Anoche acudí a la Sala 3 del Auditori consciente de que iba a ver un concierto con posibilidades de no gustarme, el del Robert Glasper Experiment, por aquello de que, pese a que uno puede pasarlo bien escuchando a Public Enemy, Eminem, los Beastie Boys o Kanye West, el hip hop no es lo mío. No obstante, Glasper es un gran pianista, sus tres primeros discos me parecen excelentes, hace unos años disfruté de un gran concierto suyo en un lugar antes conocido como La Bôite, y también las últimas grabaciones de Miles Davis exploraban la fusión entre el jazz y el hip hop. Por si esto fuera poco, el oyente avezado sabe que los buenos músicos suelen ofrecer en directo momentos de inspiración que no quedan muchas veces reflejados en los discos, así que para Glòries me fui. De entrada, he de decir que me arrepiento de haberlo hecho. Experimento fallido, con todas las letras.
Butacas incómodas, sobredosis de modernos… ya antes de empezar, la cosa no pintaba bien. Una versión de A love supreme con vocoder me provocó los primeros temblores, y como todo el concierto fue una sobredosis del mencionado elemento como jamás había visto ni oído, pues la cosa no mejoró mucho hasta el celebrado final. Vale que la fusión mola y que uno no es precisamente un purista en lo musical, pero ir de renovador del jazz recuperando hasta el empacho algo tan ochentero (no se olvide que la de los 80 fue la década donde, tanto en las artes como en la política, los cerdos recuperaron plenamente el control de la granja) y viejuno como el vocoder, es para hacérselo mirar. Por lo demás, mucha atmósfera y poco nervio, tres momentos solistas (de Glasper al Fender Rhodes, Chris Dave a la batería y Casey Benjamin, la estrella del vocoder, al saxo soprano… en el bis, quizá tratando de redimirse de la sesión de tortura que me había brindado el individuo) que me permitieron respirar un poco en mitad del desastre (y de paso cerciorarme de que las otras cosas que se nos ofrecían desde el escenario estaban bastante cerca de la simple tomadura de pelo), y una versión (sí, sí, con vocoder) del Smell like teen spirit de Nirvana que me pareció, simple y llanamente, un despropósito absoluto que celebré con un solo y sarcástico aplauso a falta de los silbidos que la cosa merecía. De acuerdo en que es bueno no anclarse en el glorioso pasado del jazz, tratar de llevarlo hacia nuevas audiencias y fusionarlo con distintos estilos, pero, ¿volver a los ochenta es modernidad y progreso? Porque lo que oí ayer era básicamente un disco ochentero de Herbie Hancock, y de los peores. Recomiendo a quienes aplaudieron lo que se nos ofreció anoche (no fueron todos los asistentes, ni de lejos), que escuchen detenidamente la versión que del susodicho tema de Nirvana hizo un grupo de jazz moderno y de primera fila llamado The Bad Plus. Lo demás, son tonterías. Lo de ayer, ni jazz, ni hip hop, ni chicha, ni limoná, ni todo lo contrario.
Como dijo el sabio, pa´habernos matao:
En cambio, el chico, sobre el mismo tema, es capaz de hacer esto: