THE LADYKILLERS. 1955. 87´. Color.
Dirección : Alexander Mackendrick; Guión: William Rose; Director de fotografía: Otto Heller; Montaje: Jack Harris; Música: Tristram Cary; Dirección artística: Jim Morahan; Producción: Michael Balcon, para Ealing Studios (Reino Unido).
Intérpretes: Alec Guinness (Profesor Marcus); Cecil Parker (Claude, Mayor Courtney); Herbert Lom (Louis, Mr. Harvey); Peter Sellers (Harry, Mr. Robinson); Danny Green (Primer Asalto, Mr. Lawson); Katie Johnson (Mrs. Wilberforce); Jack Warner (El Superintendente); Philip Stainton (El sargento); Frankie Howerd, Kenneth Connor.
Sinopsis: Un grupo de cinco atracadores, comandado por el Profesor Marcus, planea un gran robo en la estación londinense de King´s Cross. Para prepararlo, alquilan unas habitaciones en casa de la anciana Mrs. Wilberforce, ante la que se hacen pasar por un cuarteto de cuerda, dirigido por Marcus, para pasar desapercibidos.
Última gran comedia de la productora britanica Ealing, y una de las mejores, El quinteto de la muerte bebe de un subgénero muy popular en su época (las películas de atracos y crímenes perfectos), pero nos ofrece su otra cara, algo así como la versión desastrosa, que años después dio en Italia otro magnífico fruto llamado en España Rufufú. La película se explica en una frase del cerebro del robo: «Mi plan era perfecto… excluyendo el factor humano». Ese factor, el que lo echa todo a rodar, no es otro que una anciana octogenaria llamada Mrs. Wilberforce. Entre todas las habitaciones para alquilar que pudiera haber en Londres, son precisamente las que ella ofrece las preferidas por el Profesor Marcus para citar a sus cuatro compinches (el educado y cobarde Claude, el musculoso y obtuso Primer Asalto, el neurótico Harry y el gángster de tres al cuarto Louis) y preparar el robo. Para no levantar sospechas, deciden hacerse pasar por músicos, pero tampoco está elección les facilitará mucho las cosas, porque Mrs. Wilberforce, a quien han preparado una participación tan importante como involuntaria en el atraco, es capaz de estropear un plan magistral de muy diferentes maneras, ya sea regresando a la estación para recuperar su paraguas olvidado, o poniendo a la policía sobre la pista de sus huéspedes. Al final, la banda decide que es mejor matar a la anciana, pero ellos son ladrones, no asesinos, y esa decisión es la que acaba por provocar la ruina del quinteto.
Comedia que mezcla con destreza candidez y negrura, El quinteto de la muerte fue uno de los mayores éxitos de su director, Alexander Mackendrick, cineasta de filmografía tan escasa como selecta. En esta película, combina una puesta en escena realista con unos personajes que parecen directamente sacados de los dibujos animados, y el resultado es fantástico. Se utilizan muy socarronas elipsis (en forma de espeso humo) para no mostrar los momentos más macabros, y se consigue que el espectador desee hacer lo que los ladrones no osan: cargarse a una anciana capaz de volver loca a la policía, arruinar a tres trabajadores de camino a casa, y hacer fracasar un plan delictivo que parecía perfecto. No hay aquí humor de carcajada, y la mala leche, que la hay a espuertas, es más soterrada que explícita, pero todo cuadra, y el guión es un preciso mecanismo de relojería que ya quisiera para sí el 99% de las comedias actuales, que en muchos casos tratan de suplir con zafiedad su notable falta de inteligencia.Y conste que no me refiero al remake que de esta película hicieron los hermanos Coen, pues no acostumbro a criticar aquello que no he visto.
Humor inteligente, y grandes actores. Esa mirada ida, esos dientes salidos, ese peinado imposible, esa bufanda kilométrica, esa mente privilegiada… sí, Alec Guinness puede ser tan grande en la comedia como en el drama. Sus cuatro compañeros están perfectos, empezando por un Herbert Lom en quien parecen haberse inspirado los guionistas de Hanna Barbera para crear al grupo de Mafio y sus Pandilleros de Los Autos Locos, siguiendo por un Peter Sellers que ya muestra esa simpar comicidad que pocos años después le convirtió en una gran estrella (y que además hizo las voces de los loros de la anciana), continuando por Danny Green en el papel de un personaje noble pero unineuronal, y acabando por un gran Cecil Parker, que interpreta de maravilla al timorato y pusilánime Claude. Con todo, la película no sería lo que es sin su gran logro a nivel actoral, Katie Johnson, que borda su composición de una anciana tan odiosamente cándida que resulta incluso extraño que no consiga despertar mayores instintos homicidas en una banda de atracadores.
Una gran comedia, típicamente británica, que en estos tiempos cínicos puede parecer blanda a quienes no sepan ir más allá de la superficie, pero que derrocha arte y elegancia, y provoca la sonrisa sin ni siquiera rozar la estupidez. Una de esos films que siempre hay que tener a mano en épocas de mal rollo.