MIENTRAS DURE LA GUERRA. 2019. 106´. Color.
Dirección: Alejandro Amenábar; Guión: Alejandro Amenábar y Alejandro Hernández; Dirección de fotografía: Álex Catalán; Montaje: Carolina Martínez Urbina; Música: Alejandro Amenábar; Dirección artística: Juan Pedro De Gaspar; Producción: Hugo Sigman, Fernando Bovaira, Alejandro Amenábar, Matías Mosteirín, Domingo Corral, Leticia Cristi y Urko Errazquin, para Movistar +-Himenóptero-K & S Films-Mod Producciones (España).
Intérpretes: Karra Elejalde (Miguel de Unamuno); Eduard Fernández (José Millán Astray); Santi Prego (Francisco Franco); Nathalie Poza (Ana Carrasco); Luis Bermejo (Nicolás Franco); Tito Valverde (General Cabanellas); Patricia López Arnaiz (María de Unamuno); Inma Cuevas (Felisa de Unamuno); Carlos Serrano-Clark (Salvador Vila); Luis Zahera (Atilano Coco); Mireia Rey (Carmen Polo); Luis Callejo, Dafnis Balduz, Jorge Andreu, Pep Tosar, Itziar Aizpuru, Maarten Dannenberg, Alfredo Villa, Enrique Asenjo.
Sinopsis: Miguel de Unamuno, ya en el final de su vida, se muestra favorable a la insurrección militar contra el gobierno de la Segunda República. Diversos acontecimientos sucedidos en Salamanca, ciudad en la que residía, en las primeras semanas de la sublevación, contribuyeron a que el intelectual vasco se replanteara su posicionamiento.
Después de rodar una película que, en lo relativo a su trayectoria, hizo bastante honor a su título (Regresión), Alejandro Amenábar resurgió con fuerza gracias a Mientras dure la guerra, drama histórico que reevalúa el episodio más lamentable de la historia de España a través de la figura de Miguel de Unamuno, un intelectual que se implicó en todos los acontecimientos políticos relevantes acaecidos en España durante su vida adulta y tuvo la singular habilidad de salir escaldado una vez tras otra. Amenábar saboreó el triunfo en las taquillas y gozó del respaldo casi unánime de la crítica, aunque su película sólo se alzó con Goyas menores en una edición genuflexa ante la autobiografía ficcionada de Pedro Almodóvar.
Que en España se han rodado demasiadas películas sobre la Guerra Civil es un tópico cierto, que el enorme trauma colectivo que originó ese conflicto justifica sólo en parte. Amenábar puede enorgullecerse de haber realizado una de las mejores películas sobre el tema. El director toma como eje de su obra un suceso tan célebre como discutido, que tuvo lugar en el paraninfo de la Universidad de Salamanca y cuyos protagonistas fueron Miguel de Unamuno y el fundador de la Legión, José Millán-Astray. El enfrentamiento dialéctico entre ambos ha generado mucha literatura, y quizá este convulso momento político haya sido el ideal para que podamos verlo por fin en el cine. Hablamos de ficción, no obstante, y la película contiene inexactitudes históricas que hay que tener en cuenta, o más bien da por verídicos algunos hechos objeto de una razonable controversia. Volveré a eso más adelante. Por ahora, diré que Amenábar nos presenta un film que se aleja del habitual tono panfletario del cine político español… y de la política española en general. El esfuerzo por ser ecuánime (lo que no significa ser equidistante) y por humanizar a los personajes no cae en lo empalagoso, pese a que en la película subyace una lectura en clave de presente que insta a sus espectadores a no repetir los errores de entonces y que apela a la concordia, más que buscar la polémica o presentar la historia de siempre, de buenos y malos, que es la que tiene hundida en el lodo a España desde hace siglos. La realidad es que en esta tierra ha habido, desde que el mundo es mundo, malos malísimos que han mandado mucho, y que los buenos, cuyo número es más bien escaso, en contadas ocasiones han podido, querido o sabido dejar huella. Hay que decir que, en muchos lugares de nuestro país, la sublevación de una parte importante del Ejército (apoyada con entusiasmo por el resto de fuerzas vivas del país) contra un gobierno elegido democráticamente pocos meses atrás no encontró apenas resistencia, o ésta fue tan escasa y desorganizada que pudo ser reprimida con tanta rapidez como saña. Varias capitales de cierta importancia quedaron bajo el dominio de los sublevados con la mayor facilidad a los pocos días de producirse lo que ese bando dio en llamar