PELLE EROBREREN. 1987. 148´. Color.
Dirección: Bille August; Guión: Bille August, Per Olov Enquist y Bjarne Reuten, basado en la novela de Martin Andersen Nexo; Dirección de fotografía: Jorgen Persson; Montaje: Janus Billeskov Jansen; Música: Stefan Nilsson; Diseño de producción: Anna Asp; Producción: Per Holst, para Per Holst Filmproduktion-Svensk Filmindustri (Dinamarca-Suecia).
Intérpretes: Max Von Sydow (Lasse Karlsson); Pelle Hvenegaard (Pelle Karlsson); Bjorn Granath (Erik); Erik Paaske (Capataz); Axel Strobye (Kongstrup); Astrid Villaume (Sra. Kongstrup); Troels Asmussen (Rud); Kristina Tornqvist (Anna); Karen Wegener (Sra. Olsen); Lars Simonsen (Niels); Sofie Grabol, Buster Larsen, John Wittig, Nis Bank-Mikkelsen, Troels Munk, Anne Lise Hirsch Bjerrum, Lena Pia Bernhardsson.
Sinopsis: Pelle emigra, junto a su padre viudo, desde Suecia hasta Dinamarca. Allí, ambos entran a trabajar en una finca, pero sus ilusiones de prosperar fracasan y caen en la misma pobreza de la que huyeron.
Entre la retirada de Carl Theodor Dreyer y la consolidación de los autores próximos al movimiento Dogma, allà por los años 90, apenas se tuvieron noticias de la cinematografía danesa a escala internacional. Las obras más destacadas en dicho período corresponden casi en exclusiva a un director, Bille August, cuya carrera posterior no ha estado a la altura de las expectativas despertadas con películas como Pelle el conquistador, adaptación de una novela muy popular en Escandinavia que entre otros galardones, se llevó el Óscar al mejor film de habla no inglesa.
No son tantas las ocasiones en las que el cine se ha acercado con mirada realista a las vivencias de los miembros de los estratos más bajos de la sociedad. Además, para los espectadores de la Europa del sur esta película posee el aliciente de mostrar que incluso en Escandinavia, región siempre asociada a la calidad de vida, ser pobre es muy jodido, y todo es más jodido cuando se es pobre. Cabe decir que el film se inicia con un plano bellísimo, que recuerda a las pinturas de Turner. Después, lo que se narra es una historia de penalidades, las sufridas por un hombre casi anciano y un niño suecos que, una vez fallecida su esposa y madre, respectivamente, deciden abandonar su país natal para escapar de la vida miserable que llevan. El destino elegido es Dinamarca, pero la esperada prosperidad no aparece por ningún lado: para la inmensa mayoría de los empleadores, la pareja no resulta de interés porque el hombre adulto es demasiado viejo y el niño, demasiado joven para el trabajo. Lo único que consiguen es ser contratados como vaqueros en una finca propiedad de un terrateniente cuya característica más destacada es la de ser un mujeriego empedernido. Padre e hijo duermen cada noche en el establo; por el día, no cabe otra opción que cumplir con jornadas largas y fatigosas, siempre bajo las órdenes de un despótico capataz al que sólo Erik, un empleado que sueña con partir hacia América, planta cara. Poco a poco, Pelle, el niño, que comparte las esperanzas de libertad de Erik, va descubriendo el mundo, a través de las burlas que sufre por ser a la vez pobre y extranjero, de la diaria comprobación de que, precisamente por eso, para él todo va a ser muy difícil en la vida y de que, en la vida adulta, el sexo lo condiciona todo.
August filma una película de estética preciosista, a pesar de su marcado realismo, que expone el drama de los protagonistas de forma quizá algo fría, pero muy eficaz. La escenografía, la iluminación o los encuadres están cuidados al máximo, y eso añade puntos a una historia poderosa, la de tantas personas anónimas que se han dejado la salud en busca de una vida mejor y que raras veces llegan a alcanzarla. Esa historia no está dulcificada por el hecho de estar vista a través de la mirada de un niño, porque de todas formas la vida de Pelle es de todo menos dulce: rechazado por los muchachos de su edad, su único amigo es Rud, hijo bastardo del terrateniente que vive con su madre más allá de los límites de la finca. La naturaleza se observa como un reducto de paz; el mar ejerce un doble papel: representa la esperanza de conseguir la ansiada libertad navegando hacia lugares mejores, pero también un grave riesgo para quienes se aventuran en sus aguas heladas. El sexo se nos presenta bajo un prisma muy moralista, como elemento generador de desgracias: las originadas por el carácter depredador del propietario de la finca, las que son producto del rechazo a un amor que rompa las elevadas barreras sociales o las que se derivan de la enorme frustración que siente Lasse, el padre de Pelle, ante los sucesivos fracasos de sus intentos por encontrar una mujer que sustituya a su difunta esposa. Dentro de un nivel bastante alto, hay escenas maravillosas, como la de padre e hijo solos en el puerto después de que sus diversas tentativas de encontrar trabajo hayan resultado baldías, la del enfrentamiento entre Erik y el capataz o la que muestra el reencuentro entre Pelle y Rud. El final, además, es magnífico, en una secuencia en que existe verdadera emotividad y el afán de August por añadir poesía visual a una historia dura resulta especialmente exitoso. Ahí también destaca la sobria partitura de Stefan Nilsson, que aúna la austeridad nórdica con el imprescindible punto de emoción.
Respecto a las interpretaciones, basta con decir que la de Max Von Sydow es una de las más brillantes de su formidable carrera. Por medio de ese campesino que se acerca a la vejez, simple pero noble de corazón, el actor sueco homenajea a los millones de personas que, a lo largo de la historia, fueron pobres, pero no indignas. Para enseñar en las academias de arte dramático, en definitiva. El desempeño general del reparto es loable: Pelle Hvenegaard, que apenas hizo carrera en el cine, está a la altura necesaria en el papel del niño protagonista, y el trabajo de algunos notables del cine escandinavo, como Axel Strobye, Bjorn Granath o Astrid Villaume, espléndida en el rol de esposa ultrajada, es de mucha calidad. También una actriz casi desconocida como Karen Wegener brinda una interpretación a destacar.
Sin duda, una de las grandes películas europeas de los años 80. Bille August pocas veces logró acercarse a estas alturas, y de hecho su periplo internacional le acabó arrastrando a la irrelevancia, pero nadie puede arrebatarle el hecho de que Pelle el conquistador sea un film magistral.