KIZZU RITAN. 1996. 107´. Color.
Dirección: Takeshi Kitano; Guión: Takeshi Kitano; Dirección de fotografía: Katsumi Yanagijima; Montaje: Takeshi Kitano; Música: Joe Hisaishi; Diseño de producción: Hirohide Shibata; Dirección artística: Norihiro Isoda; Producción: Masayuki Mori, Takio Yoshida y Yasushi Tsuge, para Bandai Visual Company-Ohta Publishing-Office Kitano (Japón).
Intérpretes: Ken Kaneko (Masaru); Masamobu Ando (Shinji); Leo Morimoto (Profesor); Hatsuo Yamaya (Dueño del gimnasio); Michisuke Kashiwaya (Hiroshi); Yuko Daike (Sachiko); Mitsuko Oka (Madre de Sachiko); Ryo Ishibashi (Jefe yakuza); Susumu Terajima (Lugarteniente yakuza); Moro Morooka (Hayashi); Peking Genji, Atsuki Ueda, Kotaro Yoshida, Takekazu Shigehisa, Masami Shimojo, Kyosuke Yabe.
Sinopsis: Dos adolescentes dejan el instituto e intentan ganarse la vida huyendo de los destinos típicos de los adultos.
Kids return supuso el regreso de Takeshi Kitano a su trabajo detrás de las cámaras después del grave accidente que casi le costó la vida. Se trata de un film de corte intimista, que incorpora diversos elementos autobiográficos y cuyo tema es el siempre complicado paso a la edad adulta. Siendo uno de las obras menos conocidas del cineasta japonés, es de resaltar que su calidad no es inferior a la de algunos de sus films más célebres.
Si hablamos de Takeshi Kitano, la probabilidad de que no escogiera a dos adolescentes modélicos (suponiendo que eso exista) para protagonizar esta película de iniciación era bastante alta. Así fue: el director posa su cámara sobre dos inadaptados de manual, esa clase de muchachos que, si recibieran un euro por cada vez que escucharan eso de nunca llegarás a nada en la vida, acumularían un capital importante sin hacer el mínimo esfuerzo. Masaru y Shinji son figuras infantiles, y a mucha honra, a una edad en la que el mundo empieza a esperar otra cosa de ellos. Se aburren soberanamente en el instituto, que les sirve como escenario de sus bromas ridículas y como fuente de ingresos, logrados mediante la intimidación a sus compañeros más débiles. Cogen de la edad adulta lo que les apetece (los cigarrillos, la cerveza, las películas prohibidas a los menores), despreciando todo lo demás. Cuando, por fin, son expulsados del templo del saber, buscan modos de ganarse la vida sin pasar por el aro, y empiezan formando un dúo cómico, con resultados poco esperanzadores. Después, un atraco fallido les lleva a probar con el boxeo, deporte para el que Shinji, el más callado de los dos amigos, muestra aptitudes. Esta circunstancia le separará de Masaru, que empieza a hacer trabajos de poca monta para la Yakuza.
Kitano exhibe una mirada melancólica en esta historia sobre la última edad en la que uno puede permitirse el lujo de ser despreocupado, aunque, si no se proviene de una familia acomodada, esa despreocupación te llevará, la mayoría de las veces, a ocupar un sitio entre los parias de la Tierra. Al margen de los dos protagonistas, la cámara del director, que casi siempre se mueve a un ritmo pausado, se sitúa a ratos sobre otros compañeros de instituto de Masaru y Shinji, algunos de los cuales siguen sus dudosos pasos. No ocurre esto con el tímido Hiroshi, enamorado de la hija de la dueña de la cafetería en la que los protagonistas pasan parte de sus horas muertas. Hiroshi viene a ser el reflejo del hombre corriente, de quienes hacen lo que deben. Kitano tampoco se muestra muy entusiasmado respecto a esta opción de vida, todo hay que decirlo, cuyo retrato emerge cuando las existencias de los anteriormente inseparables Masaru y Shinji toman caminos distintos. Ahí emergen algunos problemas de ritmo narrativo, pues en esta parte de la película hay un excesos de imágenes de entrenos boxísticos que ralentizan la acción. Al final, los protagonistas se reencuentran, se cierra un círculo, que es el propio film, y se inicia otro, de conclusión incierta. Significativas resultan las ausencias de dos aspectos que suelen ser capitales en las vidas de los quinceañeros y, desde luego, en las películas sobre ellos: la familia y el sexo. La ausencia de los referentes domésticos de los adolescentes protagonistas es absoluta, por lo que se muestra a los jóvenes como seres lanzados al mundo sin brújula. El aspecto sexual, o más bien la falta de él, sitúa a Kids return en las antípodas de esas docenas de películas sobre adolescentes con las hormonas a tope y obsesionados con la pérdida de la virginidad que todos conocemos. El amor de Hiroshi hacia Sachiko es puramente romántico, mientras que a Masaru y Shinji las mujeres no parecen interesarles en absoluto, rasgo que también les infantiliza. Kitano opta por una estética realista y una puesta en escena funcional: su deriva hacia la búsqueda del preciosismo visual está aún por llegar. Cautivadora, una vez más, la música de Joe Hisaishi, cuyo tema principal es especialmente destacable.
Takeshi Kitano saca buenas interpretaciones de sus jóvenes protagonistas, casi todos ellos debutantes. De ellos, es Masamobu Ando quien más me convence, pues extrae buen partido de la introversión de su personaje. Ken Kaneko y Yuko Daike están a buen nivel. Michisuke Kashiwaya, un pelín menos. En cuanto a los veteranos, valoro el trabajo de Moro Morooka en su papel de boxeador decrépito (lo que Shinji podría acabar siendo), así como el buen hacer de Hatsuo Yanaya y, por supuesto, de Susumu Terajima, ya un clásico del audiovisual nipón.
Notable película de Takeshi Kitano, en su faceta más intimista. Recomendada para fans de las películas más conocidas del director, y también para quienes aún recuerdan al joven que un día fueron.