FACCIA A FACCIA. 1967. 93´. Color.
Dirección: Sergio Sollima; Guión: Sergio Donati y Sergio Sollima, basado en un argumento de Sergio Sollima; Director de fotografía: Rafael Pacheco; Montaje: Eugenio Alabiso; Música: Ennio Morricone; Diseño de producción: Carlo Simi; Producción: Alberto Grimaldi, para Produzioni Europee Associate-Arturo González Producciones Cinematográficas (Italia-España).
Intérpretes: Gian Maria Volonté (Brad Fletcher); Tomas Milian (Solomon Beauregard Bennet); William Berger (Charley Siringo); Jolanda Modio (María); Gianni Rizzo (Williams); Carol André (Annie); Ángel del Pozo (Maximilian de Winton); Aldo Sambrell (Zachary Shawn); Nello Pazzafini, José Torres, Linda Veras, Antonio Casas, Frank Braña, Lidia Alfonsi, Gérard Tichy.
Sinopsis: Un tímido profesor de Historia que imparte clases en Massachusetts viaja hasta Texas para recuperarse de una enfermedad. Allí, es tomado como rehén por un famoso bandido.
Sergio Sollima saltó, a mediados de los años 60, del cine de espionaje al otro gran género de moda en la Europa de la época: el western. Este cambio fue de lo más afortunado, porque las mejores obras de Sollima como realizador siguen la estela iniciada por Leone en su celebérrima trilogía del dólar. Primero fue El halcón y la presa, para muchos el mejor spaghetti-western no protagonizado por Clint Eastwood, y acto seguido llegó Cara a cara, film de calidad que en nada desmerece al anterior.
Cabe aclarar que esta reseña se refiere a la versión en inglés de la película, que tiene alrededor de un cuarto de hora menos de duración que la estrenada en Europa, por aquello de aligerar metraje y facilitar que la censura estadounidense otorgara al film la calificación deseada por sus productores. Hecha esta aclaración, lo primero que hay que destacar de Cara a cara es que su guión va mucho más allá de la típica historia de venganza que sirve como base argumental a infinidad de westerns rodados entre Almería y la sierra madrileña. Aquí, la película está protagonizada por dos personajes que evolucionan en sentido inverso, a los que se añade un tercero que también sufre una transformación en su carácter arrastrado por las circunstancias. Brad Fletcher es un hombre culto y civilizado, pero débil, tanto en lo que se refiere a su carácter como a su estado físico. Este último detalle le lleva desde la apacible Boston hasta la salvaje Texas, cuyo aire puro promete hacerle mejorar de su dolencia. Allí, Fletcher observa con desagrado cómo unos agentes de la ley tratan sin ninguna consideración a Beauregard Bennet, líder de la banda criminal más conocida en la zona, a quien acaban de detener. Fletcher socorre al reo, pero éste aprovecha su altruismo para huir de sus captores y tomar como rehén al atónito profesor. Bennet no tiene otro objetivo que volver a unir a su banda, dispersa tras diversos reveses sufridos a manos de las fuerzas del orden y de los pistoleros a sueldo de la prestigiosa agencia Pinkerton. En el proceso, Fletcher empìeza a valorar las bondades de la vida al margen de la ley, hasta el punto de renegar de su existencia anterior y convertirse en un verdadero caudillo criminal; en cambio, el contacto con el hombre instruido hace que Bennet tome conciencia de los efectos de sus actos delictivos, y de las consecuencias que sus decisiones tienen para quienes creen en su liderazgo y, por tanto, son los primeros afectados por las mismas. Como espectador privilegiado de esta doble metamorfosis encontramos a Charley Siringo, que pasa de ser un infiltrado en la Manada Salvaje, que así se llama el grupo de Bennet, a ver en este a un líder capaz de obrar con equidad y de velar por quienes de él dependen. Sollima era un guionista con oficio y recursos, pero se nota para bien la contribución de Sergio Donati. Una lástima que ambos no volvieran a colaborar después de esta película, porque juntos hicieron muy buenas cosas.
En lo visual, la película es menos diferenciable de los estereotipos del género al que pertenece. Se nota que el rodaje se hizo con la premura y escasez de medios que caracterizaron este tipo de producciones, sensación amplificada por el hecho de que las huellas de algunos de los cortes de escenas realizados para esta versión en inglés son demasiado evidentes. Sin duda, los artífices de la película pecaron de falta de ambición, porque este no era un spaghetti-western más y visualmente no fue tratado de esa forma. Fue una suerte, eso sí, contar en el equipo técnico con la figura de otro colaborador habitual de Leone, Carlo Simi, un escenógrafo capaz de sacar el máximo rendimiento en pantalla con los recursos justos. Por otro lado, gran parte del metraje fue rodado en exteriores, y ahí hemos de destacar el clímax, rodado en pleno desierto: primero, con esa huida de las familias al cuidado de Bennet, que sin duda remite al Éxodo, y después con el encuentro entre los tres principales protagonistas. Secuencia muy bella, en conjunto. Hay que decir también que esta película rompe esquemas porque se centra mucho más en plasmar la evolución de sus personajes que en exhibir la violencia; de hecho, en ocasiones (el mejor ejemplo es el asalto de los pistoleros liderados por el traidor Zachary Shawn al poblado en el que viven los hombres de Bennet y sus familias) incluso se evita mostrarla. Añadir que la banda sonora no está entre los mejores trabajos del Maestro Ennio Morricone, aunque el tema principal hace honor a la categoría de quien lo firma.
Encabeza el reparto Gian Maria Volonté, un actor notable, más de cine político que de westerns, que sin embargo aportó su sello de calidad a algunas de las mejores obras europeas del género. Quizá la manera en la que su personaje pasa de ser casi un eunuco a abrazar la violencia esté planteada de un modo algo brusco, pero su trabajo la hace creíble. Tomas Milian, en su segunda colaboración con Sollima, vuelve a interpretar a un bandido dotado de complejidad, menos hierático que los habituales héroes del género, y vuelve a hacerlo bien. Completa el trío protagonista el austríaco William Berger, que con los años se convirtió en un rostro habitual del western europeo e interpreta a un personaje real de forma más que correcta. Destacar la presencia de Carole André como indómita adolescente, del omnipresente Aldo Sambrell y de algunos actores españoles, como Ángel del Pozo, Antonio Casas o Frank Braña completando el reparto.
Por resumirlo en una frase, si no estamos ante el mejor spaghetti-western no rodado por Sergio Leone, por ahí anda, aunque faltaran más pausa y recursos en su rodaje… y uno quisiera ver la versión íntegra.