THE EYES OF ORSON WELLES. 2018. 110´. Color.
Dirección: Mark Cousins; Guión: Mark Cousins; Dirección de fotografía: Mark Cousins; Montaje: Timo Langer; Producción: Mary Bell y Adam Dawtrey, para Creative Scotland- Filmstruck-Bosa Productions-BBC (Reino Unido).
Intérpretes: Mark Cousins, Orson Welles, Beatrice Welles, Jack Klaff (Voz de Orson Welles).
Sinopsis: Documental que analiza las películas de Orson Welles a través de los dibujos y pinturas que este cineasta hizo durante toda su vida.
Después de abordar su primer largometraje de ficción, Stokholm my love, el prestigioso documentalista británico Mark Cousins regresó al terreno que mejor domina para retratar a uno de los cineastas más importantes de la historia, Orson Welles. La película resultante recibió un sinfín de parabienes por parte de la crítica, incluyendo una mención especial en Cannes, y ha logrado una repercusión importante para tratarse de un film claramente concebido para minorías.
Fiel al estilo intimista que caracteriza sus obras, Cousins plantea su propuesta como una larga carta dirigida al mismo Orson Welles, sin duda uno de los directores de cine más estudiados por colegas de profesión, críticos con pedigrí y cinéfilos en general. Estructura la obra en seis partes, cada una de ellas dedicada a analizar los aspectos más importantes de la obra y personalidad de Welles. En el prólogo, Cousins se dirige al hombre que generó una psicosis colectiva con su versión radiofónica de La guerra de los mundos (episodio que, por cierto, el documental pasa por alto) con la finalidad de comentar los cambios habidos en el mundo desde su fallecimiento, en octubre de 1985, poniendo énfasis en el más importante a nivel audiovisual, Internet. Hecho esto, Cousins se adentra en el que sin duda es el gran mérito de su película: a estas alturas, resulta harto difícil descubrir nuevas facetas de una figura tan conocida, pero el británico lo consigue gracias al estudio de la voluminosa obra pictórica de Welles, labor creativa bastante desconocida incluso para quienes sabíamos que el dibujo fue la primera vocación artística del joven Orson. Lo que ya es ignorado incluso por muchos estudiosos es la pervivencia de dicha vocación a lo largo de toda la vida de Welles, y la enorme influencia que su labor pictórica tuvo en su técnica cinematográfica, alabada por propios y extraños desde su espectacular debut con Ciudadano Kane. El joven prodigio que asombró al mundo a principios de los 40 surge de diferentes aspectos mucho más estudiados por sus biógrafos, como sus viajes juveniles alrededor del mundo, en los que descubriría lugares que siempre le fascinaron, como Irlanda, Marruecos, Shanghai o España, sus convicciones políticas progresistas, herencia de su madre, o su ya larga experiencia en el teatro y la radio, pero también, y ahí radica la gran baza del film de Cousins, en esos dibujos y pinturas que salían de sus manos sin cesar. El director, que también se detiene en un concienzudo, y muy bien documentado, análisis de los aspectos que se acaban de mencionar, estudia tanto las distintas técnicas pictóricas utilizadas por Welles como la forma en la que éstas se plasmaron una y otra vez en sus trabajos para la gran pantalla, mediante el frecuente uso de técnicas expresionistas, las peculiares lentes y ángulos de cámara utilizados en sus películas y esa tendencia al barroquismo que nunca le abandonó. Cousins deja de lado el film más impersonal de cuantos dirigió Welles, El extraño, aunque ésta me parece una decisión discutible porque en él, igualmente, existen soluciones visuales muy brillantes.
El film se concibe como un diálogo continuo entre Cousins y la obra de Welles, apenas interrumpido por las breves apariciones de Beatrice, una de las hijas del director. Aunque el tono confidencial que se utiliza puede llegar a resultar cargante, y el recurso de imitar la voz del biografiado en una respuesta a su interlocutor me parece un patinazo, considero que los aciertos pesan mucho más. Por ejemplo, a la hora de explorar cómo Orson Welles era capaz de elevar sus propias experiencias a un nivel artístico, o de analizar cómo los paisajes y los rostros vistos por ese heterodoxo adaptador de Shakespeare a lo largo de su vida fueron apareciendo, de una u otra forma, en sus películas. También es interesante ver cómo la obra pictórica ajena (de Tintoretto a De Chirico, pasando por Magritte) o algunos concretos detalles arquitectónicos sirvieron para dar forma a algunas de las escenas más célebres concebidas por Welles, ese hombre intenso y excesivo en todo, obsesionado con el poder y con la corrupción que su uso conlleva desde mucho antes de convertirse en cineasta. Aspectos muy conocidos del personaje, como su pasión por la magia o la tauromaquia, sus siempre tirantes relaciones con los gerifaltes de Hollywood o sus trabajos, casi todos alimenticios, como actor, son práctica o directamente obviados, con buen criterio, por Cousins, que ya en el epílogo se despide de su biografiado cerrando el círculo que trazó al inicio, subrayando los aspectos del modo de hacer cine en nuestra época que más podrían complacerle, y al tiempo describiendo los no siempre agradables cambios que los tiempos han traído en los lugares que tuvieron especial incidencia en la vida de Welles. Todo ello, explicado a través de centenares de dibujos y pinturas realizados por un hombre cuya creatividad iba mucho más allá del arte que le hizo célebre, el cine.
Si Mark Cousins quería aportar nueva luz sobre una figura archiconocida, tarea nada fácil, lo cierto es que lo ha conseguido, porque La mirada de Orson Welles quedará, según creo, como una obra de referencia a la hora de analizar la obra de este genial director.