SICARIO: DAY OF THE SOLDADO. 2018. 122´. Color.
Dirección: Stefano Sollima; Guión: Taylor Sheridan; Director de fotografía: Dariusz Wolski; Montaje: Matthew Newman; Música: Hildur Gusnadottir; Diseño de producción: Kevin Kavanaugh; Dirección artística: Marisa Frantz y Carlos Y. Jacques; Producción: Molly Smith, Basil Iwanyk, Thad Luckinbill, Trent Luckinbill y Edward L. O´Donnell, para Black Label Media-Thunder Road-Redrum-Columbia Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Benicio Del Toro (Alejandro); Josh Brolin (Matt Graver); Isabela Moner (Isabel Reyes); Jeffrey Donovan (Steve Forsing); Catherine Keener (Cynthia Foards); Manuel García-Rulfo (Gallo); Matthew Modine (James Riley); Shea Wigham (Andy Wheeldon); Elijah Rodríguez (Miguel Hernández); Howard Ferguson Jr., David Castañeda, Jacqueline Torres, Raoul Trujillo, Bruno Bichir, Jake Picking, Tenzin Marco-Taylor.
Sinopsis: Cuando las agencias de seguridad estadounidenses descubren que los cárteles mexicanos, que controlan el tráfico de personas en la frontera entre ambos países, permiten infiltrarse a terroristas islámicos junto a los inmigrantes ilegales, deciden provocar una guerra entre los narcotraficantes para combatir el problema.
El éxito de Sicario hacía prever una continuación, que vio la luz hace dos años por cortesía del muy talentoso guionista Taylor Sheridan, quien retomó a los dos protagonistas masculinos de la primera entrega y los sumergió en una nueva aventura fronteriza en la que se dan cita los cárteles mexicanos y el terrorismo islámico. El escogido para encargarse de la dirección fue Stefano Sollima, que con ello dio el siempre difícil salto a Hollywood después de impresionar con Suburra. La opinión dominante estima que Sicario: El día del soldado es una buena película, aunque inferior a la dirigida por Denis Villeneuve. Estoy de acuerdo con ella.
Hace tiempo que las mafias internacionales descubrieron que el tráfico de personas es un negocio todavía más lucrativo que el de estupefacientes. Los cárteles mexicanos, sin duda el paraestado más poderoso de América, llevan años jugando esa carta con singular empeño, dados los enormes beneficios, no sólo económicos, que les supone. La película arranca cuando una serie de atentados suicidas perpetrados en los Estados Unidos por terroristas islámicos lleva a pensar a los responsables de la lucha antidroga del Tío Sam que los narcos se dedican a algo más que a introducir mano de obra barata en su país. Se imponen soluciones drásticas, y pocos como el agente Matt Graver para llevarlas a cabo. La idea es generar un conflicto a gran escala entre cárteles rivales que agite el hormiguero lo suficiente como para que el oso pueda cazarlas, y para ello Graver recurre a un viejo conocido: el mercenario Alejandro, que vive a su aire en Colombia hasta que entra a formar parte de una operación consistente en el asesinato del abogado principal del cártel de Matamoros, y en el secuestro de la hija adolescente de Carlos Reyes, líder de un cártel rival. La misión es ejecutada con éxito, aunque encender esa mecha no va ser fácil de afrontar para nadie.
Pese a que la película posee no pocas de las mejores virtudes de la primera entrega, es cierto que se queda al menos un escalón por debajo, algo que ya encontramos en el guión de Taylor Sheridan, que empieza fuerte pero va perdiendo fuelle en su desarrollo y decepciona con un clímax falto de verosimilitud y coherencia narrativa. Matar personajes no es como matar personas, o eso dicen, pero a Sheridan parece faltarle valor para culminar una faena hasta entonces notable con una estocada que, visto lo visto, era más que necesaria. Por lo demás, Stefano Sollima es muy bueno en lo suyo, pero no es Denis Villeneuve. El italiano mantiene bien el pulso del relato, filma con brío las escenas de acción y acierta en la frialdad de la exposición de los hechos narrados, así como en lo parco, casi minimalista, de su puesta en escena, pero adolece del punto de inspiración del director canadiense, algo que se traduce en que no encontramos en El día del soldado una sola escena que iguale las cotas más altas del film precedente. Lo mismo ocurre con el resto de la película: todo está bien… pero menos. El trabajo de Dariusz Wolski en la fotografía es el que más cerca está del que Roger Deakins hiciera años atrás, porque roza la excelencia, pero en el montaje no se resuelven algunos problemas de ritmo (más de una vez, la historia del adolescente convertido en empleado de los narcos funciona como anticlímax), y la música, algo monótona y reiterativa, no está a la altura de lo hecho en el origen por el malogrado Johann Johansson. Lo que sí se mantiene es el afán por realizar una obra que quede lejos de la típica película de acción pirotécnica pero insustancial: esta segunda parte conserva el poso realista, por no decir el espíritu didáctico. El espectador intuye una buena labor de documentación, lo que en la práctica se traduce en que, hasta que en la parte final Sheridan juega a ser un Dios más compasivo, nada de lo que vemos nos resulta ajeno, y mucho menos inverosímil. Lo que sucede entre las mafias y quienes las combaten formando parte de las fuerzas de seguridad, puede ser tal que así. Da un poco de miedo, pero apuesto a que la realidad da bastante más. A la hora de plasmar esto, Villeneuve también estuvo más certero, dicho sea de paso.
Esta vez, Benicio del Toro y Josh Brolin se reparten todo el protagonismo. Es verdad que no extraen de sus personajes más jugo del muchísimo que les sacaron en su primera toma de contacto con ellos, pero aún así su labor, en especial la de Benicio, es excelente. Isabela Moner, en su primer papel adulto, cumple sin impresionar, Jeffrey Donovan vuelve a estar a buen nivel, y lo mejor, al margen del dúo estelar, está en las intervenciones de la siempre notable Catherine Keener, cuyo personaje quizá podría haber dado más de sí, y de Matthew Modine en el papel de alto cargo sin escrúpulos, valga la redundancia,. Bien de nuevo Raoul Trujillo, mientras que al joven Elijah Rodríguez me parece que la película le viene un poco grande.
No llega al sobresaliente nivel de la primera parte, y puede que el final no esté a la altura del conjunto, pero Sicario: el día del soldado está lejos de ser la típica secuela rutinaria y prescindible.