BLUE VALENTINE. 2010. 110´. Color.
Dirección: Derek Cianfrance; Guión: Derek Cianfrance, Cami Delavigne y Joey Curtis; Director de fotografía: Andrij Parekh; Montaje: Jim Helton y Ron Patane; Música: Grizzly Bear; Diseño de producción: Inbal Weinberg; Producción: Lynette Howell, Alex Orlovsky y Jamie Patricof, para Incentive Filmed Entertainment-Silverwood Film-Hunting Lane Films (EE.UU).
Intérpretes: Ryan Gosling (Dean); Michelle Williams (Cindy); Faith Wladyka (Frankie); John Doman (Jerry); Mike Vogel (Bobby); Marshall Johnson (Marshall); Jen Jones (Abuela); Ben Shenkman (Dr. Feinberg); Maryann Plunkett, James Benatti, Barbara Troy, Carey Westbrook, Eileen Rosen.
Sinopsis: Una pareja, que tiene una hija de seis años, rememora sus idílicos comienzos mientras sobrelleva su difícil situación actual.
El segundo largometraje de ficción de Derek Cianfrance, estrenado más de una década después del primero, fue el que lanzó la carrera de este director nacido en Colorado. Blue Valentine, drama independiente sobre una pareja en crisis, triunfó en Sundance y tuvo una buena carrera internacional, sustentada sobre todo en el carisma de sus principales protagonistas, quienes obtuvieron diversos galardones por su trabajo.
Considero que quienes opinan que la película es una versión indie y siglo XXI de Dos en la carretera no van nada desencaminados. El problema de tener unos referentes de tanta calidad es que el riesgo de que las comparaciones resulten todavía más odiosas que de costumbre se multiplica, y el mérito de Cianfrance es que ese odio, al menos en mi caso, se mantuviese escondido durante gran parte del visionado, a pesar de que hay defectos en la concepción del film y en la puesta en escena que es necesario subrayar. Empezando por lo último, creo que en los encuadres y en el modo de filmar las escenas se vislumbra un deseo del director de que su huella sea percibida por el público que la película no necesita en absoluto: sin clichés posmodernos (arranques videocliperos, excesivo uso del primer plano, guiños esteticistas, utilización de la música muy vista en obras similares) la narración funcionaría incluso mejor de lo que lo hace. Respecto a lo primero, indicar que Blue Valentine hace gala de un espíritu mucho más independiente (lo que, en este caso, equivale a decir más inspirado) en las escenas que plasman la crisis de la pareja protagonista que en aquellas que se retrotraen al pasado y muestran cómo se produjo su enamoramiento. Aquí, por muy indie que intente ser Cianfrance en la estética, la película es puro Hollywood, y eso, cuando hablamos de romanticismo, no es buena noticia, porque equivale a tópicos y ñoñería. No lo inundan todo, pero están ahí. No obstante, salvo momentos concretos, la película es realista, y lo es hasta el extremo en un aspecto capital: en mostrar cómo el tiempo convierte a esos dos jóvenes enamorados a quienes la vida sonríe y una luz ilumina la mirada en una loca y un mojón. Eso es la vida real (mis bendiciones para quienes así lo reflejan), salvo en un punto que le resta autenticidad al conjunto: fuera de la ficción, las locas y los mojones no son, desde luego, tan guapos como los protagonistas de la película, pero entiendo al director, porque la belleza de las estrellas nunca dejará de ser un reclamo para el público.
Cianfrance opta por mostrar el principio y el final de una relación, saltándose todo el período intermedio, que en este caso abarca unos seis años. Hay muchas formas de que esto no salga bien, pero escenas como aquella en la que Cindy se reencuentra en el supermercado con el novio que tenía cuando conoció a Dean, su modo de contárselo a éste y la reacción del protagonista masculino, contribuyen de forma decisiva a lo contrario, pues reflejan a la perfección cuán lejos pueden estar dos personas aunque estén sentadas en el mismo coche. Otra escena clave, aunque lastrada por ese esteticismo innecesario del que hablaba antes, es la que describe el patético intento de Dean por recobrar la magia perdida llevando a su reticente pareja a un hotel temático. Como dijo Joaquín Sabina, hubo tanto ruido que al final llegó el final, porque es justo ahí cuando se inicia la tormenta que acaba sacando al exterior todo el malestar oculto.
Michelle Williams, actriz que triunfó en televisión y tiene una especial querencia por el cine independiente, acaparó buena parte de los galardones recibidos por la película, y he de decir que su trabajo es muy bueno, al servicio de un personaje al que cuesta bastante menos aceptar que entender. Sin embargo, aún me parece superior la interpretación de Ryan Gosling, un tipo con carisma, que sabe actuar y que se guarda mucho de ser el típico guaperas al uso. Williams y él acaparan planos y diálogos, y casi se diría que el resto de personajes, incluyendo a la hija de la pareja, son sólo el fondo del cuadro. Tampoco ninguno de los actores que los interpretan llega a lucir en exceso, pero esto queda compensado por el brillo del dúo protagonista, que aprovecha el mucho espacio que les concede el guión y le da a éste el vigor que necesita, pese a que, repito, ambos son demasiado guapos para el mundo real.
Muy buena como disección de una pareja al borde de la ruptura, no tanto cuando se lanza a mostrar cómo empezó todo, Blue Valentine es, con todo, un drama interesante que supera en calidad a un sinfín de productos que llevan marcado el sello de cine independiente… aunque Dos en la carretera permanece impasible en su pedestal.