanza las alturas de su referente, ni las reflexiones interiores del protagonista (en muchos casos, lo mejor del libro) parecen rusas. Los avatares cronológicos del triángulo amoroso que forman los dos hermanos y la judía Zoya, un ser libre en un país en el que ése es el peor delito posible, resultan creíbles e interesantes, aunque la anécdota, el hecho que sustenta y titula el libro carece del peso específico que justifique esa decisión del autor. Leída la descripción de los hechos acaecidos en la cabaña destinada al reencuentro puntual de los prisioneros con sus esposas o amantes, cuando en ella se reúnen Lev y Zoya para consumar su matrimonio, no parece que lo allí sucede, narrado por Lev en la carta-testamento que dirige a su hermano, tenga la relevancia que se le da a lo largo de toda la novela.
En definitiva, La casa de los encuentros es un libro en el que, a pesar de su interés, las pretensiones están por encima de los resultados. No es, desde luego, Archipiélago Gulag ni Vida y destino, con toda seguridad los libros definitivos sobre la Rusia soviética.