En lo que llevamos de año, Catalunya está batiendo récords en cuanto a muertes violentas, se conoce que porque el conseller Felip Puig y sus Mossos d´Esquadra sólo tienen ojitos para los antisistema mientras su país se desangra por muchos otros lados. Sólo en los últimos días, un menor de origen boliviano y un ciudadano nacido en Bangla Desh han sido asesinados en plena calle en L´Hospitalet de Llobregat y Santa Coloma de Gramenet, respectivamente. Catalunya, país en el que las más diversas mafias (además de diversos grupúsculos vinculados al terrorismo islamista) se hallan firmemente instaladas, tiene un problema de inseguridad galopante que sus líderes políticos pretenden resolver ignorándolo. Diversos colectivos se creen ajenos no sólo a la legalidad, sino a las más elementales normas de convivencia y civismo y, por ello, vivir en muchos barrios del extrarradio barcelonés, así como en otros de la propia capital catalana, cada vez se parece más a lo que veíamos en el Bronx y el Harlem de las películas. Gente sin oficio conocido que puebla las calles y los transportes públicos a todas horas, mal llamadas bandas latinas, en realidad criminales sin más, que se han adueñado de los espacios públicos de barrios enteros a golpe de navaja, luchas entre grupos mafiosos de diversos orígenes por el control territorial del tráfico de drogas, del contrabando, o de los ingresos que se derivan de la mendicidad, la prostitución y otros negocios ilegales, bandas de carteristas y ladrones de medio pelo que campan a sus anchas, grupos mucho más violentos y profesionales que se dedican a robar pisos y joyerías… un paraíso, vaya. Mientras, la gente baila y habla de fútbol, o de con qué bandera prefiere irse a la mierda.
Por si todo esto fuera poco, el chabolismo vuelve a ser una realidad en distintos barrios de Barcelona y alrededores, y esa realidad ha ofrecido su cara más trágica esta madrugada con la muerte de cuatro personas en Sant Martí a causa del incendio (accidental, según los primeros datos) de la barraca en que vivían. Cada vez hay más personas sin recursos, y menos recursos para atenderlas, y uno ya no sabe cómo acabará esto. Mal, seguramente.