BAD TIMES AT THE EL ROYALE. 2018. 141´. Color.
Dirección: Drew Goddard; Guión: Drew Goddard; Director de fotografía: Seamus McGarvey; Montaje: Lisa Lassek; Música: Michael Giacchino; Diseño de producción: Martin Whist; Dirección artística: Michael Diner (Supervisión); Producción: Jeremy Latcham y Drew Goddard, para TSG Entertainment-20th Century Fox (EE.UU).
Intérpretes: Jeff Bridges (Padre Flynn/Dock O´Kelly); Cynthia Erivo (Darlene Sweet); Dakota Johnson (Emily); Jon Hamm (Laramie Seymour Sullivan); Chris Hemsworth (Billy Lee); Lewis Pullman (Miles Miller); Cailee Spaeny (Rosie); Nick Offerman, Xavier Dolan, Shea Whigham, Mark O´Brien, Charles Halford, Jim O´Heir, Alvina August, Rebecca Toolan.
Sinopsis: Siete personajes con mucho que ocultar se dan cita en el Royale, un hotel situado entre Nevada y Las Vegas.
El hecho de que Una cabaña en el bosque causara sensación en el panorama cinematográfico fue el detonante para que Drew Goddard abordara la filmación de otro guión propio, que habría de traducirse en un proyecto más ambicioso. Malos tiempos en el Royale dividió a los críticos entre quienes alabaron el descaro y el ingenio de la propuesta y quienes vieron en ella poco más que un pastiche tarantiniano. En la taquilla, ya se sabe, un film de este tipo debe conformarse con las migajas que dejan las secuelas, remakes y superhéroes de rigor, pero en mi opinión estamos ante una de las pocas grandes películas que nos dejó la cosecha cinematográfica de 2018.
Lo primero que hay que decir de Malos tiempos en el Royale es que dura 140 minutos y que en ningún momento se hace larga. El talento de un director reside también en saber dilatar la acción sin que el ritmo se resienta, y creo que Drew Goddard ya se ha graduado en eso. La introducción remite al cine negro clásico: un hombre llega a una habitación de hotel y se las ingenia para esconder allí una bolsa. Poco después, un desconocido dispara al huésped, causándole la muerte. Esto ocurre en 1958. Acto seguido, la acción avanza diez años: nos encontramos en el Royale, un hotel de lujo venido a menos que posee la curiosa particularidad de que una pequeña porción de la frontera entre los estados de Nevada y California se encuentra en el interior de sus instalaciones. Uno tras otro, van dándose cita allí un vendedor de aspiradoras, un sacerdote, una cantante de soul y una arisca joven de apariencia hippie. Allí les recibe Miles, el tímido conserje. No tardaremos en descubrir que nadie es quien parece ser, ni en empezar a ver las huellas de Tarantino por todas partes. Por ejemplo, en la forma de presentar a los personajes, siguiendo el número de habitación que les ha sido adjudicada: mediante continuos saltos en el tiempo, vemos quiénes son de verdad esos individuos que se han juntado en el Royale y qué les ha llevado hasta allí. La primera de las muchas pruebas de la brillantez del guión está en que el primer personaje en ser desenmascarado ante el espectador es quien nos ofrece una clave decisiva para seguir la intriga: buscando micrófonos en su habitación, el presunto viajante de comercio accede a las entrañas del hotel, para comprobar que todas las habitaciones tienen falsos espejos desde donde es posible observar todo cuanto acontece en su interior. Ve que el sacerdote ha puesto patas arriba su estancia, se supone que buscando algo, ve que la cantante se dedica a ensayar ante el espejo y, lo que es más importante, ve que la joven hippie introduce en su habitación a una adolescente amordazada y maniatada. Desde ese instante, todo se complica, y asistimos a un entretenimiento de primer nivel donde no sobra absolutamente nada. Hay sangre, un rompecabezas que se va componiendo de forma paulatina, diálogos ingeniosos, muy buena música sonando por doquier y un salvaje clímax. ¿Les suena? Sí, es una buena película de Tarantino (las más invocadas aquí son Pulp fiction y Los odiosos ocho) con algunos guiños a los Coen, dosis de humor negro y calidad por arrobas. Como guionista, Goddard no da puntada sin hilo: todo lo que sucede, sucede por algo, y muchas veces sucede de la mejor manera posible; como director, ya definí antes algunas de las virtudes que manifiesta, pero su forma de jugar con lo que los personajes que acceden a la cara oculta de los falsos espejos ven o dejan de ver (magistral la escena en la que la maravillosa voz de Darlene, y sus palmadas al compás de la música, disimulan el ruido que produce el trabajo de carpintería del sacerdote), o la forma en la que es capaz de integrar los excelentes decorados en la historia, son de nota muy alta. Que las ganas de impresionar al público se vean más en el guión que en el propio trabajo de dirección es otro factor que enaltece a un Drew Goddard muy inspirado que, con un puñado de personajes encerrados en un hotel es capaz de mostrar un completo retrato de lo que eran los Estados Unidos de finales de los 60, con el omnímodo poder de la CIA, el peso de la guerra de Vietnam, los gurús sociópatas y una música maravillosa inundándolo todo. Por ponerle un pero, creo que el macguffin de la película grabada de forma ilegal a un hombre muy poderoso (no hace falta ser un lince para saber quién es) no aporta demasiado.
Loada la escenografía, quedan otros elementos técnicos que destacan por su calidad, como la fotografía de Seamus McGarvey, que sabe jugar muy bien con los contrastes y con las posibilidades de la luz artificial, el inteligente montaje y, sobre todo, el apartado musical al completo, tanto en lo que se refiere a la música compuesta por Michael Giacchino, cuyo buen hacer ya era evidente en sus numerosas contribuciones al universo Pixar) como a la cuidada selección de canciones que completan una banda sonora en la que el sonido Motown se lleva la mejor parte.
A todo lo anterior, hay que sumar el trabajo de un reparto en el que es difícil escoger a los mejores, así que haré lo contrario y empezaré por el eslabón más débil, que no es otro que Dakota Johnson, una actriz del montón cuya labor queda aquí oscurecida frente a la de casi todos sus compañeros, que están entre notables (un Chris Hemsworth que también sabe actuar si su papel lo requiere, una diabólica Cailee Spaleny o ese tipo sobrado de estilo llamado Jon Hamm) o sensacionales, calificativo que es casi habitual en Jeff Bridges pero que cabe aquí adjudicar a dos cuasidebutantes como Lewis Pullman, que interpreta a uno de los personajes más complejos del elenco, y Cynthia Erivo, quien no sólo es dueña de una voz alucinante, sino que apunta muy alto como actriz.
Magnífica película. Parafraseando a Brian De Palma, que es alguien que de cine sabe muchísimo, más vale copiar con gracia que ser original sin talento. De esto, Drew Goddard tiene mucho, y Malos tiempos en el Royale, que también puede ser interpretado como un cuento moral, lo deja claro.