YESTERDAY. 2019. 116´. Color.
Dirección: Danny Boyle; Guión: Richard Curtis, basado en una historia de Jack Barth y Richard Curtis; Dirección de fotografía: Christopher Ross; Montaje: Jon Harris; Música: Daniel Pemberton. Canciones de The Beatles; Dirección artística: James Wakefield (Supervisión); Diseño de producción: Patrick Rolfe; Producción: Matthew James Wilkinson, Bernard Bellew, Danny Boyle, Richard Curtis, Eric Fellner y Tim Bevan, para Perfect World Pictures-Working Title-Decibel Films-Dentsu-Etalon Films (Reino Unido-EE.UU.).
Intérpretes: Himesh Patel (Jack Malik); Lily James (Ellie); Joel Fry (Rocky); Kate McKinnon (Debra Hammer); Ed Sheeran (Él mismo); Alexander Arnold (Gavin); Sophia Di Martino (Carol); Harry Michell (Nick); Sanjeev Bhaskar (Jed Malik); Meera Syal (Sheila Malik); Ellise Chapell (Lucy); Michael Kiwanuka (Él mismo); Karl Theobald, Justin Edwards, Sarah Lancashire, Camilla Rutherford, Lamorne Morris, Dominic Coleman, James Corden.
Sinopsis: Después de un breve apagón que afecta a todo el planeta, parece haberse borrado todo rastro de la existencia de los Beatles. Jack, un cantautor sin éxito, decide lanzarse a interpretar sus canciones, que todos creen de su autoría.
Si aceptamos que la carrera como director de Danny Boyle está marcada por los altibajos, podemos decir que Yesterday es, de entre sus películas inscribibles en la primera categoría, la que menos consensos ha generado. Vitoreada por unos y menospreciada por otros, tanto críticos como espectadores, esta comedia romántica logró un indiscutible éxito comercial que vino a consolidar una trayectoria que, en los años precedentes, se había mostrado errática.
Aciertan quienes dicen que Yesterday es un film más de guionista que de director, pues por todas partes encontramos las huellas de Richard Curtis, que con los años se ha hecho acreedor al título de rey de la comedia romántica made in England. Que es la verdadera naturaleza de la película, lo cual no es necesariamente un elogio, porque uno piensa que la historia daba para más. Sucede, por aquello de ir dejando las cosas claras, que Yesterday es una obra deliciosa… en la que no hay un ápice de verdad. El dúo Boyle/Curtis juega a ser Frank Capra, y durante gran parte del metraje lo hace con tanto estilo que el espectador devora el dulce, pese a que las décadas no han pasado en balde y el nivel de ingenuidad del público medio está muy por debajo del que pudiera existir en la Norteamérica del new deal. El mayor problema no es que la premisa argumental sea increíble, aunque sólo fuera porque un mundo del que hubiese desaparecido todo rastro de los Beatles jamás podría ser igual que uno en el que los fab four jamás hubiesen existido (¿dónde están Paul y Ringo, dónde quedan las innumerables, algunas de ellas celebérrimas, versiones de sus temas, o el montón de gente que a lo largo de las décadas ha vivido, y sigue haciéndolo, de los inmensos beneficios generados por ellos?), sino que el final, con resurrección incluida, es más increíble aún y, lo que es peor, del todo previsible y de un edulcorado tan subido que hace necesaria la insulina. La película es un caramelo que va de más a menos y, al final, empalaga. Una lástima, porque Curtis es un tipo brillante, que tiene golpes geniales al mostrar la realidad cotidiana de un artista fracasado (esa euforia por estar presente en un reputado festival, pronto mitigada por la cruda realidad, esos empleos infames y alimenticios, las reacciones de los familiares y amigos del protagonista cuando éste empieza a rescatar las canciones de los Beatles, que todos creen suyas), y se muestra muy preciso, a la par que divertido, a la hora de diseccionar todo lo que ha jodido la música popular en esta época (lo que suele conocerse como industria musical) y en las pasadas (omitiendo, eso sí, el jarro de agua fría: que, precisamente por eso, si las canciones de los Beatles fuesen publicadas ahora no generarían un impacto ni siquiera comparable al terremoto planetario que causaron en los 60). Por desgracia, el guión desaprovecha estos magníficos elementos y opta por desembocar en otra comedia romántica sobre la falsa dicotomía éxito/felicidad que ya hemos visto infinidad de veces y que, parafraseando al gran Burt Bacharach, el mundo no necesita ahora.
Danny Boyle es un director de cine muy talentoso, y a eso debemos también que, durante casi toda la película, el visionado sea placentero. Imprime ritmo, extrae chispa, filma muy bien la música en directo, captando la interacción público-artista sin marear al respetable como recurso estilístico, e ilustra tan bien lo que dicen los rostros de los personajes que a veces sus palabras suponen un innecesario añadido. Me parece también de mucho nivel el montaje, y qué decir de esas canciones inmortales… bueno, aquí sí diré algo: que los artífices de la película quizá pensaron demasiado en la taquilla al incluir algunas de ellas durante el relato.
Los actores poseen encanto, lo que sin duda hace que la película suba enteros… o chirríe menos cuando lo hace. No conocía de nada a Himesh Patel, y lo cierto es que su interpretación, tanto en lo relativo a la vertiente dramática como a la musical, ha sido una grata sorpresa. El nombre de Lily James me era más familiar, y por ello sabía que en ella hay madera de gran actriz. Lástima que su personaje acabe cayendo en el tópico más estrepitoso. Quienes están francamente divertidos son Joel Fry, en el papel del colgado ayudante de Jack, y Kate McKinnon, excelente como esa especie de víbora codiciosa que tanto abunda en eso del artisteo (le falta inflar de alcohol y drogas a su nueva estrella para manejarla a su antojo, pero claro, eso ya se alejaría demasiado del espíritu Capra). Ed Sheeran ofrece una generosa versión de sí mismo, Michael Kiwanuka (músico de alto nivel) aparece demasiado poco, y Alexander Arnold merece un notable.
Muy buena película… hasta que se vuelve tan ñoña como una canción de Ed Sheeran.