SHOOTING THE MAFIA. 2019. 94´. Color.
Dirección: Kim Longinotto; Guión: Kim Longinotto; Dirección de fotografía: Kim Longinotto; Montaje: Ollie Huddleston; Música: Ray Harman; Producción: Niamh Fagan, para Lunar Pictures-Impact Partners-Screen Ireland (Irlanda).
Intérpretes: Letizia Battaglia, Santi Caleca, Eduardo Rebulla, Roberto Timperi.
Sinopsis: Biografía de la fotógrafa italiana Letizia Battaglia.
La fotógrafa de la mafia es el segundo largometraje dirigido por Kim Longinotto, que ya consiguió llamar la atención de los críticos con su debut, Dreamcatcher. En esta ocasión, la directora irlandesa se centra en Letizia Battaglia, una fotógrafa siciliana famosa por haber retratado durante décadas a la sociedad palermitana, y en especial por haber dado testimonio gráfico de los crímenes cometidos por la Cosa Nostra. El resultado logró el respaldo mayoritario de la crítica, aunque hubo quienes, no sin razón, opinaron que en ocasiones a la película de Longinotto le falla la brújula.
De lo que no cabe duda es de que la vida de Letizia Battaglia es muy interesante y, por lo tanto, muy digna de ser contada. Hablamos de una mujer que, en una época y lugar nada propicios, renunció al rol de esposa y madre que le había sido impuesto y, tras probar fortuna en el periodismo escrito, descubrió su verdadera vocación, la fotografía, a una edad en la que muy poca gente se reinventa a sí misma, si no es obligada por las circunstancias. La propia protagonista opina que sus primeras fotografías eran horribles, pero la pasión por su oficio la llevó a mejorar su técnica, lo que, unido a su capacidad para captar el mundo interior de quienes formaban parte de las capas sociales más bajas en Palermo, la convirtió en un personaje importante en la ciudad. Con ese trabajo, y en ese lugar, el encuentro entre Battaglia y la Mafia no se hizo esperar demasiado: ella empezó a documentar los crímenes cometidos por los sicarios de los capos mafiosos, y también a hacer algo que detestan especialmente quienes forman parte de ese mundo: retratarles a ellos y difundir su imagen. La biografiada confiesa no haber sufrido un atentado directo contra su vida, aunque sí innumerables amenazas, recibidas por diferentes vías. En los años 70, primero con las guerras entre clanes enfrentados, y más tarde con los primeros atentados de la Cosa Nostra contra las autoridades estatales, el derramamiento de sangre era parte de la cotidianidad palermitana, y ahí estuvo siempre la cámara de Letizia Battaglia para dar fe de lo que sucedía.
La película tiene un problema, que cabe achacar a su directora, y es que se dispersa con facilidad. Es notorio el esfuerzo por resaltar el carácter rebelde, pero a la vez firme, de Letizia Battaglia, cuya vida se explica a través de sus fotografías, de imágenes extraídas de legendarios filmes italianos (opción discutible, más allá de que al cinéfilo siempre le guste contemplar esos fotogramas) y de los encuentros con antiguos amantes, todos ellos compañeros de profesión. Se pasa de puntillas sobre aspectos importantes, como el salto a la política de Battaglia, explicado en dos breves pinceladas por la protagonista, o sus complicadas relaciones familiares, pues no debe olvidarse que la fotógrafa abandonó a sus hijas para seguir su vocación, y eso genera un cconflicto al que se alude, pero no se explora. Por otra parte, cuando aparece en escena Giovanni Falcone, el juez que se erigió en cabecilla de la lucha contra el crimen organizado, la protagonista casi desaparece de su propia película. Siempre es interesante seguir la trayectoria de ese hombre justo, víctima de un cruel atentado que, como el sufrido por su amigo y colega Paolo Borsellino, llevó la infame firma de Totò Riina, capo detenido a principios de los 90, pero al espectador de La fotógrafa de la Mafia le queda la sensación de que la directora se va del tema. El documental es muy correcto en cuanto a sus aspectos formales, pero en los narrativos da demasiados bandazos y es muy arbitrario a la hora de ubicar los puntos de interés.
Dicho esto, la película es recomendable por la personalidad de la biografiada, por la honestidad de sus testimonios y por la indiscutible fuerza de esas fotografías que explicaron de la mejor manera una época y un lugar especialmente convulsos, en los que el crimen organizado tuvo mucho que ver en la descomposición de una sociedad anclada en el pasado, que sólo tras ser brutalmente sacudida llegó a darse cuenta del grado de degradación que había alcanzado. Con una dirección algo más inspirada, estaríamos hablando de un documental absolutamente imprescindible.