El gobierno de Israel ha declarado persona non grata al escritor alemán Günter Grass por el contenido de un poema (Lo que hay que decir) en el que se muestra totalmente contrario a un hipotético ataque militar israelí contra Irán. Ranicki, el crítico literario más influyente de Alemania, ha tildado el poema de Grass de «repugnante». No entraré a valorar su calidad literaria, ya que no entiendo el alemán, pero sí diré que, leída la traducción castellana del poema, la reacción de Tel Aviv me parece exagerada y carente de justificación. Hay que felicitar a Grass por tener la valentía de decir y publicar lo que piensa, hecho poco frecuente en nuestros días. Respecto al tema que trata, no se me escapa que un Irán dotado de armamento nuclear constituye un peligro para Israel, y por extensión para todo Occidente, y que el hecho de que Israel sea una potencia nuclear supone el principal elemento disuasorio ante potenciales desmanes (en forma de salvajes crímenes en nombre de Alá) ajenos. Ahora bien, ¿eso justifica que se trate de evitar un teórico desastre futuro organizando un seguro desastre presente? Porque está claro que un ataque militar israelí contra Irán (cuyo éxito, además, no es ni mucho menos seguro) tendría inmediatas y terribles consecuencias, tanto para el propio Estado judío como para todo Occidente. Así lo han hecho saber eminentes figuras de la cultura israelí como David Grossman, así lo entiende el Gobierno estadounidense, y así lo cree el 80% de la población israelí, según encuestas recientes. En consecuencia, parece ser el Gobierno de Tel Aviv, y no Günter Grass, quien se equivoca. Doblemente, además, al intentar silenciar a quienes piensan de forma distinta. Es de desear que Irán deje de ser un Estado teocrático regido por un criminal fanatismo religioso, pero también que, después de las próximas elecciones, el pueblo israelí elija un Gabinete más moderado que el actual. De lo contrario, nos enfrentamos a una amenaza de alcance planetario.