Alzamiento. Una de esas ciudades fue Salamanca, población de cuya Universidad era rector Miguel de Unamuno hasta que, a causa de su apoyo a los sublevados, de quienes aceptó el cargo de concejal del nuevo Ayuntamiento (hecho que la película omite, por cierto), el gobierno republicano le destituyó del cargo, antes de que los rebeldes volvieran a colocarle en él. Figura importante en la instauración de la Segunda República, Unamuno fue distanciándose progresivamente de la causa a la que con tanto empeño sirvió, hasta el punto de apoyar, con la pluma, con la palabra y con su dinero, la rebelión militar. Amenábar captura al intelectual bilbaíno en ese momento, y la película es la crónica del último desencanto unamuniano: apenas unos días necesitó el hasta entonces (auto)engañado autor de San Manuel Bueno, mártir, para darse cuenta de que lo que él en principio consideró una necesaria vuelta al orden no era más que un indigerible potaje de odio, beatería, alergia al progreso y política cuartelera, Demasiado tarde: Unamuno murió avergonzado por su apoyo a esa barbarie, aunque antes tuviera ese último arrebato de dignidad que constituye el clímax de la película. Aun así, erró de lleno: el bando al que la intelectualidad debía apoyar, y desde luego enmendar, era el otro.
Amenábar demuestra una loable madurez en la puesta en escena, sobria y elegante. Narra con brío, aporta calidad visual (Álex Catalán es muy bueno en lo suyo, lo cual es un excelente punto de apoyo) y demuestra que su empeño por componer la banda sonora de sus películas va mucho más allá del mero capricho. La ambientación o el vestuario son de obra mayor, y todo ello acaba dando forma a la película más perfecta de su director desde el punto de vista técnico. La historia se sigue con interés, más allá de si hemos de creer a pies juntillas que Franco pospuso la conquista de Madrid, en beneficio del rescate de los asediados en el Alcázar de Toledo (episodio manejado por el gobierno republicano con la misma desunión y torpeza de la que hizo gala durante el resto de la guerra) obedeciendo exclusivamente a sus intereses personales (opino que el carnicero ferrolano era muy capaz de ello, pero que esa explicación omite aspectos militares que algo tuvieron que influir en una decisión que también se puede entender a partir de lo propagandístico), que Carmen Polo fuera admiradora de la poesía de Unamuno (la futura primera dama era más de joyerías), o que fuera la mano de la susodicha la que sacara a don Miguel del atolladero en que le había metido su condena verbal a ese nuevo régimen que estaba tomando forma a través de la cruz y, sobre todo, de la sangre. Quién sabe, quizás incluso Carmen Polo fue capaz por un solo día de tener un gesto noble, pero existen dudas razonables al respecto. En todo caso, en lo que la película no se equivoca, por lo que respecta a la recreación histórica, es en lo esencial, que son los represaliados y los muertos.
Karra Elejalde traza un magnífico retrato de un Miguel de Unamuno ya viejo, que se autocalifica con buen ojo como experto en paradojas (todo su periplo vital lo fue, en definitiva), enérgico y tenaz al tiempo que cansado y confuso. Un gran acierto de Amenábar el darle el papel, y un excelente trabajo de un actor minusvalorado. Completa el dúo estelar ese enorme intérprete que es Eduard Fernández, capaz de construir un personaje que se denomina a sí mismo glorioso mutilado con el necesario punto de ironía, pero sin caer en la caricatura. Si la película no deja del todo claro que Millán-Astray era algo más que un matarife descerebrado, no es culpa de este superclase. Santi Prego sale bien parado del siempre difícil papel del general Franco, pero su desempeño queda a un nivel inferior al de la pareja protagonista. Del resto, me quedo con Tito Valverde, notable en la piel de un militar reaccionario, masón y lúcido (que también los había), con el siempre creíble Luis Zahera, y con una gran Nathalie Poza.
Otra película sobre una guerra que aún no ha terminado, porque ni se le ha hecho justicia a los asesinados, ni quienes no vivimos el conflicto hemos olvidado cuál es nuestro bando… pese a los de nuestro bando. En todo caso, Alejandro Amenábar ha hecho, muchos años después, una gran, y necesaria, película.