Anoche, y por cortesía de mi amigo, y destacado intelectual occitano-catalán Manel Zabala, me dejé caer por la sala Luz de Gas, un lugar en el que no tienen una puta cerveza buena y, las que tienen, las cobran a precio de Westvleteren. En tan afamado lugar se celebraba, dentro del Festival Barnasants, un encuentro entre músicos de Catalunya y Occitania, cuyo núcleo duro lo integraban Carles Belda, Joan Garriga (de la Troba Kung Fu), y dos músicos llegados de allende los Pirineos, Gigi de Nissa y Stefano, de Lou Seriol. Siempre es interesante observar cómo se produce la confluencia de músicos de generaciones, influencias y mundos distintos sobre un escenario, y cómo esos mundos se ensamblan, en este caso sobre un repertorio en general basado en canciones emblemáticas de ambos lados de los Pirineos.
Musicalmente hablando, la noche no empezó bien para un servidor, pues el concierto se inició con un recitado de versos de Frédéric Mistral, poeta sensible y galardonado con el premio Nobel de Literatura, al que al menos parece ser que su sensibilidad le sirvió para follar mucho, factor que puede servirle de atenuante en el Juicio Final. Después de esto, la cosa mejoró: los músicos tenían nivel, y ofrecieron un espectáculo ameno y con mucho ritmo, en el que sólo me sobraron dos cosas: las sillas en platea y algún innecesario discurso político-reivindicativo, peaje inevitable en esta clase de eventos. El primer problema es, según parece, una exigencia del festival: como el concierto se presentaba bajo el paraguas de un certamen de cantautores, se conoce que un público sentado es susceptible de prestar más atención al sermonero. Sin embargo, en el concierto de anoche sermones hubo pocos, y las interpretaciones que se hicieron del repertorio se prestaban muchas veces al baile: por suerte, parte de la audiencia lo entendió así, y conforme transcurría la actuación una porción significativa del numeroso público asistente abandonó sus asientos y se dedicó a mover un poco el esqueleto en los laterales de la platea. Respecto al segundo problema, sólo decir que algunos músicos harían bien en recordar unas palabras que oí decir un día sobre un escenario al maestro Enrique Morente: «Sé que no han venido ustedes a oírme hablar».
Momentos destacables: una versión de Al Vent con wah-wah, cosa que me hizo olvidar lo plomiza que es la original, un rapeao en el que intervino el también muy activo occitanista y compinche de Zabala en BTV Ferriol Masip, algunas buenas intervenciones del cantante de la Provenza Gigi, y un par de duelling accordions muy interesantes para oídos versados en esto de la música. Capítulo aparte merece un romance dedicado a El Vaquilla e interpretado por Belda y Garriga: cuando lo presentaron me vinieron escalofríos, por aquello de que a uno, que se crió en el barrio del Fondo de Santa Coloma de Gramenet, creció escuchando muchos discos de Los Chichos y Los Chunguitos (como Jordi Pujol) y compartió pupitre con jóvenes de entorno marginal que eran carne de reformatorio y tenían a Juan José Moreno Cuenca como modelo a seguir, le llegó un muy sospechoso olor a impostura. No obstante, he de reconocer que los intérpretes salieron del berenjenal con bastante dignidad. Más allá de esto, en el aspecto musical me sobró un exceso de sonido reggaecumbarumba, tan típico de cierta modernez alternativa catalana, pero, repito, los músicos tenían nivel y la cosa sonaba. Y qué coño, no puedo negar que lo del Garrotín me llega. Por eso, cuando me dirigía a mi domicilio después de casi tropezar con una exconsellera al salir de la zona VIP de Luz de Gas, lo hice con buen sabor de boca.
Vídeo promocional del concierto, cantando en una cafetería, con dos cojones. Jodidos músicos, qué envidia les tengo…