PHYSIQUE DE LA TRISTESSE. 2019. 27´. Color.
Dirección: Theodore Ushev; Guión: Theodore Ushev, basado en la novela de Georgi Gospodinov; Montaje: Theodore Ushev; Música: Miscelánea. Canciones de Wolf Parade, Men Without Hats, etc.; Producción: Theodore Ushev, para National Film Board of Canada (Canadá).
Intérpretes: Xavier Dolan (Narrador); Theodore Ushev (Voz del padre).
Sinopsis: Un inmigrante búlgaro en Canadá hace un repaso a su vida.
Theodore Ushev es un artista visual que, además de haber publicado varios libros y trabajado para músicos del calibre de David Gilmour, ha dirigido numerosos cortometrajes de animación, disciplina en la que ha logrado reconocimiento internacional. Física de la tristeza, adaptación de una exitosa novela de Georgi Gospodinov, es la última película de Ushev que ha podido verse por estas tierras, y me parece una obra de una calidad inusual.
Por mucho que se base en material literario ajeno, Ushev presenta una película de marcado carácter autobiográfico, sobre la vida de un hombre nacido en un pueblo de Bulgaria, en el muy simbólico año 1968, que décadas más tarde emigró a Montreal en busca de fortuna. Se trata de un recorrido vital marcado por la melancolía y el desarraigo, elementos presentes a lo largo de toda la narración. Impresiona ver cómo se moldea ese carácter, de manera que, con el tiempo, el castigo paterno por excelencia (la reclusión en un cuarto oscuro) pasa a ser una bendición. La costumbre hace que el narrador pase de tener miedo a la oscuridad a amarla, algo que sucede muchas veces. También llama la atención que el protagonista recuerde cada detalle de su primer amor, un leve escarceo adolescente con una joven acróbata circense a la que nunca volvió a ver, y pase de soslayo por el hecho, en teoría mucho más trascendente, de haberse casado y formado una família con el paso de los años. Pero así son las mentes de quienes, por temperamento, se sienten extranjeros incluso en su lugar de origen. Como es obvio, cuando lo abandonan ese sentimiento no hace otra cosa que crecer, porque uno puede cambiar de lugar, pero no de cerebro. Durante casi media hora, Ushev disecciona a ese individuo que es (y no es) él mismo, pero lo hace de un modo que va mucho más allá del mero ejercicio de autocompasión y ofrece un discurso de interés me atrevería a decir que universal.
Esta historia, de indudable peso filosófico, nos la ofrece el director mediante la pintura encáustica, técnica que un servidor no recuerda que se haya utilizado anteriormente en el cine. Al margen de la originalidad, el resultado en pantalla es excelente: imágenes vaporosas, que evocan el recuerdo y también el sueño, se suceden a un ritmo vertiginoso que engancha al espectador y logran que éste permanezca atento a lo que es no sólo la explicacion de una vida, sino el estudio de una forma de entender la existencia. No pretendo ser un entendido en pintura, pero sí puedo afirmar que el voluminoso trabajo visual que se adivina en esta obra ha tenido su premio, porque el resultado posee en verdad un valor artístico que no se encuentra en cada esquina, ni en cada película de animación. Para ilustrar la historia, el director escoge la música de algunas conocidas bandas canadienses, como los interesantes Wolf Parade, lo que contribuye a dar a la historia ese tono nostálgico que necesita. En la versión francesa, que es la que un servidor ha visto, la voz del protagonista es la de Xavier Dolan, énfant terrible del cine canadiense cuya obra como director no conozco en exceso. Como narrador, Dolan hace un trabajo matizado y sobrio que ayuda a comprender a ese personaje, más escéptico que atormentado, que nos cuenta su vida.
Física de la tristeza es un cortometraje del todo recomendable, pues tanto en lo literario como en lo que se refiere a la técnica de animación empleada, Thoedor Ushev ha colocado el listón de calidad muy alto.